10 de abril de 2014.
Les pasó lo que les pasa a muchas parejas que se ven obligadas a jugarse en un consultorio el sueño de un hijo: con el correr de los años, Ana y Ariel se fueron deshaciendo en un puñado de funciones, cálculos y valores de laboratorio. Ariel pasó a ser un "factor masculino severo" (un hombre sin espermatozoides en su semen); Ana, una mujer de treinta y largos, con el reloj biológico en contra; el vínculo, un desencuentro. "No había con qué -repasa ella-. Tras años de tratamientos, la sentencia de muerte también alcanzó a mis ovarios y quedamos empatados: pareja estéril, sin otro horizonte que la adopción. Jamás imaginé que algún día estaría pujando en una sala de partos para conocer a mi hijo".
El "milagro" que describe esta pareja de Lanús se llama embriodonación y es una técnica de reproducción asistida poco promocionada pero cada vez más frecuente en el país. Una práctica que avanza regalando vida donde no la hubiera habido, pero en un marco de absoluta anarquía, sin ningún tipo de regulación del Estado.
La infertilidad es un camino difícil de transitar, que suele llevarse puesto a muchas parejas. Cuando dos personas se ven obligadas a jugarse en un consultorio el sueño de un hijo, la intimidad y el vínculo se ven afectados en múltiples formas
"La donación de embriones es una excelente opción para parejas con varios fracasos en tratamientos de fertilidad, para mujeres de más de 40 sin pareja o para matrimonios que dependan de la donación de óvulos o espermatozoides y prefieran recibir un embrión para encarar el embarazo en igualdad de condiciones respecto a ese hijo", explica la doctora Stella Lancuba, del Centro de Investigaciones en Medicina Reproductiva. A la vez, es más barato: el procedimiento puede costar entre 10 y 30 por ciento de lo que sale un tratamiento de fertilidad.
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Claves de la embriodonación
Existen dos tipos de embriodonación: la tradicional, que es la donación de embriones criopreservados de pacientes que resolvieron no usarlos y dejarlos a cargo de la clínica; y una modalidad nueva y creciente que es la recepción de un embrión, en general en fresco, fecundado con ovocitos y espermatozoides de donantes voluntarios y anónimos, pero chequeados: "Se les hacen estudios infectológicos, inmunológicos y genéticos para garantizar al receptor ciertos estándares de salud o la ausencia de enfermedades hereditarias, y se seleccionan los donantes en función de la apariencia física de la pareja que los demanda. La gente no tiene por qué adoptar a ciegas", explica el doctor Roberto Coco, al frente de Fecunditas. En algunas clínicas, hasta preguntan a los receptores si prefieren alguna religión.
Nada de eso les dijeron a Ana y Ariel, cuando se entregaron a la propuesta del doctor Fernando Neuspiller, del IVI Buenos Aires. Sólo les dieron dos certezas: "ni africano ni oriental". Un mes después, Ana le rogaba a la telefonista que se volviera a fijar: "¿Es positivo?". Sí, serían papás. Iván nació en octubre de 2008. Su mamá fue a la cesárea como a una fiesta.
El encuentro sexual se convierte en datos médicos: calidad ovárica, de líquido seminal, coitos programados y otras yerbas. El vínculo atraviesa una etapa de desencuentro: enfrenta una discapacidad, debe hacer duelos, elaborar, soltar y abrir el corazón y la cabeza hacia nuevas opciones
Vacío legal
Aunque hace más de tres décadas que los tratamientos de fertilidad implican el congelamiento de embriones, en Argentina ninguna ley regula esta práctica. El Estado sólo intervino una vez, a partir de una medida cautelar presentada en 1993 por el abogado Ricardo Rabinovich para que se "protegiera" a los embriones congelados. El juez Miguel Güiraldes entendió que debían respetar los "derechos personalísimos de los embriones", y nombró a Rabinovich "tutor especial" de todos. En 1999, la Cámara Civil confirmó el fallo y ordenó al Gobierno porteño que hiciera un censo semestral de los embiones congelados e identificara a sus padres. Los centros de fertilidad apelaron y la causa quedó parada hasta 2006, cuando Rabinovich fue reemplazado por una defensora de menores que aceptó mantener bajo reserva la identidad de los padres. Según el primer fallo, antes de realizar cualquier donación habría que avisar al juzgado. Pero allí dicen que jamás recibieron ningún pedido.
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Nadie sabe tampoco cuántos embriones congelados hay en el país. "Es un dato imposible de obtener. Todos los días se congelan y descongelan embriones", explica Marcos Horton, al frente de la Sociedad Argentina de Medicina Reproductiva. En 2006, cuando la Justicia ordenó el primer censo, ocho clínicas enviaron sus datos: había 12.000, sólo en Capital.
Los expertos coinciden en que cada vez se congela menos, porque las técnicas mejoraron. "Antes, el 50% de las parejas que hacía una in vitro guardaba embriones. Hoy sólo los hace el 20%, y la tasa de embarazo es mucho mayor", precisa Lancuba.
