Es una de los males que más preocupan en este siglo. Como muchas otras enfermedades, la depresión es producida por variados factores que la investigación médica está tratando de descubrir, a fin de poder incorporar nuevas herramientas para su tratamiento.
Además, progresivamente, cada vez es más frecuente, razón por la cual la Organización Mundial de la Salud (OMS) ya predice que para el año 2030 serán más las personas que padecerán depresión sobre cualquier otra condición médica. Y aunque el estrés, los conflictos psicológicos, los eventos traumáticos y el aislamiento social –en un mundo cada vez más hiperconectado– pueden disparar el riesgo de sufrirla, también el estilo de vida y los usos y costumbres adquieren cada vez mayor relevancia.
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Entre estos factores se destaca la dieta. ¿Por qué razón? Porque la dieta actual induce procesos inflamatorios crónicos y en los últimos años diversas investigaciones ligan a la inflamación crónica tanto como un disparador de cuadros depresivos como a una mala respuesta a los tratamientos convencionales.
Si una sana alimentación es sinónimo de buena salud, es necesario considerar una mejor dieta para los pacientes depresivos.
En consecuencia, si una sana alimentación es sinónimo de buena salud e imprescindible en pacientes con trastornos cardíacos, hormonales, metabólicos, reumáticos, etcétera, es necesario considerar una mejor dieta para los pacientes depresivos.
Dieta antidepresiva
1) Destacar y priorizar la importancia de los alimentos que tienen acción antiinflamatoria: pescados (atún, arenque, salmón, boquerones, sardinas, con alto contenido de omega 3); frutas (manzanas, pera, ciruela, durazno); vegetales (brócoli, coliflor, rábano, repollo, soja); especies (jengibre o cúrcuma); legumbres (garbanzos, lentejas, porotos).
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2) Limitar o, mejor todavía, evitar los alimentos que tienen una acción proinflamatoria, como los carbohidratos simples (azúcar) o tortas, facturas y diversas elaboraciones de panadería, bebidas azucaradas, helados, alimentos con gluten y los preparados industriales en general.
3) Ingerir alimentos o nutrientes que son esenciales para el cerebro. Se destacan los que tienen un alto contenido en vitamina B12 (almejas, hígado de pollo, riñones, carne magra, huevos, leche y derivados), minerales como el magnesio (presente en moluscos, mariscos, quesos, cereales integrales, verduras color verde oscuro) y el calcio (espinaca, almendras, comino, sésamo, pescados con espinas, leche).
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Entre los aminoácidos es de destacar el triptófano (precursor de la serotonina) que sólo lo aportan los alimentos ya que el organismo no lo fabrica (está en huevos, lácteos, pescados, carnes, legumbres, soja, frutos secos, frutas). La vitamina D, que se obtiene de la exposición al sol, también es poderosa en inhibir la inflamación.
4) Atender la salud intestinal, ya que está demostrada la vinculación del funcionamiento intestinal y el estado de ánimo. Como se sabe, una adecuada barrera intestinal es imprescindible para que ciertas endotoxinas no la atraviesen y faciliten los procesos inflamatorios por las íntimas conexiones existentes entre el aparato digestivo y el cerebro.
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