Nuestro ritmo de vida excesivamente apurado nos hace desconectar, bastante más de lo habitual, del momento presente. La dinámica de un mundo que prioriza el aceleramiento y la fugacidad de todo es tan cruel, que podemos pasar delante de pequeños milagros cotidianos sin siquiera darnos cuenta.
En una oportunidad en que hablaba de maternidad y paternidad conscientes en un colegio, una madre citó una experiencia reveladora. Dijo que solía llevar a su hija a las corridas en el auto cada mañana, hasta que por un desperfecto tuvo que dejar el coche en el mecánico por una semana.
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Como el colegio quedaba apenas a unas cuadras de la casa, emprendieron el viaje diario a pie con su pequeña, y tuvieron que arreglárselas para salir con más tiempo porque ella se detenía cada tanto a observar todo aquello que la sorprendía.
“Una vez -relató la mujer- nos quedamos casi diez minutos observando cómo unas palomas se bañaban en un charco que había dejado la lluvia. Primero mi hija se maravilló y se rió entusiasmada, y luego yo, movida por su alegría, entré en el mismo estado. En ese momento me juré nunca más ir en auto a la escuela, y tomarnos el tiempo necesario para hacer esas pocas cuadras desde casa con una actitud mucho más contemplativa”.
Sin saberlo, estaban cultivando estados de atención plena en sus vidas. Nada menos. La pregunta se impone: ¿podemos encontrar otros momentos de pausa consciente en nuestro día? ¿Cuáles?
La sabiduría popular: el mate
Según los especialistas, el ritual del mate se presta para activar la atención plena. Hablando con mi amiga y colega en mindfulness Emilia Ibáñez, que desarrolla sus programas en Altué Rosario, me dice que para ella lo que también favorece estos momentos de mindfulness es el mate. Sí, el sencillo ritual de tomar un mate.
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"Yo creo que nos resulta dificultoso poder acceder a estas pausas cuando estamos automatizados y desatentos, generalmente inmersos en nuestro mundo mental muy apegados a pensamientos. Volver al cuerpo es una buena puerta de entrada a la experiencia del momento presente. El cuerpo es nuestra casa que está siempre ahí esperándonos para darnos una bienvenida cálida y amorosa. Es nuestro lugar seguro y sagrado. Es por esto que acceder a nuestro cuerpo podría ser una vía directa para conectar con el momento presente. El acto de tomar un mate puede significar un contacto con él trayéndonos cierta serenidad y enlentecimiento", afirma.
El mate ayuda a socializar, pero también puede ser un compañero valioso al estar solo. Y agrega: “además, implica una decisión consciente de generar las mejores condiciones para que esto suceda, es decir existe una intención previa a dicho acto. Y aquí aparece ese maravilloso ritual de la preparación del mate que conecta a dos elementos de la naturaleza: el fuego y el agua. Gracias al emerger y a la unión de estos elementos con la yerba aparecerá nuestro buen amigo: el mate”.
Le digo que también me parece importante el significado que tiene esta práctica en términos vinculares y culturales. Es, sin dudas, un nexo profundo que horizontaliza, iguala, brinda reciprocidad a quienes lo comparten.
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“Y qué costumbre tenía/cuando en el jogón estaba!/con el mate se agarraba/estando los piones juntos”, nos dice José Hernández en el Martín Fierro. La juntada con mate es obligada para los paisanos en el campo.
Recordando los momentos de compartir mate podemos dejar surgir miles de imágenes en nuestras mentes: nuestros momentos de estudio en el secundario o la facultad, las juntadas con amigos en las tardes de invierno, un viaje eterno en colectivo acompañándolo con carcajadas cómplices. Es que el mate une varias cualidades valiosas:
- Accesibilidad portable (es fácil llevarlo).
- Económica (no cuesta casi nada).
- Disponibilidad emocional (abrirnos al otro, empatizar).
- Puede ser un compañero valioso cuando estamos solos.
“Para mí el acto de tomar un mate genera espacio – coincide la profesional- y la espaciosidad la podemos relacionar con la conexión y la intimidad con uno mismo, en primer lugar, y luego también con otros. Representa la unión y el compartir, ayuda a sociabilizar, facilita la conexión de vínculos, extiende conversaciones, permite que algunas distancias sean más cortas, genera un ambiente distendido y relajado, y ayuda a informalizar ciertos espacios. Cuando estamos en un lugar donde hay unos mates circulando, se activa nuestra respuesta de relajación, algo cambia.”
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Es cierto, es el estado hipometabólico de predominio parasimpático, la tan conocida “respuesta de relajación” la que viene a escena cuando mateamos, pienso. Tomar mates con tu jefe, por ejemplo, puede ayudarte a lograr más cercanía con él, y hasta lograr valor para pedirle un aumento.
¿Un mate mindful, mi amigo?
Quizás podamos ofrecernos un “botón de pausa mindful” a través del mate cada día. ¿Cómo sería eso? Pues poniendo toda nuestra atención al prepararlo, oliendo la yerba en su derramar, observando y midiendo la temperatura exacta del agua, probando el primero con curiosidad y atención permeable, sintiendo su textura cuando lo sostenemos en nuestra mano.
Si fortalecemos nuestra intención de bajar un cambio, conectar con su sabor y a través de él con nuestro cuerpo, seguramente daremos un paso en el camino de seguir cultivando momentos de consciencia en nuestras vidas. Así este ritual, orgullo nacional, nos arraiga a nuestra patria, a nuestro presente, y a nuestro deseo de cultivar bienestar para nosotros.
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- Martín Reynoso es psicólogo, coordinador de Mindfulness en INECO y autor de Mindfulness, la meditación científica.
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