¿Alguna vez sentiste que cambiabas tu personalidad para pertenecer a un grupo? O quizá, en menor escala, no comentabas algunas cosas para no quedar pesado o tonto. No sos el único.
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Las personas somos, por definición, seres sociales. Tenemos la necesidad de vincularnos con otros y muchas veces hacemos -o dejamos de hacer- algunas cosas por el afán de pertenecer.
El problema es que quienes renuncian a su identidad para acoplarse al resto se desvalorizan. Como consecuencia, el grupo también lo hará y dejará que esta persona ocupe el rol de chivo expiatorio. El entorno tiene a culpar y menospreciar a las personas que lo permiten.
Las personas somos, por definición, seres sociales. Tenemos la necesidad de vincularnos con otros y muchas veces hacemos algunas cosas por el afán de pertenecer
Pero es necesario analizar este comportamiento más a fondo. ¿Por qué dejamos de lado ciertos aspectos de nuestra personalidad para ser valorados por nuestro entorno?¿Qué esperamos a cambio? Amor. Las personas que eligen renunciar a ciertos aspectos de su personalidad para unirse a un colectivo quieren ser aceptados, valorados y amados para poder sentirse bien consigo mismos.
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El objetivo de este comportamiento es obtener una reacción positiva del entorno que nos haga sentirnos felices y aceptados. El inconveniente con este razonamiento es que, el que está siendo aceptado no es uno y no podemos engañarnos para siempre.
¿Por qué dejamos de lado ciertos aspectos de nuestra personalidad para ser valorados por nuestro entorno?
El deseo de inclusión eventualmente confronta con nuestra individualidad y esto puede producir frustración e insatisfacción en nosotros. Somos capaces de darnos cuenta que el precio que pagamos por la aceptación es demasiado alto y además, no conseguimos la reacción que realmente buscamos en nuestro entorno.
Además, al estar constantemente buscando aprobación nos convertimos en víctimas perfectas para los manipuladores o psicopátas. Entonces, ¿por qué necesitamos tanto de la apobación ajena? ¿Por qué no es suficiente con la propia?
El deseo de inclusión eventualmente confronta con nuestra individualidad y esto puede producir frustración e insatisfacción en nosotros
Con frecuencia, la falta de afecto, aceptación y valorización en la infancia condiciona la baja autoestima como adultos. No es necesario haber sido despreciados por nuestros padres, pero nuestras impresiones se forman de maneras muy complejas de entender a simple revisión.
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El desafío está en darnos cuenta cuáles son los puntos que nos hacen sentir inseguros, atacarlos y darnos cuenta que cambiar nuestra personalidad para agradar a los demás no conduce a la felicidad.
Por supuesto que las causas de la baja autoestima individual son muy subjetivas y no se puede generalizar. Lo importante es darnos cuenta que cuidar nuestro autoestima es tan importante como controlar nuestra presión si queremos ser felices.
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