En términos de salud, el horizonte post pandemia no luce prometedor. A más de un año de restricciones, cuarentenas y un infinito abanico de duelos varios, el impacto a nivel psíquico y emocional es cada vez mayor en todas las edades y la Organización Mundial de la Salud (OMS) ya ha advertido que la depresión, los trastornos de ansiedad y los ataques de pánico, entre otros problemas, irán en aumento y con alcances preocupantes. Entender cómo influye el contexto en los mecanismos cerebrales que pueden gatillar cuadros psiquiátricos es clave para anticipar estrategias que puedan minimizar el daño.
Neurotransmisores
Para abordar un tema intangible y complejo como es la salud mental, es clave entender el papel protagónico que tienen los neurotransmisores en la génesis de las enfermedades psiquiátricas.
Los neurotransmisores son sustancias químicas creadas por el cuerpo, que transmiten señales (es decir, información) desde una neurona hasta la siguiente a través de unos puntos de contacto llamados sinapsis.
Los principales neurotransmisores involucrados en las patologías del Sistema Nervioso Central (SNC) son: adrenalina, glutamina, serotonina, dopamina, gaba, noradrenalina, acetilcolina y las endorfinas. Cuando el equilibrio entre ellos se ve alterado, ya sea en más o en menos, genera síntomas que, frecuentemente, desencadenan lo que llamamos cuadros psiquiátricos, que pueden ir desde un “simple” insomnio hasta un grave caso de esquizofrenia refractaria al tratamiento.
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La función del psiquiatra es, justamente, “ecualizar” los neurotransmisores que estén “desalineados”, apoyándose en los psicofármacos y otros recursos que apuntan a restaurar ese desequilibrio que es el causante de enfermedad.
Todo este arsenal terapéutico será clave en los tiempos que vienen, en los que veremos las huellas de la pandemia en la salud mental de la población.
El rol de los psicofármacos
En la búsqueda de restaurar ese desequilibrio, es fundamental tener en claro el mecanismo de acción de los psicofármacos, ya que son muchos y muy versátiles. Y así como un antidepresivo no es de uso exclusivo para quienes padezcan trastornos del estado del ánimo, tampoco lo son los antipsicóticos para quienes padecen una psicosis ni los estabilizadores del ánimo para quienes presenten un trastorno bipolar. El arsenal terapéutico es inmenso y su uso racional, apuntando a indicar la dosis mínima efectiva (para no caer en una sobre medicación), es crucial.
Por citar sólo un ejemplo: es de uso habitual emplear un antipsicótico para pacientes que presenten insomnio y que no responden a una segunda línea de tratamiento.
Para llevarlo a un plano más simple: un destornillador puede servir para desatornillar un tornillo o para abrir una lata de pintura. Pero, para poder darle los dos usos a la misma herramienta, es necesario conocer que la misma también puede ejercer un mecanismo de palanca (lata de pintura).
Epigenética: el peso del contexto en la salud mental
El impacto de lo que vivimos desde que el Covid-19 golpea al mundo es inevitable. Diversos estudios vienen demostrando el gran peso que tiene la epigenética, que es el mecanismo por el cual el medio ambiente influye sobre los genes y logra imponerse, haciendo que una enfermedad se exprese cuando, quizá, hubiese podido quedar latente en una situación social menos adversa.
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En los tiempos que vienen, los psiquiatras tendremos el desafío de ayudar a minimizar el impacto de la pandemia en la salud mental. Restaurando los desequilibrios, el riesgo de gatillar enfermedades mentales graves se reduce notablemente.
- Fuente: Dr Rafael Herrera Milano. Médico psiquiatra especialista en psiquiatría forense.
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