Es importante entenderlo: la aparición de algunas células malignas en el organismo es inevitable, pero no llegan a convertirse en un cáncer si el organismo está equilibrado y si no lo estimulamos con factores "gatillo", que empujan a que la enfermedad se instale. La clave está en actuar sobre las células potencialmente tumorales y sobre las que las rodean, que conforman el microambiente tumoral, y en conocer y evitar algunas causas que lo favorecen.
Según los investigadores del Anderson Cancer Center de Houston (EE. UU.), los factores genéticos hereditarios son los causantes del 5-10% de los cánceres, mientras que las causas ambientales representan alrededor del 90% de los casos. De ello se deduce que una parte importante de los cánceres (aproximadamente la mitad) pueden prevenirse con la práctica de hábitos saludables.
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Hábitos saludables que previenen el cáncer
Cuando se habla de estilo de vida saludable la dieta es de vital importancia, pero también lo son el ejercicio físico o mantener el estrés controlado.
1. Mantener un buen peso
Mantén un peso saludable a lo largo de la vida. El sobrepeso y la obesidad aumentan el riesgo de cáncer y recidivas, ya que se han relacionado con una inflamación sistémica de bajo grado que se caracteriza por la elevación de citoquinas inflamatorias.
Esta condición está relacionada con el desarrollo de enfermedades, ya que produce una alteración del sistema inmunitario.
Una dieta inadecuada es responsable de entre un tercio y la mitad de todos los cánceres y hasta el 70% de los digestivos
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2. Evitar la proliferación de las células tumorales
Otro dato interesante es que podemos crear condiciones para que las células tumorales no se multipliquen. Sabemos que la inflamación, la acidez y la deficiencia de oxígeno la favorecen y que ciertos alimentos son beneficiosos a esos niveles.
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Las crucíferas (todas las variedades de col), las hojas de color verde oscuro y el ajo son los alimentos que han probado un mayor efecto inhibidor sobre la proliferación cancerígena. Los vegetales ricos en carotenos, como zanahoria, boniato, tomate, caqui y albaricoque contienen provitamina A y, en algunos casos, licopeno, sustancias que inhiben la división de las células dañinas.
A la vez, la combinación de té verde, soja y cúrcuma resulta especialmente interesante al sumar efectos sobre diferentes mecanismos relacionados con la proliferación celular.
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3. Alcalinizar tu dieta
Está probado que las células tumorales se desarrollan mejor en condiciones de baja disponibilidad de oxígeno. Esto ocurre en condiciones de acidez. En alcalinidad, las células respiran mejor y a las cancerosas les cuesta sobrevivir. Aunque el cuerpo tiene recursos para regular su grado de acidez, conviene evitar el exceso de alimentos acidificantes y preferir los alcalinos. La dieta alcalina se basa en las frutas y las verduras, especialmente uva fresca, almendras, remolacha, zanahoria, apio, melón, pomelo, repollo, tomate y manzana. Más información: Qué es una dieta alcalina.
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4. Reducir la inflamación
En los tejidos inflamados hay compuestos químicos que favorecen el crecimiento de las células tumorales y no permiten una respuesta eficaz del sistema inmunitario. Una dieta en la que abunden el ajo, la cebolla y el puerro, el perejil y el apio, los cítricos y el romero producirá un efecto antiinflamatorio natural, gracias a la combinación de compuestos azufrados, antibacterianos y reguladores de los niveles de azúcar en sangre.
Otro gran aliado es la cúrcuma, que es el antiinflamatorio natural más potente. Mezclada con pimienta negra aumenta 2.000 veces su absorción. Al disolverla en aceite de oliva virgen extra o de coco también se potencia su acción. También es bueno el jengibre.
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5. Aprovechar los antioxidantes
Los antioxidantes neutralizan los radicales libres, que son compuestos químicos muy reactivos que dañan las células, incluyendo su material genético, lo que puede transformarlas en cancerígenas. El té verde contiene gran cantidad de polifenoles, como las catequinas con propiedades antioxidantes y desintoxicantes y que potencian la eficacia de la radioterapia.
