La sospecha de la presencia de parásitos intestinales puede recaer tanto en personas inmunocomprometidas como en viajeros que provienen de regiones con condiciones sanitarias deficientes. La adquisición de estos parásitos, de los cuales existen numerosos tipos, generalmente ocurre por la ingesta de agua o alimentos contaminados con sus huevos, quistes o formas adultas, así como por contacto dérmico con suelo contaminado, como en el caso de 'strongyloides'. Además, algunos parásitos pueden penetrar a través de la piel, como el 'esquistosoma', al bañarse en aguas contaminadas.
Parásitos intestinales
Aunque los parásitos afectan principalmente al intestino y provocan síntomas gastrointestinales como diarrea, malestar abdominal y prurito anal, su migración a través del cuerpo puede ocasionar síntomas adicionales, como tos nocturna si pasan por los pulmones. Aquellos que penetran la piel, como 'strongyloides' o 'toxocara', pueden causar lesiones o erupciones cutáneas, mientras que la presencia prolongada de parásitos en el intestino puede llevar a malabsorción de nutrientes y síntomas como anemia y malnutrición.
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Entre los síntomas se incluyen diarrea, malestar abdominal, prurito anal y anemia, siendo el rechinar de dientes por la noche un indicio en niños. Aunque la parasitosis en niños no es común, su prevalencia es mayor debido a su exposición a ambientes contaminados. Entre los parásitos más frecuentes se encuentran 'cryptosporidium', 'giardia' y 'ascaris', mientras que los viajeros o inmigrantes pueden contraer 'strongyloides', 'toxocara' o 'uncinarias'. La detección puede realizarse mediante análisis de sangre, análisis coproparasitario y observación microscópica de las heces, así como técnicas moleculares y serológicas.
El tratamiento varía según el tipo de parásito, generalmente consistiendo en medicación oral, aunque a veces puede ser difícil encontrar los medicamentos adecuados debido a su disponibilidad limitada. La capacidad del cuerpo para eliminar los parásitos depende de la cantidad y de la respuesta inmune del individuo, aunque algunos pueden permanecer asintomáticos si la inmunidad es efectiva.
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Sobre si nuestro cuerpo es capaz de eliminarlos, todo depende de la cantidad del parásito y si de la inmunidad de la persona es la adecuada. Pero hay otros que no y hace falta un tratamiento. Otra cosa es que hay algunos parásitos que nos infectamos, entran en nuestro cuerpo y no dan síntomas. Si tenemos bien la inmunidad el parásito está controlado, no se multiplica y no nos da síntomas.
¿Cuándo alertarnos?
Primero, debe haber unos síntomas de partida que hagan dudar de la existencia o no de parásitos. Posteriormente, esto se puede comprobar a través de un análisis de sangre, donde verificar si hay una elevación de los eosinófilos, que sucede a veces, al igual que en el caso de las alergias.
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Cuando hay elevación de los eosinófilos en los análisis de sangre se puede sospechar de ello. Pero no todo el mundo los tiene elevados en estos casos. Después, se realiza un análisis de las heces (análisis coproparasitario), que lo hace un parasitólogo; al tiempo que se puede realizar una observación directa al microscopio de las heces. También se puede hacer mediante técnicas moleculares en algunos tipos de parásitos, además de que se puede conocer si se ha estado en contacto con algún tipo de parásito o no en la serología, al contrastar la respuesta de los anticuerpos.
El tratamiento en estos casos depende del parásito e indica que son tratamientos orales la mayor parte de ellos, es decir, con medicación, si bien indica que es difícil encontrar algunos de ellos porque los medicamentos son extranjeros en algunas ocasiones.
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