El poder del osoji: más allá de la limpieza, un camino de purificación

El osoji no es solo un acto de limpieza física, sino una oportunidad para purificar nuestra mente y alma, una lección de renovación interior y exterior.

osoji limpieza
El osoji no solo limpia el espacio físico, sino también el alma; un ritual de renovación que transforma lo cotidiano en un acto de purificación interior. / Foto de Jennifer Burk en Unsplash

Este sábado que pasó, a diferencia de los demás sábados del año, el Dojo vibró con un clima distinto. El Dojo, aprendí este año que así se llama, es nuestro espacio de entrenamiento de Karate. El aire cálido literalmente lo envolvía mientras las horas de la tarde pasaban, con la quietud propia del verano. Era un momento en el que todo parecía suspenderse, como si el tiempo se tomara un respiro antes de dar paso a lo nuevo.

Este sábado, con la luz torrentosa de la tarde entrando por las ventanas, me encontraba en cuclillas, con un trapo de limpieza en las manos. Es que era sábado de osoji, un día especial dedicado a limpiar y ordenar el Dojo. Mientras pasaba el trapo por el suelo, el aire cálido me fue llevando a un silencio profundo, uno en el que podía reflexionar sobre todo lo que el año me había dejado y sobre lo que debía dejar atrás.

La tarea, que a primera vista podría parecer simple, adquiría una dimensión especial: limpiar el lugar donde entrenamos no era solo una cuestión de higiene, sino de purificación. A través de cada movimiento, de cada rincón que quedaba libre de polvo, sentía que también algo dentro de mí se iba aclarando (o al menos calmando), como si la acción de ordenar el dojo fuera también una forma de ordenar mis propios pensamientos.

osoji significado
En el karate, cada acto, incluso el de limpiar, refleja el camino hacia la disciplina, la armonía y la superación personal. / Foto de Thao LEE en Unsplash

La conexión hacia el interior

El osoji no es solo una tradición de limpieza, es un gesto profundo que va más allá de barrer el suelo o sacudir el polvo. En Japón, esta práctica tiene un significado que trasciende lo físico: limpiar el espacio es también una forma de limpiar la mente. Es una oportunidad para reflexionar, para conectar con el presente y dejar atrás todo lo que ya no tiene cabida. Esta conexión entre la limpieza exterior y la interior es lo que hace que el osoji no sea solo una obligación, sino una oportunidad de renovación.

Mientras limpiaba el dojo, pude ver cómo cada rincón se transformaba, no solo en un espacio más ordenado, sino en un espejo de lo que yo mismo necesitaba liberar de mi mente.

El Sensei Danilo, quien estaba profundamente conmovido por el reciente fallecimiento de nuestro principal maestro, el Sensei Ryoichi Onaga, había llegado al dojo envuelto en los recuerdos. A pesar del dolor que llevaba, su presencia seguía siendo, como cada día, una fuente de sabiduría y calma. Lo atravesaba el peso de la noticia, pero, como siempre, estaba muy atento a nuestra formación, guiándonos con su atención y paciencia. Sin dudas, su primera enseñanza ese día fue que el camino no se detiene ante los obstáculos, sino que nos invita a seguir adelante, a encontrar fortaleza incluso en los momentos de dolor.

Munidos de trapos, baldes, escobas, pinceles, eramos un pequeño y pacífico ejército. Avanzabamos siguiendo el objetivo común de limpiar nuestro espacio. Fue en algún momento de esa tarde que Sensei Marcelo se acercó a mí y me explicó el significado espiritual del osoji. Mientras pasaba la escoba me habló con calma, como quien comparte una verdad que solo se comprende cuando se experimenta. El acto de limpiar, me dijo, no solo tiene el poder de liberar el espacio físico, sino también de purificar el interior. Me explicó que, al barrer y ordenar, no solo estamos limpiando el dojo, sino que también estamos limpiando nuestra mente.

