Desde su aparición hace cuatro décadas, el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA) estuvo cargado de estigmas en relación a las personas viviendo con el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH). El estigma es como un sello de origen para esta epidemia, que dejó de ser sinónimo de muerte gracias a los avances de la ciencia, pero cuya marca de agua, asociada a prejuicios y desinformación, se mantiene firme.
El perfil de los portadores de esta enfermedad se fue ampliando, haciéndolo cada vez más joven al mismo tiempo que más adulto. ONUSIDA señala que en Latinoamérica el número anual de nuevas infecciones por VIH en adultos ha aumentado un 2 % desde 2010.
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¿Qué pasa con los adultos mayores en relación al VIH-SIDA? ¿Por qué no se habla de este segmento de la población en relación a esta epidemia? ¿Por qué el porcentaje de personas mayores de 50 años que se infectan con el VIH tiende a crecer?
Una respuesta posible en relación a “de esto no se habla” viene de la mano etarismo, es decir de la discriminación contra colectivos de personas por motivo de edad. El escritor Pacho O'Donnell en su nuevo libro, La nueva vejez ¿La mejor edad de nuestras vidas? (Sudamericana) señala, “los viejos somos el grupo de discriminados más grande la sociedad argentina y mundial”.
Y agrega, “aquí somos casi 7 millones de personas que vivimos bajo el prejuicio cultural de considerar a la vejez una etapa oscura, y a los viejos como deprimidos, sin sexo, aburridos, solitarios, enfermos. Una idea asociada a la decadencia” repasa.
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Otra respuesta posible viene por parte del Dr. José Luis Ippólito, presidente y fundador de GLEC (Grupo Latinoamericano de Enfermedades Crónicas) quien señala que “este grupo poblacional tiende a crecer como expresión del aumento de la expectativa de vida. El contexto social ha cambiado: mayor tasa de separaciones o divorcios, la existencia de medicaciones para la disfunción eréctil, mantenimiento de la actividad sexual durante más años en la vida, entre otros factores”.
A su vez, advierte que “junto con estos cambios, en este grupo (tanto varones como mujeres) hay escasa aceptación de utilizar preservativos durante los contactos sexuales. En los varones está más asociado a concepciones antiguas y en las mujeres, al hecho de que no es necesario su uso, ya que biológicamente no pueden quedar embarazas. Es decir, hay una baja percepción de la trascendencia de las enfermedades por transmisión sexual”.
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Los fenómenos de transformación epidemiológica que están sucediendo en Argentina (crecimiento poblacional con proporciones cada vez más elevadas de adultos mayores, prolongación de la expectativa de vida), los cambios radicales que se produjeron en la evolución de la infección por VIH como consecuencia de la aparición de nuevos tratamientos, la accesibilidad que existe en Argentina para las drogas antirretrovirales a través del Programa Nacional de VIH / SIDA y el comportamiento epidemiológico que muestra la infección por VIH en nuestro país obligan a considerar con mucha atención a la población de adultos mayores que viven con VIH.
Según los datos del Ministerio de Salud del 01 DIC 2022, hay algo menos de 150.000 personas viviendo con VIH en Argentina (2 de cada 3 pacientes reciben medicación del Programa Nacional de VIH / SIDA). Cada año, se diagnostican 5.300 nuevos casos de infección por VIH; la mediana de edad de los nuevos diagnosticados está entre 30 y 35 años y el 70% de ellos son varones (2/3 son hombres que tienen sexo con hombres y 1/3 son hombres que tienen sexo con mujeres).
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Al menos 10% de los nuevos casos son personas de 50 o más años (en el caso de la infección por VIH, el punto de corte está a los 50 años y no en 60 años como ocurre con la población general) y este porcentaje tiende a crecer.
Dentro de ese segmento de la población, el Dr. Ippólito señala que hay dos grupos de pacientes, “el de pacientes quienes alcanzan los 50 años habiéndoseinfectado en su juventud y están con tratamiento antirretroviral hace años y aquellos que se infectan después de los 50 años”. Y si bien en ambos casos existe una diferencia para sobrellevar la enfermedad, esta se convierte en una enfermedad crónica tratable.
“Los pacientes que padecen alguna enfermedad crónica no solo tienen que recorrer el ´camino de la enfermedad crónica´ (duelo, convivencia, complicaciones) sino también mantener el tratamiento tal cual le fue indicado, interactuar con su médico tratante y con el sistema de salud”.
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El Grupo Latinoamericano de Enfermedades Crónicas), una asociación civil sin fines de lucro que acompaña activamente a los pacientes con enfermedades crónicas para mejorar su calidad de vida, pretende transformar el abordaje de esta situación. “Colocamos al paciente con una enfermedad crónica, como puede ser VIH, en el “centro del escenario”, en lugar de que el centro sea ocupado, como ocurre actualmente, por la enfermedad crónica como entidad clínica.
Esto significa que no solo hay que lograr que la enfermedad esté adecuadamente controlada sino también enfocarse en el entorno familiar y social del paciente para que tenga una adecuada calidad de vida.
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“Los tiempos cambian (y con el tiempo, muchas otras cosas: hábitos, tendencias, nuevos tratamientos, nuevas enfermedades). No es razonable tomar algunos cambios de los tiempos y no otros, ya que éstos ocurren e impactan, aunque decidamos no tenerlos en cuenta.
Recomendamos fuertemente el uso de preservativo en las relaciones sexuales de los adultos mayores con parejas casuales; ni la hombría está afectada ni el embarazo es la única consecuencia posible”, concluyen desde GLEC, de cara al 1 de diciembre, día mundial de la lucha contra el SIDA.
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