Está bueno reírse. Los conocedores del cerebro, de las hormonas y todas esas cuestiones tan interesantes que hacen a la salud física, sabrán decir qué beneficios trae al cuerpo el poder generar "eso" que llamamos risa, que se produce más a menudo entre aquellos dados a tomarse la vida con cierta alegría y capacidad de asombro.
A su vez, aquellos dados al estudio de la salud emocional y sus adyacencias no dejan de alabar a la risa, viéndola como causa y consecuencia de una sana actitud vital. Dicen estos conocedores que es importante reír lo que se pueda, incluso valoran hacerlo en relación con avatares supuestamente negativos, que, al no ser tomados demasiado en serio, disminuyen su capacidad de daño al toparse con un ánimo dado a evitar el exceso de dramatismo.
Es verdad que hay risas y risas. Como ejemplo de esa variedad está aquella risa sarcástica, casi envenenada, del que se descarga de sus frustraciones a través de burlar o humillar a alguien. Otro ejemplo, que se encuentra en las antípodas, es la risa pura de un chiquito que se asombra ante la aparición (y desaparición) del rostro de su madre, en el clásico juego del "¿dónde está?, ¡acá está!" que llevan adelante los humanos desde tiempos inmemoriales.
Reír desde la panza, con lágrimas en los ojos, sin parar? no pasa a menudo por nuestros pagos
Somos más dados al sarcasmo, al doble sentido, que si bien genera un reír no llega a la carcajada que cobra vuelo propio y dobla en dos al que la vive en plenitud.
La risa emerge a partir de diferentes niveles de sorpresa, de asociaciones inesperadas, de irrupciones de lógicas distintas a las que se venían dando y, sobre todo, aparece en clave de vitalidad, sobre todo cuando se habita la alegría.
Difícil es que cuando reina el miedo aparezca la risa. También es casi imposible que aparezca cuando se está en un ambiente en el que lo esencial es controlar las cosas
Reír es una descarga, sí, pero es más que eso. Significa un atisbo de complicidad con esa cósmica forma que tiene el destino de tallar su propio devenir. A la vez, es una celebración (mejor cuando es compartida) que aparece al entender una suerte de texto subyacente que existe en lo cotidiano, ese pensamiento o sentimiento oculto que se expresa en clave de parodia por debajo de tantas circunstancias "serias".
Añoramos esa risa del bebe que ríe desde la barriga, la carcajada sin mediación del doble sentido o de la "inteligencia" de los chistes ilustrados y plagados de sobreentendidos. A veces la risa aparece cuando se toca el puro instinto, como esos chistes escatológicos que, de perdurar excesivamente, arruinan momentos y hacen sentir mal.
La risa y el humor no siempre van de la mano, pero son hermanos. El humor ríe pero, sobre todo, sonríe, lo que es maravilloso pero tiene aristas distintas de aquello que genera carcajada. Es verdad que esa capacidad de tomar con humor las cosas ayuda a ubicarnos en un lugar más grande que nuestra circunstancia, esa que a veces nos abruma y asfixia y que, cuando nos podemos reír de ella (al menos un poco), podemos ubicar en su justa dimensión. Tomarse demasiado en serio es algo desaconsejable, por cierto.
No todo es risa en la vida, lo sabemos bien. Pero no reír no nos hace más inteligentes o profundos
La seriedad genuina a veces va con risa incluida, como ese reír del Buda o de los sabios que incluyen la alegría en su menú existencial.
Vale entonces reírse, poco o mucho, pero hacerlo cada tanto. No soluciona los problemas propios o los dramas del mundo, pero les da una perspectiva adecuada, sacándole el poder a los demonios de la mente, como para que vivir sea interesante, y no solamente una misión amarga, de la que no tenemos escapatoria.
- Miguel Espeche es psicólogo y psicoterapeuta. Autor del libro "Criar sin miedo". Su sitio. En Twitter: @MiguelEspeche