A pocos días de haber corrido la maratón más famosa del planeta, Juan Pablo nos acerca este texto, para compartirlo con los lectores de Buena Vibra. Si bien es disparadora del texto, entendemos que su vivencia va más allá de la proeza física. No pasa por los 42km recorridos ni por estar en Nueva York. En su texto que hay una mirada de lo que lo rodea, de lo simple y grandioso de la vida y de que si uno se propone algo, lo puede lograr.
Aquí sus palabras:
Diciembre de 2017, en una de esas fiestas de fin de año, calurosas y regadas por de más, se me acerca Pablo y, sin vueltas, me dice: “¿Vamos a correr la maratón de Nueva York el año que viene?” Yo conteste como si me hubiera ofrecido otra cerveza fría: “Si, dale”.
Pablo había corrido su 11vo Ironman ese año, yo había corrido alguna ves 21k y tenía para ese entonces 9kg de sobre peso.
Primer paso, un entrenador
Tres meses después, volví de mis vacaciones con 11k de sobre peso: no me entraban ni las corbatas, y no podía ni correr un mueble. Lo llamo a Pablo y recordándole el “pacto” sellado en diciembre, teniendo en cuenta mi estado, edad y prontuario deportivo, le pido que me recomiende un entrenador.
Así fue como, previa entrevista, conocí a Marcelo Rojas: mi coach. Su primer instrucción fue corré 8km este fin de semana y mandame los tiempos. Ese fin de semana corrí mi primer fondo y sin exagerar creí que me moría de un infarto, con entumecimiento muscular agudo y embolia pulmonar. ¡Lo que sufrí!! Además llevó mi autoestima al archivo del subsuelo y la guardó junto con la ilusión de convertirme en estrella de rock (tocando el toc-toc).
Amor, el principal motor
Me quede con ese sabor agridulce que te deja el “desafío” junto con una declaración que para mi fue clave en este proceso: ”¡Me voy a regalar correr la Marathon de Nueva York!”
A partir de ahí empezó un proceso de construcción y trabajo, con una base de “persistencia”, más una capa de “pasión” que apareció después y una energía súper poderosa que yo voy a llamar “amor”.
Es un tipo de amor que yo no tenía a mano, es el que surgió de aquella declaración. Es el amor por mi, por valorarme y abrazarme como soy, en mi caso creció de la semilla de la aceptación.
Mucho entrenamiento y mucha confianza
Entrené, entrené y entrené. 3, 4 y hasta 6 veces por semana en las semanas de carga, la técnica de Marcelo desde lo físico, se basó en mi caso en nunca hacer fondos de mas de 2 horas, contra otras teorías que llegan a correr hasta 33k previos a la carrera. Y acá apareció otro de los grandes aprendizajes de este proceso, “la confianza”, en que el primer kilometro es tan importante como el último, que el tema de la carrera no es solo llegar, sino como llegar.
En Nueva York los últimos pasos: entrenar y disfrutar
Llegar a Nueva York, en este contexto, genera una emoción enorme. Esta ciudad invita a caminar y recorrer. Siempre hay un nuevo rincón para descubrir en la gran manzana. Así que fue imposible para mi no salir a "zapatear la ciudad! Y porque no, siguiendo el entrenamiento, trote suave por el “Central Park”.
Almuerzos y cenas cargados de carbohidratos que habían sido restringidos durante el entrenamiento. Así que me empaché de pizza, pasta y, ¿por qué no?, alguna que otra hamburguesa ¡Cómo si no fuera a correr nunca!
El sábado 3 de Noviembre de 2018, llegó la noche previa, y yo sentía que tenia que armar un rompecabezas de 1000 piezas de un oso polar en la Antártida. Entre las piezas, estaba la cantidad de consejos, recomendaciones, quehaceres, y preparativos previos... las zapatillas, las medias, el short, la remera, el dorsal, la ropa de abrigo para descartar, los geles, los remedios en caso de emergencia, el plan de carrera, la comida para antes y durante.
El día de la carrera, todo es sonreir
“Race day”! Lo escribo y me emociono. Un transporte nos vino a buscar a todos los que viajábamos con la agencia de turismo a las 5:45am. De ahí un viaje en “charter” de una hora, con el amanecer pintando la ciudad en un día despejado. Una postal difícil de encontrar en esta época del año en Nueva York.
Llegamos al campamento en el fuerte Wadsworth dónde nos esperaban los controles de seguridad pertinentes, esperados, y nos dividíamos en tres colores, amarillo, naranja, azul, y en 4 olas para el momento de la largada. A mi aún me cuesta tomar dimensión que éramos 60.000 corredores todos vestidos con ropa de descarte.
60.000 gestos lindos
La carrera empieza en Staten Island y termina en el Central Park, y la estadía en el campamento de largada es muy fresca y la espera es de varias horas. Es por eso que recomiendan que vayas vestido con ropa de descarte que luego la organización se encarga de donar. Había gente vestida de trajes como para ir a laburar, gente en batas de toalla, mamelucos, buzos de cuantas universidades y colegios de USA te puedas imaginar, bolsas de dormir, frazadas, cartones, reposeras y sillas de camping, algunos se cubrían con bolsas de residuos.
La espera
La organización impresionante, puestos de café, donas, agua, todo gratis para el corredor, incluso un sector con perros para acariciar si estabas nervioso. Kilómetros de baños químicos uno al lado del otro, ya que orinar es causa de descalificación de la carrera.
Realmente impresionante la logística y eficiencia a de la organización. Yo largué en el color azul ola 4, es decir a las 11am, y estaba solo, así que durante ese tiempo, “fui de químico”, comí, giré cual zombi, medité, tome sol y di vueltas, muchas.
Finalmente, llego el momento ya en formación para largar, escuchando el himno de USA, que en mi cerebro esas notas sonaban como el himno argentino cantado por los pumas “ooo oooo oooooooo” y eso se trasmitía a todo mi cuerpo. Me temblaban las piernas, las manos transpiraban, y el corazón se me salía del pecho, CAÑONAZO, y ... ¡largamos!
La carrera
Ahí empezó “la carrera”, no tengo el pegamento literario para unir las letras para describirla. La sensación es como la de un volver a casa después de un viaje largo, ¡pero con 1.000.000 de personas recibiéndote!
Yo puse mi proceso de entrenamiento y mi presencia, y la gente me empujó hasta el final.
En el camino se veía de todo. Bandas de música en cada esquina, pancartas, alientos, cacerolazos “¡Qué vuelvan todos!”
La gente leía mi nombre escrito en la remera y personalizaba el aliento, “come on Juampa!”, “Argentinaaaa!” Y podría ponerme a describir las características técnicas del recorrido, lo duro de las cuestas, y puentes, pero para mi, lo que más destaco de la maratón de Nueva York, es... ¡LA GENTE!
¡Corrí absorbiendo toda esa energía y me la regale! ¡Corrí sonriendo desde el primer al ultimo paso! Me emocioné hasta las lágrimas al cruzar el “Finish Line”
¡Que buen viaje!
Nunca me voy a olvidar el abrazo con Flora mi mujer que me acompaño en esta aventura. No lo puedo describir. Me llevo puesta una nueva piel después de este camino.
Gracias Nueva York, gracias VIDA