Por supuesto, hay mucho para celebrar. La ciencia avanza sembrando vida donde mandaba la infertilidad. Pero cuando la naturaleza dice no, generar vida con el propio cuerpo depende, en muchos casos, del tamaño de la billetera. "¿Qué es más importante para ustedes, un hijo o un auto?", cuentan Ana y Ariel que les dijeron tras el fracaso del tercer tratamiento. "Llegué a laburar de asistente en uno de los centros para obtener un descuento. Me sentí humillada. Tuve que llevar hasta el resumen anual de la tarjeta para demostrar que no podía pagar tanto. Los médicos están en un lugar de mucho poder. Te cobran 200 pesos la consulta, tienen arreglos con las farmacias que venden la medicación, que es carísima, y casi nadie te da factura por nada", revela Ana.
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En la mayoría de los centros, las parejas que congelan embriones se ven obligadas a firmar un consentimiento informado en el cual aceptan su donación si deciden no usarlos o si dejan de pagar la cuota anual de mantenimiento. "Antes de criopreservar embriones pedimos que dejen por escrito si los usarán más adelante o los donarán. El 80 por ciento acepta donar", cuenta Lancuba. En otros lugares, el consentimiento informado es cosa del pasado. "Yo no estoy a favor de la donación de embriones excedentes, aun si la pareja lo dejara por escrito, porque esos documentos se firman en momentos de fuerte asimetría entre médico y paciente", dice Coco. Ningún centro brinda cifras respecto de cuántas parejas "abandonaron" a sus embriones.
"Nosotros no pensamos en el después. Queríamos tener un hijo y en 1999 encaramos los tratamientos con una mirada de corto plazo", cuenta Mariela, de Devoto. En el segundo intento lograron ocho embriones de excelente calidad. Tuvieron mellizos. "Con el tiempo resolvimos que la familia llegaba hasta ahí. No teníamos posibilidades económicas para tener otro hijo", repasa. La crisis de 2001, cuenta, los destruyó. "Pasamos varios años sin pagar el mantenimiento de los embriones, que de 300 pesos por año subió a mil", confiesa Mariela. En 2007, los llamaron de la clínica para avisarles que debían 1.500 dólares. "Si no los pagábamos, los embriones quedaban a cargo de ellos para donación y la deuda se condonaba. Fue duro, pero aceptamos."
Los embriones se congelan, se guardan, se donan, se investigan y se descartan bajo la más completa anarquía o al amparo de autorregulaciones éticas que se imponen la mayoría de los médicos y clínicas de fertilidad. Es tal el nivel de incertidumbre que ni siquiera hay palabras para nombrar tendencias y prácticas cotidianas. El abogado Roberto Arribere, especialista en bioética, explica que es incorrecto incluso hablar de donación. "Cuando se trata de material biológico que es fruto de los procesos derivados de las nuevas técnicas de reproducción se habla de 'dación'. Es un acto unilateral, que no requiere aceptación previa por parte del receptor. Tampoco los embriones son 'adoptados', porque estaríamos hablando de una adopción prenatal y, según la Constitución, sólo se pueden adoptar nacidos vivos", explica. A su vez, en Argentina la madre es la que da a luz, la que pare. Entregar un embrión, por tanto, es ceder para siempre la maternidad.
En ese marco, la donación de embriones plantea nuevos desafíos al derecho a la identidad. En Argentina nadie sabe qué ocurrirá en el futuro, cuando una norma establezca derechos y obligaciones. "Todos los sistemas de dación provenientes de bancos de donantes se basan en el anonimato recíproco entre dadores y receptores, para evitar futuros reclamos por desconocimiento de paternidad o posibles derechos alimentarios y sucesorios. Por eso el consentimiento informado es clave. El mayor problema se presenta en los casos en que la dación no proviene de donantes de bancos sino de familiares o personas conocidas, porque a la cuestión legal se suma el entrecruzamiento de roles familiares o sociales", dice Arribere.
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Según el abogado, "la tendencia predominante reconoce que los receptores y los hijos nacidos a partir de la embriodonación tienen derecho a conocer una información general de los donantes que no incluya su identidad. Pero ante una situación de peligro para la vida o la salud del hijo, o cuando sea necesario para el esclarecimiento de un delito, la identidad de los donantes puede ser revelada, sin que eso cree una relación jurídica entre ellos", explica.
El tema de la identidad desvela a los padres receptores. "¿Cómo contarle a Iván la historia de su concepción?", se angustia Ana. "Le vamos a decir la verdad porque le pertenece, saber es su derecho. Pero todavía no acordamos qué vamos a decirle", confiesa Ariel. ¿Cómo explicarle que su cuerpo tiene los genes de otra pareja, pero que estuvo en la panza de Ana y tomó su teta durante un año? ¿Es adoptado? ¿Importa?
Las lagunas legales llenan de fantasmas a los padres receptores. Desde que nació Iván, por ejemplo, Ana nunca lo llevó a Capital. Teme, dice, encontrarse con algún chico muy parecido y que sus padres sospechen que Iván es fruto del embrión que alguna vez donaron. "Es una tontería, ya sé, pero ¿cómo combato ese miedo?"
