Lo hemos escuchado mil veces, pero vale la pena repetirlo. Las dietas mágicas no sirven. No es bueno para nuestra salud perder mucho peso en un corto período de tiempo, porque el efecto rebote es casi inevitable, y perder más de un kilo por semana es riesgoso.
Los especialistas explican que al comenzar una dieta es imprescindible conocer el metabolismo basal del que se parte, ya que aumentarlo debe ser uno de los objetivos de todo régimen y solo se consigue a través de una dieta personalizada y ejercicio.
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¿Qué es el metabolismo basal?
El metabolismo basal es el gasto energético que el cuerpo hace para sobrevivir. Es diferente en cada persona y varía según la edad, el sexo y hábitos de vida. A partir de los treinta años, este metabolismo se estabiliza y comienza a disminuir progresivamente.
Este es uno de los factores principales a influir cuando estamos a dieta y no adelgazamos, y el que hace que unas personas engorden con mayor facilidad que otras o que, por poco que se coma, no se logre adelgazar.
Un grave error es someternos a dietas muy bajas en calorías, ya que el organismo se adapta a vivir en ese rango de bajo consumo, bajando su nivel de metabolismo, haciéndose más ahorrador. Se ha demostrado que no funciona.
Creemos que estando a dieta y entrenando los resultados serán más rápidos y, al contrario, lo que terminamos logrando es que nuestro metabolismo se vuelva ahorrador
Es fundamental aprender a comer bien, saltarse de vez en cuando la dieta y hacer ejercicio físico, en aras de conseguir la aceleración de ese metabolismo dormido. Lo que no hay que hacer nunca es no comer o ayunar, porque el resultado será peor. Siempre deben hacerse cinco comidas al día.
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Romper la dieta ayuda a combatir la ansiedad y permite a los pacientes continuar con su vida social, porque prohibiendo determinados alimentos lo único que conseguimos es que terminamos dándonos un atracón cuando tenemos oportunidad de ingerirlos. No se trata de prohibir, sino de educar.
Metabolismo y deporte
El truco para acelerar el metabolismo está en "hacer ejercicio comiendo". Es decir, limitando los hidratos a las cuatro horas posteriores al ejercicio. El ejercicio intenso, con intervalos de alta intensidad, genera mucho cortisol, la hormona del estrés. Si evitamos los carbohidratos después de entrenar el músculo no se recupera, y el cortisol no permite que se active el metabolismo, inhibiendo la generación de la hormona tiroidea T3, que es la responsable del consumo de grasa.
Para usar tus reservas de grasas, no vale cualquier tipo de ejercicio, sino que hay que realizar actividades con cambios de ritmo intensos y apenas quince minutos de ejecución
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Es fundamental entrenar con cambios de ritmo y consumo de hidratos en las siguientes 4 horas (arroz blanco, tortas de arroz, patata, batata, etc), junto con proteínas (pollo, pescado, huevo, ternera, jamón, pavo, queso fresco, etc).
Antes de entrenar, también se pueden añadir hidratos en las tres horas previas, pero solo si nos encontramos con baja energía: un helado, por ejemplo, ayuda a entrenar más fuerte y quemar más calorías, adelgazando en vez de engordando, ya que de otro modo es preferible tirar de nuestras reservas para hacer más eficaces las enzimas para utilizar los combustibles.
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