Los frutos rojos, como fresas, frambuesas o granadas, poseen ácido elágico y polifenoles. También son capaces de matar células enfermas.
Es básico aumentar la ingesta de alimentos ricos en omega-3 porque contribuyen al desarrollo correcto de las células. Los omega-3 reducen el número y tamaño de pólipos precancerosos y disminuyen la inflamación
6. Ejercicio físico todos los días
Realiza ejercicio físico a diario. Ayuda a mantener un buen tono muscular y reducir la grasa corporal.
La grasa está relacionada con hasta el 33% de los cánceres de colon, mama, riñón y del tracto digestivo. El tejido adiposo es hormonalmente activo y su exceso modifica el ambiente hormonal del organismo.
Una dieta adecuada y una buena dosis de actividad física reduce la incidencia de cáncer más de un 40%. Si a ello sumamos el efecto del tabaco, la disminución de todos los cánceres rondaría el 80%. Tenemos al alcance de la mano evitar la enfermedad
Hay evidencia también para recomendar el ejercicio físico durante el tratamiento oncológico.
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7. Practicar alguna técnica relajación
Es clave esforzarse en tener el estrés a raya. Dentro de los factores ambientales encontramos los factores psicoemocionales, que también pueden desencadenar –debido a una mala gestión del estrés– un proceso de enfermedad.
De ahí la importancia de realizar prácticas que ayuden a mejorar la gestión de ese estado, como pueden ser el mindfulness, los baños de bosque y un mayor contacto con la naturaleza.
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8. Menos azúcar: reducir alimentos con un índice glucémico alto
Evitar el azúcar y reducir el consumo de alimentos con un índice glucémico elevado. Esto incluye jugos de frutas, bebidas deportivas azucaradas, miel y otros endulzantes. El endulzante recomendado es la estevia.
Hay que sustituir el azúcar, el pan, la pasta y el arroz blancos por sus versiones integrales y consumirlos en cantidades moderadas. Al aumentar la ingesta de hortalizas y legumbres, alimentos ricos en fibra, se regula la tasa de azúcar.
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En la prevención y el tratamiento de todos los tumores es clave disminuir la presencia en la dieta de alimentos con un índice glucémico alto. Es porque estos alimentos tienen las capacidad de incrementar rápidamente los niveles de azúcar en sangre y, en consecuencia, de insulina. A mayor tasa de azúcar, más inflamación y más facilidad para el desarrollo de tumores.
El cáncer puede prevenirse con un régimen alimentario que incida positivamente sobre los procesos celulares e inflamatorios relacionados con su aparición
Un metaanálisis del 2008, publicado en American Journal Clinical Nutrition, asoció una dieta rica en alimentos con un índice glucémico alto con mayor riesgo de cáncer de colon, vejiga y endometrio, y de cánceres relacionados con la diabetes, mientras que una dieta con alimentos de bajo índice glucémico se ha relacionado con un riesgo reducido de cáncer.
Un informe del año 2013 del American Institute for Cancer Research y el World Cancer Research Fund International, también recomienda reducir el consumo de los alimentos con una alta carga glucémica por su relación en el riesgo de cáncer de endometrio.
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9. Sumá más vegetales a tu dieta
Realiza una dieta basada principalmente en vegetales y frutas. Un estudio con 31.000 mujeres mostró una asociación inversa entre el consumo de vegetales y el riesgo de cáncer de mama.
Un metaanálisis concluyó que el riesgo de cáncer de mama disminuyó significativamente en mujeres con un alto consumo de flavonol (cebollas, col rizada, puerros y brócoli) y flavona (perejil, tomillo, apio y orégano, entre otros).
También se ha relacionado con niveles reducidos del factor de crecimiento insulínico en suero (IGF1), asociado con algunos tipos de cáncer.
