Las enfermedades nacen de conflictos biológicos, propios de todos los seres vivos. Con la diferencia de que el humano puede simbolizar, soñar, imaginar, fantasear un conflicto o, mejor dicho, la mayoría de sus conflictos son respuestas emocionales (no los propios de tener que sobrevivir en la selva). El cerebro no distingue entre real y virtual, entre lo que es y lo que pienso o imagino que es y genera enfermedades como una solución adaptativa de supervivencia.
Cada órgano y cada patología tienen su biodecodificación específica, y la patología que se va a desarrollar depende de cómo lo viva el paciente, de cuán importante sea la masa conflictiva, de en qué fase del conflicto esté y de qué significa para él tal enfermedad.
¿Cómo actúan las capas embrionarias? Si tengo un conflicto que afecta a un órgano que tiene que ver con la supervivencia, pertenece al tronco cerebral (endodermo) y hace masa en fase activa del conflicto y hace úlcera (agujero) en fase reparatoria.
Si tengo un tumor activo en el estómago, estoy en fase activa del conflicto: hay en el presente en mi vida un “bocado” imposible de digerir normalmente. Puede ser un bocado real (querer comerme un león entero) como le pasaría a otro animal. O puede ser una mala noticia, una pérdida, una estafa, etc. Se originó como toda enfermedad en un shock, un momento en el que no pude procesar lo vivido ni ponerlo en palabras. El cerebro trató de encontrar la solución perfecta: hacer una masa de mayor capacidad de digestión en el estómago. El cerebro no comprende que no hay bocado real, que es simbólico.
Además el estrés que me genera estar en conflicto debe “bajarse” a la biología, para no poner en peligro la vida de la persona (muerte por distracción o agotamiento, las dos causas de muerte en estado de naturaleza).
Cuando el conflicto se resuelve (puedo procesarlo, decirlo, encontrarme con la frustración, o simplemente solucioné prácticamente lo que me afectó), el tumor se desarma con ayuda de las bacterias u hongos. O se encapsula.
Si tengo un conflicto que afecta a un tejido propio del ectodermo (la corteza cerebral que tiene el mando de los órganos que se comunican con el exterior, conductos y tejidos externos que simbolizan el territorio y la comunicación con los demás) como puede ser el cuello del útero, voy a hacer úlcera en fase activa y masa en fase de reparación.
Si tengo un shock relacionado con un conflicto de pérdida sexual, como “me dejaron por otra mujer”, “no soy suficientemente buena”, etc., puedo hacer una ulceración asintomática del tejido. Luego me pueden diagnosticar una tumefacción cuando estoy reparando. O sea, cuando me reconcilio con el hombre o hago una nueva pareja. O simplemente cuando resuelvo mi sensación de desplazamiento.
Por supuesto que no todos los que tengamos conflictos (que los tenemos siempre) vamos a hacer enfermedades. Depende de cuán honestos seamos con nosotros, y por supuesto de las huellas que dejaron nuestros antepasados.
Hay familias más ligadas a un tipo de conflicto que otras. Claro que influye el valor que le damos a las cosas. Si siento que mis hijos, mi casa y mi trabajo son MÍOS, mi territorio, estoy más expuesta a sufrir un conflicto de pérdida de territorio cuando alguna de estas estructuras se desvanezca. En cambio, si creo que las cosas pasan por algo y me entrego con confianza al destino, siento la oportunidad que trae la crisis, voy a tener una vivencia psíquica y por lo tanto corporal distinta. Por supuesto, para decodificar necesitamos diagnósticos médicos claros. Por lo que nos interesa un trabajo interdisciplinario y no excluyente con el sistema médico. Un decodificador no es un médico ni reemplaza su labor.
Se sana quien le da permiso a su cuerpo para autosanarse. Quien se mira a sí mismo, habla con su cuerpo, se pregunta, busca las causas de las causas y se anima a mirar desde los lentes de otros paradigmas.
Había una vez una humanidad que creía que el planeta era plano, si sosteníamos el proceso de caminar hacia cualquier lugar, llegaríamos a caernos, a la muerte, al fin de la vida. Había una vez una humanidad que creía que la enfermedad era plana, que si la dejabas seguir su camino sin intervenir, te caerías al vacío o te morirías.
