Es ampliamente reconocido que las emociones pueden afectar directamente las funciones propias del estómago. Ya en 1915, el influyente fisiólogo Walter Cannon observó que las funciones estomacales se modifican en los animales cuando se asustan. Lo mismo ocurre con los seres humanos.
Antonina Mikocka-Walus, Profesora Principal en Psicología de la Salud, Universidad de Deakin, publicó una investigación en la que se describen varios aspectos del vínculo directo entre ambas partes de nuestro organismo.
“Ahora sabemos que esto es así porque el cerebro se comunica con el sistema gastrointestinal. Un ecosistema entero que comprende 100 billones de bacterias que viven en nuestros intestinos es un participante activo en esta comunicación entre el cerebro y el estómago” dice la especialista.
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“Recientes descubrimientos en torno a esta relación nos han hecho considerar el uso de terapia de conversación y antidepresivos como posibles tratamientos para los síntomas de problemas intestinales crónicos" agrega.
"El objetivo es interferir con la conversación entre los dos órganos diciéndole al cerebro cómo ayudar al intestino defectuoso”
Dando más detalles, la investigadora comenta que su investigación encontró que la terapia psicológica puede mejorar la calidad de vida de los pacientes con condiciones gastrointestinales. Los antidepresivos también pueden tener un efecto beneficioso tanto en el curso de una enfermedad intestinal como en la ansiedad y la depresión que la acompañan.
¿Cuáles son las enfermedades gastrointestinales?
Las dolencias gastrointestinales son increíblemente comunes. Alrededor del 20 por ciento de los adultos y los adolescentes sufren de síndrome del intestino irritable (SII), un trastorno en el que la incomodidad abdominal o el dolor van de la mano con los cambios en los hábitos intestinales. Estos podrían implicar diarrea crónica y estreñimiento, o una mezcla de los dos.
“El SII es un llamado trastorno funcional, porque mientras sus síntomas son debilitantes, no hay cambios patológicos visibles en el intestino. Por lo tanto, se diagnostica sobre la base de síntomas en lugar de pruebas o procedimientos diagnósticos específicos”, explica Mikocka-Walus.
“Esto es lo contrario de la enfermedad inflamatoria intestinal (IBD), una condición donde el sistema inmunológico reacciona de manera exagerada a las bacterias intestinales normales. La enfermedad inflamatoria intestinal se asocia con sangrado, diarrea, pérdida de peso y anemia (deficiencia de hierro) y puede ser una causa de muerte. Se llama una enfermedad intestinal orgánica porque podemos ver cambios patológicos claros causados por la inflamación en el revestimiento intestinal” agrega la científica.
“Muchos experimentan ansiedad y depresión en respuesta a la forma en que la enfermedad cambia su vida. Pero estos nuevos estudios publicados también sugieren que aquellos con ansiedad y depresión son más propensos a desarrollar trastornos intestinales. Esta es una evidencia importante de las interacciones cerebro-intestino.
Cómo habla el cerebro con el estomago
“El cerebro y el intestino hablan entre sí constantemente a través de una red de mensajes neuronales, hormonales e inmunológicos. Pero esta comunicación saludable puede ser perturbada cuando se enfatiza o desarrolla inflamación crónica en nuestro sistema digestivo”, dice la Profesora de la Universidad de Deakin.
“El estrés puede influir en el tipo de bacteria que habita en el intestino, haciendo que nuestra flora intestinal sea menos diversa y posiblemente más atractiva para las bacterias dañinas. También puede aumentar la inflamación en el intestino, y la vulnerabilidad a la infección”, aclara luego.
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La inflamación intestinal crónica puede disminuir nuestra sensibilidad a las emociones positivas. “Cuando padecemos inflamación intestinal, nuestros cerebros se vuelven a conectar a través de un proceso llamado neuroplasticidad, que cambia las conexiones entre las señales nerviosas” aclara.
La ansiedad y la depresión son comunes en personas que sufren de problemas intestinales crónicos. Aproximadamente el 20 por ciento de los que viven con enfermedad inflamatoria del intestino reportan sentirse ansiosos o tristes por largos períodos de tiempo. Cuando su enfermedad se dispara, esta tasa puede superar el 60 por ciento.
Tiene sentido entonces ofrecer tratamiento psicológico a las personas con problemas intestinales crónicos. Pero, ¿tal tratamiento también beneficiaría la salud intestinal?
Cuando se trata de síndrome del intestino irritable, los estudios son concluyentes. Según un metaanálisis que combina 32 ensayos, tanto la terapia oral como los antidepresivos mejoran los síntomas intestinales. Una actualización reciente de este metanálisis, incluyendo 48 ensayos, confirmó aún más este resultado.
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Según datos aportados por el estudio, los síntomas como la diarrea y el estreñimiento mejoraron en el 56 por ciento de los que tomaron antidepresivos, en comparación con el 35 por ciento en el grupo que recibió un placebo. El dolor abdominal mejoró significativamente en alrededor del 52 por ciento de los que tomaron antidepresivos, en comparación con el 27 por ciento de los del grupo placebo.
Los síntomas también mejoraron en alrededor del 48 por ciento de los pacientes que recibieron terapias psicológicas, en comparación con casi el 24 por ciento en el grupo de control, que recibió otra intervención como la gestión habitual. Síntomas del SII mejorado en el 59 por ciento de las personas que tenían terapia cognitivo-conductual, en comparación con el 36 por ciento en el grupo de control.
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