Un brote de sarampión progresivo en el estado de Washington, Estados Unidos, llevó al gobernador a declarar el estado de emergencia el viernes 25 de enero. Ya hay 35 casos confirmados en Clark County, un condado del suroeste, y se espera la confirmación de otros 11 posibles casos. También existe un caso en King County, donde se encuentra la ciudad de Seattle.
¿Por qué se ha declarado el estado de emergencia? Porque el sarampión es una enfermedad altamente contagiosa. El virus puede sobrevivir hasta dos horas en el lugar donde una persona infectada haya tosido o estornudado. Según los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC), el 90% de los individuos no vacunados expuestos a alguien con la enfermedad se infectarán.
Hubo una época en la que Estados Unidos había eliminado el sarampión, pero los brotes han aumentado a medida que crece el movimiento antivacunas, y 18 estados permiten ahora exenciones de vacunación por motivos "filosóficos" no médicos
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Antivacunas, un atentado contra la salud pública
El brote actual en Washington es un ejemplo perfecto de lo que puede ocurrir cuando los padres no vacunan a sus hijos por motivos morales o religiosos, y cómo ponen en peligro a sus hijos y a los demás niños.
La mayoría de los casos se dan en niños. Y la mayoría de esos niños no están inmunizados. Veinticinco de las 35 personas en Clark County que se han contagiado son niños de entre 1 y 10 años, mientras que otros nueve tienen entre 11 y 18 años. Hasta ahora, sólo un adulto de la zona contrajo la enfermedad.
Treinta y una de esas 35 personas no estaban vacunadas. El estado de vacunación de las otras cuatro sigue siendo desconocido
Lo que sí saben los expertos es que no estar vacunado es lo que puso a esas personas en peligro, y lo que está permitiendo que el sarampión se expanda.
Los especialistas en salud pública recomiendan poner a los niños dos dosis de la vacuna triple vírica: la primera cuando tienen 12 meses y la segunda, entre los 4 y los 6 años. Sin embargo, en Clark County las tasas de vacunación están en descenso. En el año escolar 2004-2005, el 96% de los niños de guarderías habían sido vacunados contra el sarampión, según informa KATU 2. En el curso 2017-2018, sólo el 84% de los niños se habían vacunado. Esto nunca habría ocurrido si todos esos niños estuvieran inmunizados, o si la mayoría de ellos lo estuviera.
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De hecho, se cree que los brotes recientes de sarampión, como el de Disneyland en 2015, fueron provocados por el movimiento antivacunas, ya que las tasas de vacunación decrecieron por debajo de los niveles necesarios para proporcionar una buena inmunidad.
Un peligro para los que no puede vacunarse
Muchos niños que no pueden vacunarse están ahora en peligro. Por ejemplo, los recién nacidos. Normalmente, los bebés no reciben su primera dosis de vacuna contra el sarampión hasta su primer cumpleaños (aunque hay excepciones para los niños que viajan fuera del país), en parte porque las madres que han sido inmunizadas contra la enfermedad o que pasaron la enfermedad transmiten algo de inmunidad a sus pequeños.
"Si ponás una vacuna cuando los anticuerpos maternos todavía están presentes, la vacuna no estimulará la respuesta del sistema inmune del bebé, y se verá absorbida por los anticuerpos de la madre", explicó Swanson en un blog de 2015 sobre el tema.
Quienes nos preocupan son los niños que son demasiado pequeños o están demasiado enfermos para inmunizarse. Ellos no van a estar protegidos
A su vez, los niños que están inmunocomprometidos, como los que toman esteroides o los que reciben quimioterapia, por ejemplo, tampoco pueden vacunarse.
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Un brote como el de Washington demuestra lo fácil que la enfermedad puede extenderse entre los niños no vacunados, y que cuando hay un repunte de sarampión, se propaga sin problema.
- Este artículo fue publicado originalmente en el 'HuffPost' EEUU.
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