Cuenta la historia que Albert Einstein, alojado en el hotel Imperial de Tokio, adonde iba a dar una serie de conferencias, entregó a un mensajero dos notas a modo de retribución ante una propina no aceptada, conducta acorde a los usos y costumbres del lugar. Una de las notas en alemán decía “Una vida sencilla y tranquila aporta más alegría que la búsqueda del éxito en un desasosiego constante”.
Con esta breve frase, el genial científico expresaba algo desconocido hasta ese momento: su idea sobre la felicidad. Una vez más, como todos los 20 de marzo, se celebra en el mundo el “Día de la Felicidad”. Y, como hace 6 años, Finlandia volvió a encabezar ese ranking.
Hablar de felicidad es un concepto amplio y el peligro de este ranking, como de muchos otros, es no solo simplificar, sino ocultar otras variables que forman parte de la vida. Y, en este caso, de la felicidad también. Un ranking como este nos permite medir un intangible como es la felicidad, pero también dejar de lado un aspecto personal que se vuelve social: la idea del bienestar.
Ambas tienen un efecto sobre la salud. Por ello, en lo personal, a mí me gusta hablar de bienestar y no de felicidad, que puede volverse un ideal y un aspiracional que, en su búsqueda, resulte nocivo.
La evidencia disponible desde lo científico nos muestra que el bienestar de las personas influye en su salud cardiovascular, en los mediadores químicos del sistema inmune, el sistema endocrino y hasta en el acortamiento de los telómeros, esas estructuras del ADN relacionadas con el envejecimiento celular. Además, y por si fuera poco, esta evidencia no deja de aumentar día a día.
El bienestar, dijimos, se traduce desde lo personal a lo social, pero las respuestas dependen del momento de vida. En ello va el género, la personalidad, las circunstancias externas y la edad de las personas. Por otro lado, si bien los enfoques sobre la medición
de la “felicidad” son cuestionables, existe consenso en que la equidad, al disminuir las desigualdades en una sociedad, no solo crea mayores oportunidades, sino que iguala a las personas.
Ese punto es, probablemente, el pilar en donde se apoya un país como Finlandia, que, además suele estar en los primeros puestos en rankings como los de igualdad social o brecha de género. Seguramente eso sea más determinante a la hora del bienestar de los finlandeses.
Sin embargo, y más allá de los rankings, es importante entender que quizás, para un argentino o un latino, pasar un invierno con poca luz y temperaturas gélidas, además de la idiosincrasia nórdica, esté algo alejado de su ideal de felicidad.
Tener una familia finlandesa da sustento para pensarlo, porque, además, en la sensación de bienestar entran en juego muchos elementos, entre ellos la generosidad, el sostén social y hasta la confianza en el gobierno y la libertad, aspectos que los finlandeses llevan en su genética.
Es por eso por lo que algo tan complejo resulta muy simple y parcial sintetizarlo en un ranking. Lo que sí quedo sintéticamente registrado en la segunda nota que el joven Einstein entregó al mensajero en Japón fue que “donde hay un deseo, hay un camino”, algo muy cercano a la búsqueda del bienestar y, por qué no, de la felicidad.
Diego Bernardini es médico, especialista en adultos mayores y envejecimiento. Es autor del espacio Nueva Longevidad en Movida Sana, y autor de los libros "De Vuelta" y "La segunda mitad".
Te puede interesar:
- Post 60, el futuro es largo: por qué es clave aprender a envejecer
- ¿Qué edad tienen los ancianos? Y por qué debemos abandonar esa palabra
- Adultos mayores: encierro y sexualidad en tiempos de pandemia
- No al viejismo: contra la discriminación de los adultos mayores
- Las nonnas y la economía colaborativa, un combo súper potente en tiempos de nueva longevidad
- A envejecer, se aprende: las lecciones de los que están “de vuelta”
- Por qué los adultos mayores deben hacer ejercicios con pesas
- La maratón de la vida: por qué es clave repensar y re-llenar últimos tramos
- Estar triste y sentirse solo no es parte de la vejez: los desafíos de la nueva longevidad
- ¿Los 65 de ahora son los 55 de antes? La edad biológica en la nueva longevidad