Entrevistamos a la nutricionista Luciana Pozzer, correntina de nacimiento y cordobesa por opción. Autora del libro "Más allá del peso", nos invita a revisar nuestra mirada sobre el cuerpo y el sobrepeso para reconciliarnos con el disfrute a la comida y del propio cuerpo.
¿Por qué es importante empezar a hablar de nutrición más allá del peso?
Mi deseo es poder comunicar lo que me parece más importante en una conversación sobre nutrición: aprender a ser conscientes al momento de comer, y librarnos del número que dicta labalanza. ¿Qué significa esto? Poder elegir en libertad aquello con lo cual vamos a alimentarnos para disfrutar de ese acto necesario y humano que también es social y cultural.
Por eso, me interesa compartir información donde el foco está en una mirada más amplia de la nutrición, que implica atender a las emociones y a la historia de cada persona para que la calidad de vida sea mejor. Me gusta la idea de que podamos alimentarnos para estar sanos y fuertes, disfrutando también de los momentos donde la comida nos reúne, como son las fiestas o celebraciones.
Eso me hace abordar la alimentación y su hambre (necesidad de comer) desde lo emocional e individual de cada persona. No busco darle recetas para adelgazar sino que creo que el que hace una consulta es un ser que tiene ganas de estar, verse y sentirse mejor.
No se trata de recetas mágicas sino de alimentarnos saludablemente, lo cual implica una mirada integral del sujeto, que incluye los aspectos físicos de su cuerpo y las sensaciones que lo atraviesan, que es mucho más que el número que dicta un aparato objetivo como la balanza.
¿De qué se trata el abordaje conductual que proponés respecto a la alimentación?
Está indicado para pacientes que necesitan comprender y trabajar los signos de hambre, apetito y saciedad, buscando satisfacción en el acto de comer. Es aquí donde usamos técnicas de comunicación y juntos encontramos la mejor manera de cambiar el comportamiento, dejando de buscar la dieta ideal y tratando de encontrar el abordaje real para cada uno. Es decir, que sea satisfactorio y adecuado para la vida diaria de cada uno. El objetivo principal es establecer metas individualizadas de autocuidado (y esto es diferente en cada persona).
¿Cuáles son las diferencias entre alimentación y nutrición y por qué hacés eje allí?
La alimentación es un proceso fundamental en el crecimiento, equilibrio y desarrollo de los seres vivos que, cuando ocurre de forma inadecuada, puede ocasionar daños en la salud y en el desarrollo de una vida común y corriente. La nutrición se refiere a los nutrientes que componen los alimentos, e implica los procesos inconscientes que suceden en el cuerpo después de que ingerimos alimentos; es decir, la obtención, asimilación y digestión en el organismo.
La nutrición consiste en la incorporación y transformación de los alimentos para que el organismo lleve a tres procesos fundamentales: mantenimiento de las condiciones internas, desarrollo y movimiento, conservando el equilibrio homeostático del organismo a nivel molecular y microscópico. Por ende, son diferentes y complementarios: podemos alimentarnos todos los días consumiendo delivery pero, no nutrirnos de forma adecuada.
¿Cómo operan las emociones en relación a la alimentación?
Conocer la diferencia entre hambre emocional y hambre físico o real concede autonomía para no quedar presos en las emociones que desencadenan una conducta alimenticia, así como tampoco quedar atrapados en las sensaciones posteriores que se presentan minutos después de "comer de más en ese momento particular". Por eso es importante marcar diferencia entre ambas:
- El hambre emocional es un comportamiento alimenticio que aparece como urgente y que es motivado por una emoción que puede ser la tristeza, la exaltación, la culpa, o cualquier otra. Su característica principal es que se percibe desde la mente y se dirige, por lo general, a un tipo específico de comida rica en azúcar y grasa, preferentemente.
Cuando respondemos al hambre emocional, seguimos comiendo aunque sintamos saciedad. Eso luego muchas veces termina generando culpa o enojo con uno mismo.
