Las palabras positivas tienen una repercusión directa en el funcionamiento del cerebro. Las palabras que elegimos cotidianamente para decir las cosas y para contarnos a nosotros mismos la "realidad" nos cambian, nos definen. Y entrenar el lenguaje para encontrar y usar palabras más acertadas tiene un impacto directo en la salud, el bienestar y en las relaciones interpersonales. Es el mensaje del libro “La ciencia del lenguaje positivo”, del filósofo e investigador Luis Castellanos, editado por Paidós.
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El efecto de las palabras sobre el funcionamiento del cerebro fue comprobado en una investigación de "El Jardín de Junio", centro impulsor de investigaciones en el campo de la neurociencia cognitiva, que a través de encefalogramas comprobó que el 100% de las palabras positivas pronunciadas por un ordenador activaban el tiempo de reacción del cerebro frente a otras negativas o neutras.
Al frente de la investigación, Castellano encontró que palabras como "alegre, feliz, enérgico, animado, activo, ilusionado, orgulloso o reír", que tienen una clara carga positiva, generan una alta activación cerebral.
Usar la palabra “afortunadamente” cada vez que nos topamos con un contratiempo cambia la manera en que percibimos y encaramos el problema. Con el lenguaje adecuado, siempre encontraremos el lado positivo de la vida
Según el investigador, el lenguaje determina la manera en que abordamos la vida y lleva implícito un tipo de acción o de inacción. "Escoger bien las palabras nos puede ayudar a enfrentarnos a nuestros miedos y a motivarnos y animarnos a nosotros mismos, a la par que pronunciamos palabras de aliento para los demás", dice el filósofo.
En el lado oscuro se encuentra el lenguaje dañino, ofensivo, la verbalización de la ira. O incluso el silencio, “una variante silenciosa de la ira, el resentimiento”. Es un lenguaje que “tira por la borda las relaciones con la otra persona”, explica el filósofo. “Una palabra negativa -añade- tiene que estar contrarrestada con cinco positivas si queremos volver a construir algo en una relación”.
Es que todas las palabras, positivas o negativas, están cargadas emocionalmente, por eso el lenguaje forma parte de la inteligencia emocional, aquella que nos permite gestionar nuestras emociones y las relaciones con los demás.
"En la inteligencia emocional lo primero es tomar conciencia de las emociones y, con el lenguaje, tomamos conciencia de nuestras propias palabras. Identificar, abrir esa palabra y habitarla si es positiva y evitarla si es negativa", dice Castellanos. Y propone: "Igual que regulas las emociones, regula tu lenguaje”.
Un buen consejo es escribir una lista de 15 palabras motivadoras de nuestro lenguaje cotidiano, y decirlas en voz alta y escribirlas cuando necesitemos alentarnos. Eso producirá un cambio en nuestro estado de ánimo
Castellanos propone en su libro un plan para aumentar nuestro lenguaje positivo. "El lenguaje nos permite gestionar nuestra propia inteligencia lingüística y emocional. Tenemos un lenguaje interior (el que nos hace ser quien somos) y otro exterior (como queremos que nos vean los demás), pero no engañamos mucho con lo que decimos aunque creamos que sí", dice.
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Castellanos sostiene que el lenguaje positivo es un sistema de protección propio y de los demás en cuanto a energía, sueños, tiempo, futuro, vida y felicidad. Y en su libro, "La ciencia del lenguaje positivo", propone un plan para aumentar nuestras palabras positivas:
- Tomar conciencia de nuestro lenguaje actual.
- Regular nuestro lenguaje mediante el entrenamiento.
- Consolidar el hábito de expresarnos en positivo.
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