Según un informe elaborado por el Observatorio Europeo de las Drogas y Toxicomanías y basado en el análisis de las aguas residuales de 60 ciudades europeas, la capital catalana es la ciudad de Europa con mayor consumo de cocaína entre sus habitantes: 965,2 miligramos al día por cada 1.000 personas.
Una de las evidencias contundentes de esta problemática es que en Barcelona, por ejemplo a diferencia de Zürich, la segunda en el ranking con un consumo de 934,3 miligramos, el consumo entre los barceloneses se concentra de lunes a viernes y no el fin de semana. Es decir, los consumidores utilizan la cocaína de manera habitual para ir al trabajo o a la universidad.
Esta situación genera una creciente preocupación no solo en las autoridades de la salud pública española sino en toda la población, ya que los efectos devastadores del consumo se hacen cada vez más evidentes
Un artículo publicado en el sitio español Código Nuevo muestra datos que revelan la actual situación del consumo de drogas en ese país pero además y esto es que llama más la atención, recoge impactantes testimonios de personas que han visto afectadas severamente sus vidas. Reproducimos aquí parte de esa nota:
La vida transformada
“Sentía un bienestar que no era real, una sensación de euforia que acabó llevándome a consumirla siempre que podía”. Son las palabras de Francisco (nombre ficticio), un adicto a la cocaína de 38 años que lleva los últimos 22 años de su vida luchando por dejar atrás su adicción al polvo blanco.
Aunque consiguió mantenerse alejado durante cuatro años tras una primera rehabilitación, una recaída le llevó a solicitar la ayuda de ITA Adicciones donde recibe tratamiento desde hace 17 meses.
Si biern cada vez hay más conciencia respecto al flagelo de las adicciones y la importancia de la prevención y el tratamiento, muchas personas desconocen que la mayoría de las sustancias que causan adicción pueden afectar circuitos cerebrales y en consecuencia, puede ocurrir que controlar o interrumpir el consumo resulte muy dificultoso.
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“Comencé con la cocaína a los 16 años por la influencia de persona mayores que ya la consumían. No entendí que tenía una adicción hasta que toqué fondo verdaderamente: sentí que mi salud se resentía y tenía miedo a morirme”, explica desde las instalaciones de la Unidad Residencial de Adicciones Can Rosselló a las afueras de Barcelona.
Barcelona, a la cabeza en consumo de cocaína
El informe Alcohol, tabaco y drogas ilegales en España de 2015 apuntó a que la edad promedio para iniciarse en el consumo de cocaína en España es de 21,3 años. Y a nivel general, nuestro país también lidera desde hace una década el consumo de cocaína y cannabis en Europa con 2,3 millones de jóvenes entre sus consumidores.
Aún así, el porcentaje de personas que, como Francisco, acuden a centros de desintoxicación sigue siendo inferior al de otras drogas como el alcohol —el 35,5% de las personas en rehabilitación en España lo hacen a causa del alcohol mientras que el 24,6% lo hacen por la cocaína y el 21% por el cannabis—.
Muchos pasan décadas consumiendo hasta que se dan cuenta de que su adicción está arruinando sus vidas y otros, directamente, jamás se dejan ayudar. “Acudí a terapia cuando ya era demasiado tarde. La adicción había roto mi matrimonio, tuve que volver a casa de mis padres y sigo incapaz de dejarlo por mí mismo”, confiesa Miguel (nombre ficticio) que a sus 46 años lleva 16 esnifando y cinco tratándose en ITA Adicciones.
“Cuando dices ‘yo controlo’ es la primera señal de alarma. Me he dado cuenta de que las adicciones nunca se controlan, que uno no sale solo”, dice.
Las adicciones nunca se curan solas
Para Gloria González, directora del centro especializado en el que están Francisco y Miguel, las posibilidades de recuperarse de una adicción a la cocaína están “en torno al 70%” siempre que se realice “un buen tratamiento de desintoxicación y exploración de la problemática de base”. Partiendo de que “una adicción nunca se controla por uno mismo”, González insiste en la importancia de que las personas en el entorno de los consumidores estén atentas a los síntomas que podrían indicar que un familiar, un amigo, un compañero de trabajo o tu pareja han entrado en un callejón sin salida.
“Los cambios repentinos de humor y estado de ánimo, la falta de responsabilidad, la agresividad, el aislamiento, la disminución del peso y el apetito así como problemas económicos, suelen ser indicadores de que una persona padece una adicción”, resume.
Sin embargo, lo que más preocupa tanto a Francisco como a Miguel, es que, en muchas ocasiones, la sociedad no es consciente de los riesgos reales de la cocaína y, por ello, no se toman en serio las señales.
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A pesar de que informes como la Encuesta sobre Uso de Drogas en Enseñanzas Secundarias en España (ESTUDES), apunten que la percepción de riesgo de los más jóvenes se ha mantenido por encima del 95% desde el año 1994, ambos consumidores insisten en que los jóvenes “no tienen idea del peligro que supone para sus vidas”. En este sentido, González advierte que las personas que se encuentran en una situación de adicción suelen crear una “falsa realidad” en torno a ellas que les impide ver el problema y, por tanto, recibir o aceptar la ayuda de su entorno.
‘Desengancharse’: un proceso largo pero gratificante
Como lamenta Miguel, el proceso de aceptar que se tiene una adicción y ponerse en manos de profesionales no es algo que se produzca de la noche a la mañana: “Yo pasé 10 años intentándolo dejarlo por mí mismo. El proceso es muy difícil y largo. Puede que me ocupe toda la vida, pero es muy gratificante”.
Por su parte, Francisco reconoce que “al principio no sabía qué hacer, dónde ir ni a quién acudir”, pero admite que, en la actualidad, disfruta con lo que hace y eso le ayuda a sobrellevar su tratamiento. A ambos les ayuda más de lo que esperaban contar sus experiencias y divulgar sobre los riesgos de este tipo de sustancias en fundamental para prevenirlo. Pero, también quieren transmitir que si se llega a caer en una adicción, se puede salir.
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