¿Y si fuera redonda? ¿Y si la enfermedad fuera eso que vivimos, sin darnos cuenta, justo antes de empezar con algún síntoma? ¿Por qué dicen que lo similar cura lo similar? Si nos sentimos enfermos, lo más apropiado es ingerir más enfermedad, desde afuera, es como objetivarla en el exterior para poder comprenderla y aceptarla, ya que la enfermedad es información que tiene que ser decodificada. Para un depresivo no hay nada más sanador que escuchar historias de depresivos y pintar el cuarto de gris, la enfermedad se pone afuera, se mira, se le siente el gusto y al interior no le queda otra que cambiar. Pero se trata de un proceso de autoconocimiento y de valoración personal, primero tengo que evaluar qué tengo, qué beneficios me trae estar enfermo, qué quiere decirme, por qué llegó y adónde quiero ir.
La salud solo puede nacer de la enfermedad como la noche nace del día. Todo es ritmo, cíclico, evolutivo y arquetípico al mismo tiempo. Siempre hay un momento bueno para algo y ese mismo momento es malo para otra cosa, hay que aprender cuándo es un buen momento, ese es el entrenamiento del autodiálogo.
Los estudios del Dr. Hamer revolucionaron la óptica de las ciencias médicas. Él descubrió, a raíz de su tumor de testículos, que todos los tumores del mismo órgano se originaban en un suceso anterior de características similares. Luego descubrió que en una tomografía computada se podía ver en el cerebro la lesión del órgano que correspondía y su evolución, cosa que no es aceptada por la ciencia hasta hoy porque cambia todo el enfoque de la medicina, a pesar de las demostraciones empíricas.
El cerebro envía la orden de producir tal o cual enfermedad como respuesta a un conflicto al que le busca la solución a nivel biológico. Cuando nos sucede algo subjetivamente dramático, que nos sorprende y nos excede de manera que no lo podemos analizar, discriminar, intelectualizar, verbalizar, el cerebro activa mecanismos de supervivencia, programas ancestrales, ya que el cerebro primitivo considera que es conflicto nos pone en peligro, y dependiendo del tipo de conflicto, va a efectuar cambios celulares en diferentes órganos con el fin de solucionar el conflicto y salir de una situación de peligro.
Si tenemos un conflicto de no poder nutrirnos, digerir o reproducirnos, va a reaccionar la hoja embrionaria del tronco cerebral (cerebro antiguo) que gobierna los órganos de la digestión y produce tumores o proliferación celular para mejorar la función de estos. Si, por ejemplo, tengo un conflicto de separación (real o simbólica, para el cerebro es igual), reaccionará la corteza cerebral (la parte más nueva del cerebro) que gobierna los órganos relacionados con el contacto como la epidermis, y los tejidos lo que hacen es ulcerarse para hacer lugar y permitir el contacto que se necesita. Los tumores que aparecen en estas zonas son fases de reparación, relleno de las úlceras anteriores, que no daban síntoma.
No estamos hablando de terapias alternativas (que mucho respeto y practico), sino de una teoría basada en las nuevas neurociencias.
Los descubrimientos científicos siempre primero son “brujería” hasta que quiebran y se suceden los paradigmas. Misteriosamente, en mi trabajo con obstetras y pediatras he descubiertoque incluso aquellas cosas apoyadas por los descubrimientos científicos tardan varios años en traducirse al accionar médico diario en el consultorio. Las teorías pueden refutarse con el tiempo, incluso esta, basada en la Nueva Medicina Germánica.
Pero lo que me entristece es la falta de amor, empatía y apoyo que tienen los sistemas de salud. Nos infantilizan, nos violentan. “Callate”, “desnudate”, “preguntale a tu médico”, “retirá tu informe”. ¿Quién se cura con miedo? ¿Quién se cura sin poder elegir, o siendo juzgado, decretado y olvidado? ¿Cómo se cura uno del miedo? El miedo sirve, gracias a la tensión y al miedo existe la vida, es supervivencia.
Lo que la naturaleza quiere es reproducirse y sobrevivir, el sobrevivir de todas las especies, por eso un ecosistema es un sistema autorregulado, también el cuerpo, también la célula (como es arriba es abajo, como es adentro es afuera).
La enfermedad sirve, la curación se da sola, lo que llamo curación es la posibilidad de comprender, ver, analizar, distinguir, ver conflictos viejos y nuevos, desencadenantes y estructurantes, hacer consciente lo inconsciente. Y de esta manera no pedirle a la biología que haga lo que nosotros no hacemos desde la conciencia. Si me peleo con el tumor o la enfermedad crónica, no me acepto; si me peleo con el síntoma, me peleo con mi sombra, y qué pasa, me desintegro. Eso es falta de unidad, por lo tanto de salud.
Por Violeta Vazquez, autora de “Basta de repetir la historia Familiar” y de “Dar la Teta”, Ed. del Nuevo Extremo.