Estrés, nervios, ansiedad, poco (y mal) descando, exceso de tecnologías. Un combo que es un mal de época, que afecta a todas las edades en tiempos que esquivan cualquier tipo de pausa o tiempo muerto. Vivimos a full, no paramos nunca, anclados en la mente y subestimando las emociones. Un combo complicado, que tiene un tremendo efecto sobre nuestra salud y, en especial, sobre nuestra salud digestiva. Conocer la relación entre estrés y digestión es clave para vivir mejor en todos los planes.
Nuestros dos cerebros
El vientre expresa todo aquello que no podemos decir. No es una intución: lo confirman diversos estudios e investigaciones recientes. El estrés y la ansiedad están detrás de buena parte de nuestros dolores de estómago y otros problemas digestivos.
Comemos mal y las corridas, casi ni masticamos, y eso es malo: por alejados e inconexos que nos puedan parecer, lo cierto es que cerebro y el aparato digestivo están estrechamente vinculados y trabajan y cooperan a favor del organismo entero
Cada vez más estudios científicos alumbran los vínculos entre emociones, cerebro y sistema digestivo. Giulia Enders, autora del libro "La digestión es la cuestión", lo explica con claridad: "si estamos muy estresados o tenemos un disgusto, es probable que tengamos una digestión complicada. Y, al revés, si llevamos varios días sin ir al baño y nos sentimos hinchados y con malestar, es bastante seguro que nos sentiremos tristes, con un estado de ánimo decaído".
Para muchas personas comer no es precisamente un placer, porque, después de comer, llegan los ardores y el reflujo, la sensación de pesadez, el dolor de estómago o la inflamación abdominal
El sistema digestivo tiene un "cerebro" compuesto por una red de 500 millones de neuronas. El intestino produce hasta 20 hormonas y neurotransmisores distintos. Genera, por ejemplo, el 95% de la serotonina circulante en el organismo, un agente que interviene en la regulación del estado de ánimo y del sueño. También produce el 50% de la dopamina, esencial en la capacidad para experimentar placer, sentir emociones o aprender.
"Las neuronas digestivas y cerebrales se relacionan químicamente y a través del nervio vago, una especie de avenida que transmite información relevante para ambas partes", precisa la especialista.
Trastornos digestivos en ascenso
Al exceso de estrés, se suma una mala alimentación. Cada vez se comen más alimentos refinados, ricos en hidratos de carbono, grasas poco saludables, fructosa, etc. "Estamos volviendo un poco loco a nuestro aparato digestivo, lo desconcertamos con las decisiones que estamos tomando a la hora de comer", explica Enders.
Es importante entender cómo afecta el estrés a tus digestiones, ya que, aunque cerebro e intestino suelen trabajar de forma conjunta y coordinada, el estrés elevado y sostenido durante tiempo puede generar conflictos entre ellos. Ante una situación estresante, el cerebro pone en marcha un sistema de emergencia de captación de energía. Produce menos proteínas que protegen las paredes intestinales y reduce su propio riego sanguíneo para que todos los recursos puedan ir al cerebro y a los músculos.
De esta manera, la calidad de la mucosa intestinal comienza a deteriorarse y las bacterias que la habitan se alteran y comienzan a generar productos químicos tóxicos, que a su vez influyen sobre el cerebro y aumentan el estrés. Un círculo vicioso que nos daña.
A partir de este proceso que explicamos en las líneas anteriores, podés ver porqué el estreñimiento o los síntomas del síndrome de intestino irritable se agravan con el estrés. "Cuando el estrés dura demasiado, el intestino puede ser incapaz de conservar el ambiente necesario para se mantenga en buen estado la microbiota, la comunidad de bacterias que vive en el intestino y que es esencial para la salud de todo el organismo. Las poblaciones de bacterias beneficiosas pueden reducirse y las patógenas, aumentar".
Cómo podemos combatir el problema
Uno de los mayores expertos mundiales en las comunicaciones entre cerebro y sistema digestivo, el doctor Emeran Mayer, investiga el efecto de distintas técnicas psicofísicas y él mismo las practica. Es gastroenterólogo, profesor de la Universidad de California Los Ángeles, y codirector del Centro de Investigación de Enfermedades Digestivas. "La ansiedad o el bienestar pueden originarse en el aparato digestivo. La conexión intestino-cerebro, mente-cuerpo, es poderosa. Relaciona nuestro organismo con el entorno, con el medio en que vivimos. Nos conecta. La ansiedad o el bienestar que sentimos pueden tener su origen en el aparato digestivo. Por no hablar del efecto de los antidepresivo", dice.
¿Qué ocurre con ellos? "El prozac y otros similares puede que actúen en el intestino y no en el cerebro, como se cree. Estos fármacos tratan de aliviar la depresión aumentando los niveles de serotonina. La mayoría de expertos considera que ese extra de este neurotransmisor en el cerebro es lo que ayuda a mejorar el estado de ánimo. Pero el 95% de la serotonina en el organismo se encuentra en el sistema digestivo. Podría ser que esos fármacos estimularan la producción de serotonina en el intestino y cambiaran las señales químicas que se envían por el nervio vago al cerebro".
Mayer recomienda a quienes están muy estresados y sufren ansiedad que sigan una buena dieta, equilibrada, muy rica en verduras y frutas. "Si sentís ansiedad, eso provoca en el intestino contracciones y secreciones que cambian la microbiota intestinal y entonces esta produce diferentes metabolitos que van al cerebro. Lo mejor que se puede hacer por la propia salud es practicar algún tipo de meditación, como mindfulness, también yoga o alguna técnica de reducción del estrés".