En ese silencio, en ese tiempo dedicado a la limpieza, nos damos la oportunidad de reflexionar, de revisar nuestros pensamientos, de sopesar las emociones que nos atraviesan y las distracciones que nos alejan del camino de la paz. Cada movimiento de limpieza se convierte, entonces, en un pequeño ritual: una afirmación de nuestra voluntad por mantener nuestro espíritu libre y en armonía, tanto en el exterior como en el interior. Una limpieza del exterior, una meditación activa, una revisión del interior.

Comunidad y reflexión

Cuando terminamos de limpiar, el dojo ya no solo estaba más ordenado. El aire se sentía más ligero y se respiraba una calma sencilla y amena. Fue entonces cuando Sensei Danilo, con la serenidad que siempre lo caracteriza, se dirigió al grupo. Aunque su voz mostraba los vestigios del dolor por la pérdida de su maestro, sus palabras no eran de tristeza, sino de gratitud. Recordó con mucho afecto a Sensei Onaga, pero además agradeció a cada uno por el esfuerzo, por habernos dedicado al osoji con la misma dedicación que le ponemos al entrenamiento.

Sensei Danilo nos recordó que en cada acción, por más sencilla que parezca, existe una lección de vida, y que lo que hacemos en el dojo es y a la vez tiene un reflejo en nuestra vida cotidiana.

Al finalizar el osoji, nos reunimos en una mesa sencilla, pero llena de compañerismo. Compartimos una comida que, aunque modesta, era un símbolo de la fraternidad que nos une como practicantes. No era solo el acto de comer lo que unía a todos, sino la sensación de haber trabajado juntos en algo más grande. Cada uno de nosotros, con nuestras manos limpias de polvo y con la mente en paz, compartió un momento que trascendió la comida misma. Fue una lección sobre la importancia de la comunidad, de estar presentes no solo en los momentos de esfuerzo físico, sino también en los momentos de descanso y reflexión.

La lección del osoji: limpieza física y espiritual

Lo más valioso de ese día fue, sin duda, la comprensión de que el osoji no es un acto aislado, sino una extensión de nuestra práctica. Cada limpieza del dojo es una oportunidad para reflexionar sobre nosotros mismos, para revisar qué aspectos de nuestra vida necesitan ser ordenados y cuáles debemos dejar atrás. La lección que aprendí, ese sábado, fue que limpiar un espacio puede ser tan significativo como entrenar, que la práctica del karate no se limita a los entrenamientos físicos, sino que también incluye la limpieza de nuestras emociones y pensamientos.

Lo más importante del osoji es ese vínculo profundo entre lo exterior y lo interior. A medida que barría el suelo y limpiaba cada rincón, entendí que no solo estábamos purificando el dojo, sino también dándonos la oportunidad de purificarnos a nosotros mismos. En la vida, como en el dojo, a veces es necesario hacer una pausa para limpiar, para ordenar, para reconocer lo que ya no sirve. El osoji nos invita a hacerlo no solo con el entorno, sino también con nuestra mente y corazón.

Al final, ese día de limpieza se convirtió en una lección sobre cómo los gestos más simples pueden tener un impacto profundo en nuestra vida. Como practicante de karate, aunque soy un cinturón celeste aún en el comienzo de mi camino, volví a sentir que la práctica no solo se limita a los movimientos de los katas o a los esfuerzos del cuerpo para superarnos, sino que se extiende a cada aspecto de la vida.

En el dojo, en los momentos de entrenamiento y en las tareas cotidianas, aprendemos a ser conscientes, a estar presentes y a purificar todo lo que nos rodea, para que nuestra mente y nuestro cuerpo estén en equilibrio. Y que, en última instancia, limpiar es un acto de amor hacia uno mismo y hacia los demás, una oportunidad para renacer, para hacer espacio a lo nuevo, y para vivir con mayor claridad y propósito.

También puede interesarte:

ETIQUETAS:  
magnifiermenu linkedin facebook pinterest youtube rss twitter instagram facebook-blank rss-blank linkedin-blank pinterest youtube twitter instagram