Otros alimentos a tener en cuenta son los vegetales ricos en betacarotenos, como la calabaza, zanahoria y boniato. Las verduras crucíferas (col, coliflor, brócoli, col rizada, coles de Bruselas, colinabo, rábano y berros) parece que pueden modificar el metabolismo de los estrógenos de manera favorable, y también se ha visto que reducen la proliferación celular e inhiben la expresión de una prostaglandina inflamatoria, la ciclooxigenasa-2 (COX-2) en células cancerígenas.
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10. El cigarrillo, bien lejos
Está absolutamente probado por la ciencia que fumar no sólo causa cáncer sino que ayuda a impedir que el cuerpo lo combata. Las sustancias tóxicas en el humo del cigarrillo debilitan el sistema inmunitario del cuerpo, haciendo que sea más difícil para nuestro organismo matar las células cancerosas.
Los médicos saben desde hace años que fumar causa la mayoría de los cánceres de pulmón: casi 9 de cada 10 cánceres de pulmón son causados por fumar cigarrillos. También genera otros tumores, como cáncer del lengua, de garganta, de estómago, vesícula e hígado, entre otros
Las sustancias tóxicas en el humo del tabaco pueden dañar o cambiar el ADN de una célula. El ADN es el “manual de instrucciones” de las células que controla su crecimiento y funcionamiento normal. Cuando se daña el ADN, una célula puede comenzar a crecer sin control y formar un tumor canceroso.
El tabaquismo puede causar cáncer en casi todas las partes de su cuerpo, incluidas las siguientes: sangre (leucemia mielógena aguda), vejiga, cuello uterino, colon y recto, esófago, riñones y uréteres, laringe, hígado, pulmones, boca, nariz y garganta, páncreas, estómago y tráquea.
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También el consumo de marihuana en dosis altas y moderadas produce diversos síntomas respiratorios y es un factor de riesgo para el desarrollo de cáncer de pulmón.
A los 5 años de dejar de fumar, la probabilidad de tener cáncer de boca, garganta, esófago y vejiga disminuye en la mitad. A 10 años, tu riesgo de morir por cáncer de pulmón disminuye en la mitad
11. Desintoxicate de vez en cuando
El organismo necesita eliminar las sustancias tóxicas que se han introducido en él –con los alimentos, la respiración o a través de la piel– o que se han producido durante los procesos metabólicos, y que favorecen la inflamación o son directamente cancerígenas. Cada tanto, es bueno reducir al mínimo o evitar completamente la ingesta de azúcar y alimentos a base de harinas refinadas, los productos lácteos y la proteína de origen animal.
Las dietas depurativas a base de frutas, jugos, caldos y verduras como la alcachofa y el cardo y los ayunos constituyen, realizados varias veces a lo largo del año, el complemento ideal de una dieta anticáncer.
También es importante hidratarse y moderar la ingesta de sal
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12. Cáncer y emociones: una conexión que es bueno considerar
Casi ninguna enfermedad es ajena a la realidad emocional. El cáncer es multifactorial y las emociones pueden ayudar a comprender, prevenir y curar la enfermedad.
El ser humano es uno y no está dividido en departamentos estancos, sino que todas las partes están interrelacionadas e influyen en el proceso salud-enfermedad
El cuerpo es una unidad donde lo psíquico y lo orgánico están conectados. Está probado que los conflictos emocionales afectan el sistema inmunitario, por una razón muy sencilla: los sistemas nervioso central, endocrino e inmunitario conforman uno solo, cuya función es mantener el equilibrio orgánico, regulando la capacidad defensiva y adaptativa del individuo.
Tanto la ansiedad como la tristeza continuadas son capaces de modificar la función del sistema inmunitario, hecho que puede perfectamente influir en el desarrollo o el crecimiento de una enfermedad tumoral.
La no resolución de los conflictos relacionados con una situación continuada de estrés constituye un terreno favorable para la enfermedad
Del mismo modo, está estudiado que existen personalidades predispuestas al cáncer, por presentar un patrón conductual de inhibición y negación de las reacciones emocionales negativas. Por eso, gestionar adecuadamente nuestras emociones y evitar la desmotivación y el vacío existencial, es también una manera eficiente a la hora de prevenir y tratar contra el cáncer.
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