
No se trata de ir por la vida, cual niño, manifestando a viva voz cada cosa que nos irrita. Pero tampoco es saludable reprimir y guardarse el enojo adentro de uno.
Según los investigadores del departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológicos, de la Universidad de Educación a Distancia (UNED) de España, existen tres tipos de ira: interiorizada, exteriorizada y controlada. El estudio revela que al comparar la ira manifestada con la interiorizada se observan claras diferencias en lo que tiene que ver con el impacto en la salud.
La conclusión arroja que es preferible expresarla, puesto que, aunque se asocie con mayores niveles de presión sanguínea, un aumento de frecuencia cardíaca y una mayor secreción de adrenalina, la recuperación hasta los niveles normales es más rápida que si se reprime.
"La represión de la ira hace que esos sentimientos perduren durante mucho más tiempo, por lo que, aunque las reacciones no alcancen la misma intensidad, su duración se prolonga, con sus correspondientes alteraciones fisiológicas", explica Ana M. Pérez-García, coautora del trabajo.
La expresión "saludable" del enojo, obviamente, supone límites. Se aconseja "verbalizar la ira, lo cual no significa caer en actos agresivos o violentos", añade la investigadora. Según los expertos, lo preferible desde el punto de vista de la salud cardiovascular es controlar el enfado y llevarlo a expresiones emocionales más favorables.

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La existencia de la ira es inevitable porque actúa como respuesta natural de adaptación del ser humano a las amenazas. Sin embargo, a pesar de que sea un estado emocional inherente a hombres y mujeres, existen casos en los que la ira no sigue los parámetros "normales" y supone un factor de riesgo para las enfermedades cardiovasculares.
"Lo malo no es enfadarse ante un motivo importante para el individuo o frente a situaciones donde la mayoría de las personas reaccionarían de forma similar. El problema está cuando uno se enoja demasiado y ante demasiadas cosas, especialmente si la mayor parte de las personas, ante esos mismos hechos no muestran ira o no lo hacen con tanta intensidad", añade Pérez-García.
Para mitigar la ira, los investigadores recomiendan reevaluar positivamente el problema, recurrir al sentido del humor, distraerse, y hacer ejercicio físico. Y, ante los indicios de tensión, tomarse unos segundos y respirar profundamente. Tu salud, agradecida. Y tu entorno, también.

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