Desde que vinimos al mundo estamos atravesando distintas etapas de evolución. A veces en forma inconsciente, y otras con total uso de la razón, vamos creciendo y viviendo entornos de cambio.
Cuando llegamos a adultos, los preconceptos, la cultura en la que fuimos educados y los contextos nos han impuesto un modo de vida, que, cuando se ve desafiado, nos saca del espacio cómodo.
Este es uno de los motivos por los que los cambios en cualquier aspecto de la vida son asumidos por casi todos los seres humanos con una carga negativa, llegando incluso a paralizar las mejores intenciones. ¿Por qué lo vivimos de esta forma? Básicamente, porque en la cultura occidental hemos construido un falso modelo de permanencia en el status quo de las cosas, y todo lo que nos mueva de esa condición nos mueve de raíz.
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Los cambios son inherentes a la condición humana: de hecho, para ir a algo muy imperceptible, las células del tegumento que recubre el cuerpo se renuevan cada 20 ó 30 días. Eso significa que a lo largo de la vida estrenamos pellejo alrededor de... ¡mil veces! Pero tales mudas sólo afectan a la epidermis. La piel es el mayor órgano del ser humano, con una superficie de unos 2 metros cuadrados y 4 kilos de peso.
Imagina entonces que cambiar hábitos, trabajos, relaciones, mudarnos a un nuevo lugar e incorporar lo nuevo, significa niveles mucho más profundos donde también se involucra nuestra emocionalidad.
El cambio es evolución. Es parte del proceso de la vida. Todo el tiempo estamos mutando de piel y de tejidos de nuestros órganos vitales. Entonces, ¿por qué no aceptar lo distinto como una oportunidad de crecimiento? ¿Qué tal si las cosas resultan mejor de lo que fuerzan a pensar nuestras acotadas fantasías?
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Por qué dejar de temer los cambios
Aquí van cinco reflexiones sobre el valor de los cambios, y cómo podemos afrontarlos con la mejor actitud, para ayudarnos a estar mejor preparados:
- Los cambios son parte del equilibrio: aunque parezca de Perogrullo, el estar abiertos y receptivos a la posibilidad de mutar en nuestras elecciones incluso las más profundas, conlleva en sí mismo la búsqueda de un mayor bienestar. La esencia del cambio es mejorar, buscar alternativas que contribuyan a nuestra mejor calidad de vida, entorno, situación o cualquier otro aspecto. Mirado desde esta perspectiva, el cambio se convierte en un escalón de infinitas posibilidades de crecimiento.
- Cambiar es poder cerrar parte del pasado: muchas veces hay situaciones que nos persiguen cíclicamente, como si estuviésemos entrampados en ellas. Al elegir algo completamente diferente –incluso si lo hacemos en forma gradual y programada lo mejor posible- el resultado ayudará a alejar esos fantasmas y a prepararnos mejor para un punto de vista novedoso que, a su vez, nos abrirá la puerta a mejores experiencias que iremos incorporando en la historia de vida. Si podemos soltar esa parte del pasado que nos ata incluso a situaciones dolorosas, llegaremos cada vez más a un nivel de maestría interna que contribuirá a ser más flexibles ante cada desafío que se presente.
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- No fantaseemos en negativo: Otra gran carga de la “mala prensa” que tienen los cambios es colocar en un nivel inconsciente todas las contras que tiene este proceso. Como se trata justo de eso (un “proceso”) se alimenta y retroalimenta del paso a paso para alcanzar eso nuevo que anhelamos. Aléjate de las personas que sólo quieren que te quedes en el mismo lugar: “es preferible malo conocido que bueno por conocer” nos suelen “aconsejar”. ¡Menudo consejo a costa de aumentar nuestros miedos! Evalúa la situación; establece una meta razonable; consigue información de distintas fuentes; prepara el cambio lo mejor que puedas, y zambúllete como lo harías en una maravillosa piscina de aguas algo movedizas, aunque con la certeza de que siempre saldrás fortalecido de ese baño con lo nuevo.
- Pensá en el resultado exitoso: si estás ante un desafío que tiene un nivel de riesgo –desde muy pequeños hasta gigantes-, ya que vas a fantasear hacelo en grande y teniendo éxito. Sumirse en pensamientos negativos y limitantes sólo atraerá más de eso hacia vos. En cambio, pensá en lo nuevo que obtendrás, cualquiera sea la experiencia que estás persiguiendo al cambiar.
Recordá que los pensamientos crean estados de consciencia, y éstos determinan las acciones que verás reflejadas en la realidad de tu vida. Reemplazá el miedo por acción; la duda por certezas; la ignorancia por conocimiento; lo desconocido por innovación; lo imprevisto por creatividad. No te pierdas la aventura que trae implícita cualquier cambio
- Enfocate en lo que te haga feliz: Esta clave, que parece muy simple, le da sentido a todo lo demás. Hemos venido a hacer muchas cosas en el mundo, y los que tienen la determinación y la valentía suficiente la van construyendo diariamente. Si el cambio que se presenta te trae una porción de felicidad, sería de necios dejarlo pasar. Evaluá, recapitulá tu momento presente, y elegí lo mejor.
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Cuando nos vemos obligados a cambiar
Un capítulo aparte merece el cambio al que somos impulsados por motivos externos o que nos superan, como una guerra, una inundación, un desafío en el área de salud o las pérdidas que ya no podemos recuperar. Es allí donde la templanza y la verdadera fortaleza del Ser se manifiesta con toda su fuerza. Es un escalón, un gran punto de referencia de que no se nos da casi nada que no podamos manejar.
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Es probable que, ante lo inevitable, debamos atravesar por muchos estados emocionales y confrontarlos lo mejor que podamos, con las herramientas que tenemos a mano. Lo que sí es seguro es que, tras algún tiempo –y el período es variable para cada uno- la fortaleza y dominio interno que habremos adquirido será tal que es muy difícil perder de vista todo lo que somos capaces de lograr para rehacer nuestra vida de las cenizas. Y tal vez allí, aunque sea muy doloroso el camino, se encuentre gran parte del significado de esa experiencia que estamos atravesando.
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