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Claves: qué es la embriodonación
La embriodonación es una técnica de reproducción asistida que se ha convertido en una buena opción para aquellas parejas con varios fracasos en tratamientos de fertilidad, para mujeres de más de 40 sin pareja o para matrimonios en los que uno de los dos miembros necesita recurrir a la donación de gametos y ambos deciden recibir un embrión para encarar la paternidad en igualdad de condiciones genéticas respecto a ese hijo.
"La embriodonación es el proceso en el cual una mujer o pareja recurre a embriones donados para poder conseguir el deseo de ser padres. Es un tratamiento que se indica en parejas cuya causa de infertilidad es tanto por factor femenino como masculino, mujeres solteras y parejas de lesbianas”, explica a Buena Vibra la doctora Doris Raso, Coordinadora del Departamento de Ovodonación del IVI Buenos Aires.
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Darse tiempo y digerir una decisión difícil
Aceptar un problema de infertilidad es un proceso que lleva tiempo y, en la mayoría de los casos, es necesario el apoyo de un psicológico. Por eso, cuando la única opción para lograr el sueño de ser padres es la embriodonación, es fundamental darse el tiempo y espacio para tomar una decisión a conciencia. “En las consultas vemos que no es una cuestión de género la aceptación de hacer un tratamiento de Reproducción Asistida con gametos donados sino que está más bien relacionado con cuán procesado tiene cada paciente el hecho de prescindir el hecho de tener hijos con gametos propios”, explica la Lic. María Villamil, psicóloga de IVI Buenos Aires.
La personalidad de cada miembro de la pareja juega un rol muy importante a la hora de transitar este camino que no es fácil y que implica, en muchos casos, elaborar duelos y sentimientos de pérdida
“Los pacientes se enfrentan con los últimos recursos que la ciencia les puede brindar para ser padres. Es durante este proceso que la pareja debe comenzar a realizar un duelo donde tendrá que renunciar a "lo esperado", a lo que se planificó como proyecto familiar y evaluar otras alternativas. En el caso de la Embriodonación, como mencionamos anteriormente, hay que prescindir el tener hijos con vínculo genético”, agrega Villamil.
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Una vez que la pareja ve esta posibilidad como camino a la parentalidad, se podrán abrir para trabajar miedos, ansiedades y fantasías relacionadas con el tratamiento. Una vez avanzado ese proceso que es interno, psicoemocional, la ciencia pone a disposición nuevas opciones que son, para muchos, el sueño de un hijo hecho realidad.
La embriodonación como camino
No todos los centros de fertilidad ofrecen la opción de la embriodonación. Y, a la vez, la cantidad de embriones congelados "sobrantes" es menor cada año gracias a la "friendly FIV": la ciencia ha avanzado y hoy se logran excelentes resultados con "material biológico" de mejor calidad, con lo cual se generan menos embriones y se transfieren dos o tres como máximo. Hoy el porcentaje de parejas que guarda embriones es bajo en relación a años anteriores. La tendencia es, más bien, criopreservar ovocitos o muestras de semen.
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Técnicamente, hay dos posibilidades de embriodonación: la tradicional, que es la donación de embriones criopreservados de pacientes que resolvieron no usarlos y dejarlos a cargo de la clínica; y una modalidad nueva y creciente que es la recepción de un embrión, en general en fresco, fecundado con ovocitos y espermatozoides de donantes voluntarios y anónimos, pero chequeados: se les hacen estudios infectológicos, inmunológicos y genéticos para garantizar a los receptores ciertos estándares de salud o la ausencia de enfermedades hereditarias, y se seleccionan los donantes en función del fenotipo -la apariencia física- de la pareja que los demanda.
La embriodonación es un proceso que tiene varios pasos:
- Selección y asignación de embriones: la donación es un proceso anónimo y desinteresado. En IVI los embriones donados son sometidos a un Diagnóstico Genético Preimplantacional, asegurando así que sean sanos y no tengan ninguna patología congénita.
- Preparación endometrial de la mujer receptora: la paciente tomará una medicación que proporciona a su útero la capacidad de que implanten los embriones transferidos.
- Desvitrificación de embriones y transferencia: una vez que el endometrio esté convenientemente preparado, se desvitrifican los embriones donados y se procede a su transferencia en el útero de la receptora. La transferencia consiste en la introducción del embrión dentro del útero materno con la ayuda de una cánula especialmente diseñada para ello. El procedimiento se lleva a cabo en la sala de transferencia embrionaria, aunque en este caso no es preciso realizar sedación, ya que es un proceso rápido, indoloro y ambulatorio.
La donación y adopción de embriones avanza en todo el mundo, multiplicando las chances de vida donde la hubiera habido. Sin embargo, faltan leyes que regulen estos procedimientos y establezcan marcos normativos y éticos dentro de los cuales médicos y familias se muevan con tranquilidad. Es lo que se viene. En tanto, la ciencia acerca una posibilidad más de ser padres a quienes sueñan con ello.
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