El 6 de febrero falleció la periodista y legisladora Débora Pérez Volpin, a los 50 años. Una mujer joven, alegre y vital, triunfadora en su actividad, querida por sus pares, madre de familia y esposa que debió realizarse un “estudio sencillo” y “mínimamente invasivo”. "Estudio" que resultó en este fatal desenlace.
Como me considero un profesional ético pero no soy perfecto –como tampoco lo es la profesión médica–, me gustaría presentar algunos elementos para la reflexión cuando aún no se expidió la Justicia ni se sabe a ciencia cierta que ocurrió.
Tomar decisiones no es fácil, mucho más en medicina. Cuando hay un paciente -una persona- de por medio, las decisiones deberían adoptarse de manera consensuada, basada en el conocimiento (evidencia médica) y experiencia; y también en base a un elemento que es fundamental: la confianza.
La Real Academia Española, en sus dos primeras acepciones de “confianza” dice que es la “esperanza firme que se tiene de alguien o algo” y la “seguridad que alguien tiene en sí mismo”. Son dos valores que uno espera de su médico de cabecera: seguridad y esperanza. Para la confianza no hay nada mejor que una buena comunicación. Tener mala comunicación entre el médico y el paciente es un tema serio.
El error más frecuente está en que los médicos solemos creer que los pacientes no solo nos entienden, sino que además nos hacen caso. La realidad es que los pacientes ni nos entienden y mucho menos nos hacen caso.
Argentina, entre los países con más muertes por errores en los tratamientos médicos
En medicina, la “comunicación médico – paciente”, más que tener capítulos tiene libros. Un estudio publicado en la reconocida revista New England Journal of Medicine, mostró que, en 1966, más de tres cuartos (73%) de los norteamericanos confiaban en sus médicos. Hoy sólo lo hace el 34%, apenas un tercio. A pesar de ello, resulta curioso que en ese país la confianza en la integridad como grupo de profesionales y sus principios éticos permanece tan alto como en 1966. En otros países como Suiza, Dinamarca, Holanda, Finlandia, Gran Bretaña, Francia o Turquía, la confianza en los médicos excede el 75%.
El cuerpo de conocimiento que hay sobre ello es vasto; sin embargo, se lo suele pasar por alto porque se supone que es algo ya sabido, como si viniera incluido por el sólo hecho de haber decidido abrazar una profesión vinculada a la salud. Por eso, una buena comunicación debe ser un requisito fundamental entre los recursos de quienes elegimos cuidar la salud de otros. Especialmente cuando hay que hablar de riesgos y costos; de pros y contras.
Toda intervención médica, incluyendo como comunicamos o transmitimos información médica, tiene riesgos. ¡Toda! No existe la intervención “sencilla” y “mínimamente invasiva” como algunos piensan que es una endoscopia
En Estados Unidos los errores médicos causan entre 210.000 y 400.000 muertes anuales, que corresponden a la tercera causa de muerte, según un estudio publicado en el prestigioso British Medical Journal en 2016. Dentro del “error médico” se cuentan las sobredosis o efectos indeseados de los fármacos, la falta de un seguimiento e integralidad en los cuidados, los errores de diagnóstico así como problemas de comunicación.
En el caso de la endoscopia digestiva alta con fines diagnósticos, no es un estudio sino un procedimiento. Lo de “mínimamente invasivo” es para evaluar: meter una fibra óptica medio metro dentro del cuerpo de una persona no parece poco.
La Asociación Norteamericana de Endoscopia Gastrointestinal publica en sus guías que la tasa de complicaciones o efectos adversos de este procedimiento va desde 1 caso por cada 200 hasta un caso por cada 10,000 estudios. La amplia variación se debe a los diferentes estudios considerados. La mortalidad según esta Asociación es de 1 por cada 2,000 procedimientos. La posibilidad de un evento cardiovascular es de 1 por cada 170 casos, con un grado de mortalidad de 1 por cada 10,000.
Los eventos adversos o complicaciones son variados: Infecciones, eventos cardiovasculares sangrado y perforaciones los más frecuentes. El 60% de las complicaciones de una endoscopia alta es por efectos indeseados de la sedación y/o anestesia. Las perforaciones, según estudios multicentricos, van de 1 caso en 2,500 a 1 en 11,000. Todos estos datos publicados en un documento de doce páginas de esta Asociación no parecen poca cosa para hablar de un “estudio sencillo” y “mínimamente invasivo”.
El riesgo cero no existe en nada. Por eso en medicina hay que hacer lo justo y necesario, y hay que hacerlo bien. Debe haber un equilibrio entre lo que sustenta la evidencia medica pero también la experiencia
Es la parte de arte que le corresponde a la medicina. No por hacer más uno hallara mejores respuestas. Esto debe saberlo el paciente. Y nosotros, los médicos, debemos recordar el “primero no dañar”.
Médicos de familia: guardapolvos sin pedestal para pacientes que son personas
Estamos viviendo más tiempo, más años de vida y, en términos generales, estamos más sanos. Sin embargo, parecería ser que a cada paso corremos el riesgo de ser sometidos a acciones o intervenciones, algunas necesarias y otras no. Parte de ello es nuestra responsabilidad como médicos, donde se minimiza el riesgo vaya uno a saber con qué fines.
Estamos en un tiempo de cambio en el paradigma del cuidado médico. Ello implica lograr mejor comunicación y confianza para poder tomar decisiones compartidas que brinden seguridad y calidad para el paciente; y de comprender que en medicina más no es mejor. El riesgo cero no existe.
- Diego Bernardini es Doctor en Medicina, especialista en adultos mayores y envejecimiento. Es autor del espacio Nueva Longevidad en Buena Vibra, y autor del libro “De Vuelta”.