Los médicos y la familia ante los límites de la ciencia: el derecho a la muerte digna

Muchas veces, a la luz de los avances científicos, la vida se prolonga hasta extremos que olvidan a la persona. Alejandro Risso Vazquez, médico especialista en terapia intensiva, reflexiona sobre la importancia de abordar un tema difícil.

                                               Uno de los encuentros más desafortunados de la medicina moderna es el de un anciano débil e indefenso, que se acerca al final de su vida, con un médico joven y dinámico que comienza su carrera”
B. Keizer.

En estas últimas semanas, el ingreso de pacientes al final de la vida a la unidad de terapia intensiva me hizo volver a un libro que repaso a menudo cuando los médicos no entendemos que la muerte es inevitable y que solo podemos extender la vida con la aplicación de la medicina en muchos casos. Cuando retomo la lectura de “Ayudar a morir”, de Iona Heath, que habla sobre lo esencial de la vida, es porque vuelvo a encontrarme con un puñado de pacientes que, por decisión del médico tratante o la familia, viene a morir a la unidad de terapia intensiva.

La unidad de terapia intensiva es el lugar del hospital donde están los pacientes más críticos, donde cada minuto cuenta, y donde la posibilidad de vivir o morir está latente minuto a minuto. Es una especialidad difícil y poco reconocida. Los intensivistas son el eslabón clave en el tratamiento del paciente crítico y trabajar al borde de la vida no es fácil. 

Creo que los médicos debemos entender que la unidad de terapia intensiva no es el lugar para morir al final de la vida. Muchos pacientes vienen, en general, de largos tratamientos, con múltipes complicaciones. Algunos sí requieren cuidados intensivos, como aquellos que llegan con complicaciones infectológicas por tratamientos de quimioterapia. Pero otros, aquellos pacientes con enfermedades de base, con tratamientos prolongados sin buena respuesta, no siempre necesitan estar en terapia intensiva para cursar el final de la vida.

Esta pregunta me la hice varias veces en estos días por un paciente que es derivado de su domicilio por su médico de cabecera, por falta de aire en el contexto de un cáncer de pulmón con múltiples tratamiento y metástasis en varios órganos de su cuerpo. Ingresa con este cuadro y, al hablar con la familia, noté rápidamente que nadie les había hablado de la enfermedad y solo tenían información de tratamientos y de posibilidades de “PROLONGAR LA VIDA”. Vivimos a menudo estas cosas, y se nos hace difícil hablarle a los familiares porque tenemos que explicarle que todo lo que tenemos para brindarle al paciente no es inocuo y que, en muchos casos, es en vano.

Los médicos debemos saber que la vida tiene un final y contra ello NO debemos tener encarnizamiento como tampoco debemos permitir que las familias prolonguen la agonía de pacientes que están al “FINAL DE LA VIDA”

Una frase que traigo del libro “Ayudar a morir” dice: “Cuando la muerte se hace inevitable y la lucha cada vez más inútil, la ciencia tiene muy poco que ofrecer”. Y ésto no solo lo debe entender la familia de nuestros pacientes sino que también los médicos.

Por ello, leyendo esta obra hay preguntas que muchos nos hacemos, como por ejemplo qué es una buena muerte. ¿Qué forma de morir queremos para nosotros y para nuestros seres queridos? Muchos no lo sabemos, ni como personas ni como médicos. La Dra. Heath expresa que morir es difícil.

También es difícil ser médico: presenciar cada día la agonía y tomar conciencia una y otra vez de los LÍMITES de la ciencia

Cada médico con sus pacientes tendría que tener un diálogo sobre la muerte, ya que en el proceso de enfermar es una variable que se debe tener en cuenta, como también lo es el diagnóstico, el tratamiento y las complicaciones de su enfermedad. Es más, todos debemos hablar con nuestras familias antes ciertos escenarios sobre el prolongar la vida y/o morir.

En el seno familiar, este tema debe ser hablado. Les dejo algunos párrafos de la Dra. Iona Heath para poder reflexionar sobre un tema poco hablado.

  • Queremos creer que si nos comportamos bien –si comemos los alimentos adecuados y con moderación, si hacemos ejercicio, etcétera- se nos recompensará con una vida larga y saludable. No necesariamente es así.
  • En los Estados Unidos hoy es casi imposible morir con dignidad, a menos que se trate de una persona pobre.
  • Los pacientes de los países pobres manifiestan el deseo de morir para verse libres del dolor; los pacientes de los países ricos quieren morir por temor a los efectos colaterales del tratamiento médico.
  • En la sociedad contemporánea, la soberbia y la ambición de la ciencia biomédica son las principales responsables de la negación peligrosa y nociva de la muerte.
  • La sociedad contemporánea parece haber perdido todo sentido del valor de la muerte, del vínculo indisoluble de la muerte con la vida.
  • Morir nos da la oportunidad de completar la vida. Es parte de la vida, no de la muerte: hay que vivir la muerte.
  • Una muerte “médica” pasa a ser algo tan trunco como una muerte violenta.
  • La medicina no aprendió a detenerse.
  • Cuando se diagnostica una enfermedad grave, la lucha contra ella invariablemente se convierte en el centro de atención del médico, pero cuando ya no hay esperanzas de una mejora y la muerte es inevitable, es esencial que ese centro de atención se desplace una vez más y regrese al individuo que sufre.

 

  • Alejandro Risso Vazquez. Médico. Especialista en Medicina Interna
    Especialista en Terapia Intensiva. Maestrando en Economía y Gestión de la Salud.
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