“El rojo hace al corazón latir más rápido”. Este tipo de frases, dichas con total seguridad y sin fundamentos científicos, puestas como certezas innegables referidas a los efectos que los colores tienen en nuestro cerebro y en nuestro cuerpo las hemos escuchado con frecuencia. Pero, ¿hay evidencia científica y datos para apoyar tales afirmaciones? Sí: te contamos cómo afectan los colores al cerebro.
Según los científicos, pocas cosas nos influyen tanto a nivel psíquico y emocional como los colores del entorno que nos rodea: repercuten en el estado de ánimo por razones físicas y también psicológicas.
“Los mecanismos fisiológicos que sustentan la visión de los colores humanos se han estudiado durante mucho tiempo, pero sólo en las últimas décadas hemos descubierto y comenzado a comprender un camino separado para los efectos no visuales del color”, explica Stephen Westland, profesor de la cátedra de Ciencia del Color y Tecnología de la Universidad de Leeds.
En un artículo publicado en The Conversation, el catedrático comenta que “Al igual que el oído, que también nos proporciona nuestro sentido del equilibrio, ahora sabemos que el ojo realiza dos funciones”.
Las células sensibles a la luz conocidas como conos en la retina del ojo envían señales electroquímicas principalmente a un área del cerebro conocida como la corteza visual, donde se forman las imágenes que vemos.
“Sin embargo, ahora sabemos que algunas células ganglionares de la retina responden a la luz mediante el envío de señales principalmente a una región central del cerebro llamada hipotálamo que no desempeña ningún papel en la formación de imágenes visuales” comenta el científico.
La herencia cultural sobre la percepción de los distintos tonos y las experiencias individuales que asociamos a cada uno de ellos hacen que cada individuo viva las variedades cromáticas de forma distinta
Luz pero no visión
“El hipotálamo es una parte clave del cerebro responsable de la secreción de un número de hormonas que controlan muchos aspectos de la autorregulación del cuerpo, incluyendo la temperatura, el sueño, el hambre y los ritmos circadianos” explica Westland.
Según el investigador la exposición a la luz en la mañana, y la luz azul / verde en particular, provoca la liberación de la hormona cortisol que nos estimula y nos despierta, e inhibe la liberación de melatonina. Al final de la noche, cuando se reduce la cantidad de azules en la luz solar, la melatonina se libera en el torrente sanguíneo y nos volvemos somnolientos.
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“Las células retinianas que forman la vía visual no formadora de imagen entre el ojo y el hipotálamo son selectivamente sensibles a las longitudes de onda cortas (azul y verde) del espectro visible” especifica.
“Lo que esto significa es que hay claramente un mecanismo fisiológico establecido a través del cual el color y la luz pueden afectar el estado de ánimo, la frecuencia cardíaca, el estado de alerta y la impulsividad, por nombrar sólo algunos”.
Por ejemplo, se cree que esta vía visual no formadora de imágenes del hipotálmo está implicada en el trastorno afectivo estacional, un trastorno del estado de ánimo que afecta a algunas personas durante los meses oscuros de invierno que pueden ser tratados con éxito por la exposición a la luz en la mañana.
Del mismo modo, hay datos publicados que muestran que la exposición a luz brillante de longitud de onda corta un par de horas antes de la hora de acostarse puede aumentar el estado de alerta y posteriormente afectar la calidad del sueño.
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La mala calidad del sueño se está volviendo cada vez más frecuente en la sociedad moderna y está vinculada con un aumento de los factores de riesgo para la obesidad, la diabetes y las enfermedades cardíacas.
Hay cierta preocupación de que el uso excesivo de teléfonos inteligentes y tabletas en la tarde puede afectar la calidad del sueño, ya que emiten cantidades sustanciales de luz azul / verde en las longitudes de onda que inhiben la liberación de melatonina.
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