En muchas ocasiones, cuando estamos practicando algún deporte o nos estamos ejercitando, sentimos algunos extraños dolores que aparecen de la nada. Por lo general se suelen pasar por alto estos efectos, pero a la larga pueden llegar a ser una alerta para enfermedades graves.
Dolores durante la actividad física
Hacer ejercicio es una de las mejores opciones para mantener una vida fuerte y sana, pero excederse de la actividad física puede traer sus consecuencias, como por ejemplo el aumento transitorio del riesgo cardíaco.
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Al momento de hablar de posibles riesgos haciendo actividad física, estos se intensifican o tienen mucha probabilidad de ocurrir en persona que ya cuenten con factores de riesgo preexistentes. Estos factores son el hipercolesterolemia (tener el colesterol alto), hipertensión (presión arterial elevada), exceso de peso, tabaquismo y antecedentes familiares de enfermedades cardíacas.
Es muy común observar que, por ejemplo en partidos de fútbol (amistosos o federados), algunas personas presenten dolores de pecho al jugar. Y por lo general no todas esas personas reconocen ese síntoma o no le dan mucha importancia.
La incidencia de infarto o muerte súbita en el deporte es extremadamente inusual, pero es necesario saber escuchar a nuestro cuerpo
Algunos deciden tomar esa advertencia para hacer una consulta médica más tarde, otros prefieren descansar unos 5 o 10 minutos antes de volver a la cancha, pero en la mayoría de los casos los síntomas que aparecen son ignorados. Esto es preocupante, ya que si con el paso del tiempo ese síntoma se sigue repitiendo cada vez que hacemos actividad física, nuestro organismo nos está queriendo decir algo.
A qué síntomas hay que prestarles atención
Es importante conocer cuáles son los dolores que potencien a un infarto u otro tipo de reacción en el organismo, para tenerlos en cuenta al momento de que nos pase.
En ese sentido podemos empezar reconociendo el dolor retroesternal, el cual es el síntoma de infarto de miocardio. Es una molestia que se siente en la zona del pecho (más específico, en donde nos ponemos la corbata) y que puede o no irradiar hacia el cuello, la mandíbula, la espalda, o ambos brazos.
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Entre otros de los síntomas a los que hay que estar atentos, encontramos:
- Mareos o inestabilidad en la marcha.
- Fatiga exagerada (para el esfuerzo que estamos haciendo).
- Mucha transpiración.
- Sensación de palpitaciones o de que el corazón está latiendo de manera irregular.
- Ardor en la zona del estómago, náuseas y hasta signos de indigestión.
Si bien estos no están asociados generalmente a un infarto, se han observado con bastante frecuencia en pacientes que consultan luego de estos episodios y que al estudiarlos se detecta que han padecido un ataque cardíaco, muchas veces diagnosticado hasta semanas o meses después del evento.
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