Cuando los médicos iniciamos nuestra formación psicológica en el pregrado, el primer concepto que nos enseñan es el de “empatía”. A menudo escuchamos este término pero, en el marco de una práctica profesional, es importante explorar algunas connotaciones. Vemos qué significa para un médico ser empático con sus pacientes.
No es una tarea fácil; es escuchar al paciente, quitarse imaginariamente el guardapolvo, cruzar el escritorio y ponerse en sus zapatos, visualizar la situación desde el otro lado, desde el lugar del que está recibiendo la noticia, buena o mala.
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Es decir, ubicarse en la óptica del paciente, esa persona que llega a la consulta con una historia personal, con los problemas de su vida cotidiana, un ser que juega distintos roles en el día a día, es mujer/hombre, madre/padre, hermano, trabajador, jefe, amigo…
El secreto más difícil de aprender en relación a la empatía es que la permanencia en los zapatos del paciente debe ser breve, el médico rápidamente debe volver al otro lado del escritorio, recolocarse el guardapolvo y asumir nuevamente el rol del que cuida, el que cuida con el saber y el afecto
Para poder ser empático es fundamental “escuchar” al paciente. ¡Y dijo escuchar y no oír! Escuchar significa dirigir todos mis sentidos hacia el otro, el que me está enviando un mensaje.
Por lo tanto, para escuchar a los pacientes, los médicos debemos estar atentos a todos sus lenguajes: el lenguaje hablado, sin dudas, es clave pero, ¿es el más importante? Después de más de treinta años de profesión he aprendido que la respuesta a esa pregunta es un rotundo NO. El lenguaje corporal es muy difícil de manejar conscientemente, convirtiéndose entonces en la verdadera expresión del alma.
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El médico debe saber leer ese lenguaje no verbal que se expresa a través de los gestos del rostro, la postura corporal, etc. Muchas veces las palabras se expresan en un sentido pero el lenguaje corporal lo hace en uno bien distinto, entonces... ¿A cuál de los dos debe creerle el médico? A ambos, el alma del paciente se comunica con nosotros por medio del lenguaje corporal y el cerebro lo hace a través del verbal.
Nuestros pacientes son cuerpos y almas, es decir, que un médico empático debe captar todos los mensajes que el paciente emite
Y aquí llegamos al motivo que me movilizó a escribir esta nota. Estamos en una situación sin precedentes: atravesamos una pandemia por COVID-19. Si interactuamos con nuestros pacientes en forma presencial, los mismos tienen medio rostro tapado por una tapabocas, barbijo, mascarilla o como nos guste llamarlo.
Si nos contactamos con ellos en forma remota, lo hacemos a través de la pantalla de algún dispositivo digital, la cual, la mayor parte de las veces, no nos permite ver al paciente de cuerpo entero.
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Estas nuevas circunstancias nos obligan a re-pensar nuestra forma de interactuar con nuestros pacientes, debemos re-aprender a leer el lenguaje no verbal. Otro aspecto importante en la relación médico-paciente es el contacto físico, el saludo a través del beso o un apretón de manos, el abrazo para consolar ente la adversidad o para celebrar un éxito terapéutico.
El COVID-19 nos obliga a no tocarnos, a mantenernos lejos del otro. Se plantea entonces la necesidad de re-aprender también la expresión de la contención, la protección, en definitiva de la “empatía”
Los seres resilientes aprovechan las adversidades para re-inventarse, convirtiéndose en personas nuevas, más fuertes, más sabias. El COVID-19 nos obliga y al mismo tiempo nos da, a los médicos, la chance de ser resilientes, de re-aprender cómo vincularnos con nuestros pacientes.
El objetivo final de todo médico es cuidar a sus pacientes, cuidarles el cuerpo y el alma, escuchando lo que ambos tienen para decir. Seguiremos escuchando palabras, pero deberemos re-aprender a leer las miradas, que es una de las tantas cosas que esta pandemia vino a enseñarnos.
- Prof. Dra. Adriana Bermúdez (MN 75920). Médica tocoginecóloga. Jefe Sección Ginecología Oncológica del Hospital de Clínicas de Bs. As.
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