- El hambre físico, en cambio, es aquel que aparece por gasto calórico o ayuno, se siente en el estómago y los tiempos de espera que tolera son cortos. Se caracteriza por aceptar variedad de alimentos y una vez que la persona se siente saciada, deja de comer. A diferencia del hambre emocional, no aparece la culpa o enojo como emociones asociadas posteriores al acto de alimentarse.
Somos seres emocionales: las emociones nos hacen humanos y no hay que apagarlas sino tratar de comprender cuáles nos motivan para poder entender si estamos “devorando o tragando” porque estamos enojados por algo que sucedió o si, sencillamente,, tenemos hambre porque pasaron muchas horas desde la última ingesta.
Muchas veces la alimentación y la comida están rodeadas de culpa y hasta está mal visto vincularla al deseo y la satisfacción. ¿Cuál es tu mirada al respecto y qué propone el libro?
La culpa es una de las diferentes emociones humanas que existen y eso la convierte en algo natural. Inicialmente, surge de la incongruencia entre lo que creemos que deberíamos hacer o ser y efectivamente hicimos o autopercibimos que somos.
Con la comida pasa mucho porque tenemos la cultura de la dieta instaurada de antemano, lo cual implica restricción, pasar hambre, sufrimiento. Entonces, si comemos y disfrutamos, rompemos esa lógica que nos planteamos desde antes, que asocia dieta a sufrir o pasar hambre. Es allí donde comenzamos a convivir con una sensación de culpabilidad donde caemos en las trampas de las sentencias (propias y ajenas ) y/o juicios que no nos dejan tomar distancia de las situaciones.
Si miramos los hechos desde ahí, siendo culpables, no permitimos el aprendizaje, que es lo que nos habilita a no volver a actuar de esa manera que resultó tan poco satisfactoria.
Entonces, sin culparnos por la culpa, sabiendo que las transformaciones son procesos que llevan tiempo, podemos ir resignificando con una visión más amorosa que nos ayude a disfrutar de la comida, del cuerpo y de la vida en sí misma.
A nivel emocional y con relación a la comida, si en lugar de culparnos aprendemos a disfrutar (acción que debemos aprender a hacer consciente y que lleva tiempo y trabajo) de una porción de torta compartida, de una cena porque tenemos ganas de comer algo en particular, o de un postre en buena compañía, podremos sentirnos bien porque nadie (fundamentalmente nosotros mismos) nos ha prohibido nada.
No hay mayor objeto de deseo que aquel que se prohíbe, así que dejemos de negarnos a eso que queremos y que en justa proporción no dañe… Porque la culpa, ¡daña más!
La relación entre peso e identidad, entre aspecto físico e identidad, es muy fuerte en Argentina. La cultura es así. ¿Cómo combatirlo sin quedarse afuera del deber ser?
El conflicto surge cuando mi imagen personal (que se va formando a lo largo de mi vida, en función de mi percepción y de la mirada externa) es comparada con la del otro. Por ejemplo, yo soy más "gorda o flaca" comparada con alguien o más "petisa o alta" comparada con otro. Es allí donde surgen los inconvenientes. Esta devolución desde el exterior influye en la gestión de nuestra imagen y de nuestra autoestima.
Entonces, si dejamos de poner la mirada en los demás y hacemos foco en nosotros mismos, quizá podamos dirigir nuestra energía y nuestro amor propio para lograr objetivos personales, dejándonos de comparar con un otro que también es imperfecto. Somos todos diferentes y debemos dejar de buscar recetas mágicas para lograr algo. Al ser todos distintos, podremos hacer lo mismo pero quizás obtengamos diferentes resultados y dejemos de disfrutar nuestros procesos por estar enfocados en algo más.
¿Cómo cambiar y resetear la relación con la comida? ¿Es posible?
Claro que es posible, y nunca es tarde. Se da cuando uno está dispuesto a dejar de hacer dietas que tienen principio y final y cambiarlo por hábitos que perduren en la vida. Pero claro, los hábitos cuestan, llevan tiempo, hay que enamorarse del proceso, amar más el camino y el paisaje que el propio resultado, y es posible.
¿Por qué decís que la culpa engorda?
