El trabajo, los chicos, la casa, los cambios en la pareja, el paso de los años…. Hay muchos factores que pueden hacernos perder el deseo sexual. No tenemos que sentirnos mal por esto: es poco realista mantener un apetito por la intimidad constante porque nuestra vida está llena de complicaciones.
Pero falta de deseo no quiere decir que una sola vez no nos vimos atrraídos hacia el acto sexual sino la ausencia o disminución de interés por iniciar un encuentro erótico, incluso en presencia de estímulos externos que hasta ese momento se mostraban eficaces. El problema suele originarse en una carencia de fantasías sexuales: ya no lo excita lo que antes sí.
No hay que preocuparse por esto, la vida cambia y es normal vivir un período de bajos niveles de apetito erótico. Sin embargo, también resulta legítimo querer más e intentar activar nuestro impulso.
No hay que preocuparse por esto, la vida cambia y es normal vivir un período de bajos niveles de apetito erótico
Encuentra la raíz del problema
Lo primero es intentar encontrar el origen de nuestra inapetencia. Algunas veces puede tener como causa algún trastorno fisiológico, hormonal o puede deberse al consumo de medicamentos y los efectos de algunas enfermedades crónicas.
Otras, puede tratarse de cuestiones más complejas y personales como los inconvenientes en la pareja, dificultades eróticas previas, un bajón en el estado anímico o dificultades económicas.
La falta de deseo es una situación en la que intervienen distintos factores, pero podemos intentar solucionarlo. El error más común consiste en intentar forzarlo o pero el siguiente es quedarse de brazos cruzados.
Manos a la obra
Una idea es trabajar las fantasías sexuales y compartirlas con la pareja. Otra es recuperar los espacios y tiempos perdidos cambiando las costumbres que ya no funcionan. Introducir cualquier cambio en la rutina puede ser útil.
Otro truco es recordar que tenemos transmisores nerviosos por todo el cuerpo y que podemos estimular áreas que por lo general no incluimos en el acto sexual. Además, pensar que las relaciones arrancan antes de estar en la cama.
La falta de ganas no debería funcionar como excusa para no querernos o cuidarnos
Además, la falta de ganas no debería funcionar como excusa para no querernos o cuidarnos. Tampoco la pérdida de deseo en nuestra pareja: que haya inapetencia de la otra parte no nos convierte ni en menos hombres ni en menos mujeres.
El deseo se cultiva mimando nuestro aspecto externo pero también el interno, regalándonos un baño relajante, una caminata, una lectura, un buen disco o cualquier actividad que nos haga sentir bien.
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