Controlar algunos hábitos de vida saludables relacionados con la pérdida de audición, el tabaquismo, la hipertensión o la depresión podrían servir para prevenir hasta un tercio de los casos de demencia en el mundo, según un trabajo de la Asociación Internacional del Alzheimer que publica la revista The Lancet.
Este hallazgo es una de las conclusiones del informe de la primera Comisión de Prevención y Atención a la Demencia formada por esta publicación científica, que también destaca los efectos beneficiosos de otras intervenciones no farmacológicas como el contacto social y el ejercicio.
"Ha habido un gran enfoque en el desarrollo de medicamentos para prevenir la demencia, pero no podemos perder de vista los grandes avances que ya hemos hecho, incluyendo los enfoques preventivos", ha destacado Lon Schneider, profesor de Psisquiatría de la Keck School of Medicine de la Universidad del Sur de California (Estados Unidos).{
El informe identifica nueve factores de riesgo prevenibles en diferentes etapas de la vida que pueden aumentar la probabilidad de desarrollar demencia, que están detrás de alrededor del 35 por ciento de los casos registrados en el mundo.
Mejorar la educación en las primeras etapas de la infancia y abordar la pérdida de audición, la hipertensión y la obesidad durante la mediana edad se podría reducir la incidencia de la demencia hasta un 20%
Y otros hábitos saludables, como dejar de fumar, tratar la depresión, aumentar la actividad física, aumentar las relaciones sociales y controlar la diabetes podría reducir la incidencia de demencia otro 15 por ciento adicional.
Clave para reducir la carga de la enfermedad
"La magnitud potencial del efecto sobre la demencia de reducir estos factores de riesgo es mayor de lo que podríamos imaginar y de lo que los fármacos experimentales podrían conseguir", según Schneider, que asegura que es una poderosa manera de reducir la carga global de la enfermedad.
La comisión también examinó el efecto de las intervenciones no farmacológicas para las personas con demencia y concluyó que tenían un papel importante en el tratamiento, especialmente cuando se trataba de abordar la agitación y la agresión.
"Los fármacos antipsicóticos se utilizan comúnmente para tratar la agitación y los intentos de agresión, pero hay una preocupación sustancial por estos fármacos debido a un mayor riesgo de muerte, eventos adversos cardiovasculares e infecciones, por no mencionar la sedación excesiva", ha explicado este experto.
En cambio, la evidencia ha demostrado que las intervenciones psicológicas, sociales y ambientales como el contacto social y las actividades tienen un mayor potencial a la hora de controlar estos síntomas. Asimismo, vieron que las intervenciones no farmacológicas como la terapia de estimulación cognitiva y el ejercicio también conferían algún beneficio para la cognición.