¿Qué nos pasa físicamente con ese estrés emocional que genera la culpa? La respuesta está asociada en una primera instancia con el descanso. El estrés crónico interrumpe el sueño regular y tiene como resultado el desequilibrio de los niveles de azúcar en sangre. Si además de estar estresados, durmiendo mal o poco, nos encontramos haciendo una dieta restrictiva, el hambre aumenta y nos dan ganas de comer impulsivamente.
Ese deseo es una respuesta a un estado de estrés y, por ello, se transforma en un escape emocional: comemos para sentirnos más felices, más completos, más “llenos” o más tranquilos. Además, surge la liberación de cortisol —conocida como hormona del estrés—, que puede provocar en algunas personas el aumento de peso y la acumulación de grasa abdominal y visceral, que es la más peligrosa porque en esa zona se ubican nuestros órganos vitales.
¿Por qué decís que la nutrición también involucra al alma?
Cada ser es único, no solo en lo que su cuerpo necesita, sino en la manera de implementar y ajustar las acciones al mundo cotidiano de cada uno. Es desde allí donde trato guiar mi mirada de la nutrición, yendo más allá de lo que comemos para identificar las razones por las que comemos. Creo que es necesario trabajar sobre las causas de un sobrepeso, de una obesidad e incluso de un bajo peso. Y es algo que se va trabajando también junto al plan alimentario, porque ya sabemos que, reduciendo la porción, indicando más agua o determinados alimentos, así como también una rutina de actividad física,o el descanso adecuado, vamos a lograr resultados visibles. Y eso es bueno en términos de la autopercepción y autoestima del paciente, pero a veces esos logros son efímeros y terminan generando mucha frustración posterior y a largo plazo en la persona.
Cuando hablamos de emociones en el consultorio, conversamos sobre la posibilidad de un acompañamiento terapéutico, de la ayuda de un profesional formado para que pueda colaborar en el proceso en caso de que sea necesario. Y se nota cuando una persona logra un nivel de análisis y de autoconocimiento suficiente como para tomar decisiones que incluso, terminan trascendiendo el plano alimenticio. Por eso hablo de nutrir el alma, porque si no miramos solo el peso y esa es una forma de parcializar al sujeto focalizandonos solo en sus kilos sin mirar cómo llegamos hasta allí.
La relación con la comida habla también de la relación con el deseo y el control. ¿Cómo trabajar esos temas?
La mayoría de las veces, las emociones no identificadas se tapan con comida. Nos hacemos daño a través de lo que ponemos de más o de menos por la boca, aunque no podamos reconocer los motivos, las emociones están allí decidiendo por nosotros. Es tan importante empezar a poner palabras a lo que sentimos para no poner comida de más o poco saludable en nuestro cuerpo.
Entonces, es valioso hacernos preguntas sencillas pero poderosas como estas: ¿Qué sentimos? ¿Qué nos decimos? ¿Qué es lo que no estamos diciendo? ¿Qué silencio o vacío llenamos con comida? Hay que trabajarlo desde un plano de conciencia con el objetivo claro y poderoso, pero nada fácil de ir de a poco haciendo cambios significativos en nuestra vida diaria, de a poco y chiquitos pero sostenidos en el tiempo. Cada uno irá viendo qué es importante cambiar o modificar para cada quien, lo importante es definir nuestro propósito alimentario o de relación más amorosa con nuestra alimentación y nutrición para, por fin, ir tras ellos, sin prisa, pero sin pausa.
Hablás de disfrutar de todo lo lindo que rodea a la comida, los encuentros, etc. ¿Cómo gestionar las emociones en torno a la alimentación para que sean positivas?
Cambiar palabras, pensándolas, nos ayuda a tomar decisiones alimenticias. Por ejemplo, reemplazar el NECESITO por un QUIERO, haciéndonos cargo del deseo para disfrutarlo. Aquello que decimos, quita o agrega responsabilidad en la toma de decisiones alimentarias que hacemos constantemente y eso impacta de forma directa en los hábitos que, a su vez, se ven reflejados en la balanza o en la salud física.
Creo que nuestro cuerpo nos habla siempre, solo hay que frenar un momento, mirarnos de forma amorosa y aprender a escucharlo. Para algunos será más simple que para otros, pero, indudablemente, es necesario para todos.
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