La diabetes es el trastorno endocrino/metabólico más frecuente en la infancia y adolescencia, y conlleva importantes consecuencias físicas y emocionales. Aunque existe actualmente un tratamiento sustitutivo adecuado, todavía no se ha logrado evitar la aparición de complicaciones crónicas. Lo que sí es posible y es importante considerarlo es que se puede controlar su aparición y retrasar las complicaciones con un control adecuado. De ahí la importancia de que la atención al niño diabético no sea materia exclusiva de los endocrino pediatras o diabetólogos sino con una mirada integra guiada por el pediatra de cabecera.
Síntomas: orinar frecuentemente, cambio en la personalidad, adormecimiento o cansancio, menor rendimiento escolar y en actividades deportivas, alteraciones de la visión, dolor de cabeza.
Hoy no hay una definición ampliamente aceptada del “estado diabético”. Para la OMS, la diabetes tiene una definición eminentemente práctica: es una situación de hiperglucemia crónica que puede resultar de varios factores ambientales y genéticos que actúan conjuntamente. La hiperglucemia (es decir glucosa alta en sangre) puede resultar de una falta de insulina o de un exceso de factores que contrarrestan su acción, y ello produce anomalías del metabolismo de carbohidratos, proteínas y lípidos.
Los factores genéticos tienen gran preponderancia si se compara el riesgo de padecer diabetes entre la población general cuyo valor es de 0,1- 0,2% frente a 5 a 10% si se tiene un hermano con diabetes (en gemelos idénticos aumenta hasta un 50%). Lo cierto es que se viene registrando un aumento importante del número de casos nuevos por año.
se puede controlar su aparición y retrasar las complicaciones con un control adecuado
La forma más común en la infancia y en la adolescencia es la diabetes tipo 1 autoinmune, cuyo comienzo es relativamente agudo. Sin embargo, hoy en día se registra un franco aumento de diabetes tipo 2 en niños, niñas y adolescentes debido al sobrepeso que desencadena insulinorresistencia. Es importante prestar atención a los síntomas entre los cuales el más constante y precoz es la poliuria (orinar frecuentemente) y que se manifiesta con incontinencia urinaria nocturna en un niño que previamente controlaba esfínteres. Otros síntomas son: cambio de la personalidad, adormecimiento o cansancio, menor rendimiento escolar y en las actividades deportivas, alteraciones de la visión, dolor de cabeza. Si la enfermedad no se trata en una fase posterior pueden aparecer síntomas de gravedad como deshidratación, progresiva depresión del sistema nervioso central, somnolencia hasta estado de coma, cuando el paciente presenta cetoacidosis diabética .
se viene registrando un aumento importante del número de casos nuevos por año, sobre todo de la diabetes tipo 2, producto del sobrepeso en la infancia
El diagnóstico de diabetes mellitus tipo 1 y 2 tiene profundas implicaciones para el niño y su familia. El tratamiento debe ser intensivo y abarca algunos aspectos clave: insulinoterapia o antidiabéticos orales, dieta, actividad física, autocontrol, educación diabetológica y aspectos psicosociales. Esta variedad de aspectos que a su vez están interrelacionados plantea a cada edad distintos desafíos para la adherencia y control del tratamiento indicado:
De 0 a 3 años: El niño depende de sus padres para el control de la enfermedad quienes se encuentran con el reto de que su hijo es incapaz de entender las inyecciones y/o punciones de los dedos y se siente "castigado". A su vez los hermanos se sienten abandonados por los cuidados hacia el otro. En esta etapa los aspectos claves del cuidado son:
1. El primer objetivo es evitar los episodios de hipoglucemia que pueden ser causantes de déficits cognitivos en el futuro.
2. Comprender la incapacidad del niño para entender la necesidad de cooperación, requiriendo un refuerzo emocional de los padres y tratar de implicar al niño desde etapas precoces, como por ejemplo en la selección del dedo para la punción.
3. Los padres deben compartir responsabilidades.
4. Evitar la sobreprotección y los conflictos con los hermanos por una atención desigual.
5. Es importante la aprobación de los padres en esta edad: evitar decir en el resultado del autoanálisis "bien" o "mal", y sustituirlo por alto, bajo o normal.
Niños y niñas pre-escolares (de 4 a 7 años): En esta etapa los padres siguen siendo los principales responsables de la enfermedad, pero el niño ya acude a la guardería o al colegio, se separa de los padres y se encuentra con otros niños. Es el primer contacto con las consecuencias sociales de la diabetes: deben explicar a los demás su enfermedad. Es muy importante que no se sienta culpable de padecerla. El niño debe empezar a participar en su autocontrol (seleccionar bocadillos adecuados, elegir y limpiar las zonas de inyección, identificar síntomas de hipoglucemia. Es importante instruir a maestros y cuidadores sobre los cuidados básicos de la diabetes.
Etapa prepuberal (8 a 11 años): A estas edades establece relaciones de amistad y empieza a plantearse su valoración, comparando sus capacidades con la de sus amigos. Aunque los padres siguen siendo los principales responsables, el niño debe comenzar a entender los beneficios del buen control para su futuro. Debe empezar a tomar parte activa en su tratamiento, como seleccionar dietas suplementarias para los días de ejercicio, realizar autoanálisis, inyectarse insulina algunas veces (aunque supervisado por los padres).
Se debe enfatizar a los padres la importancia de participar en actividades con los amigos, dejando al niño que asuma responsabilidades parciales en el control de la dieta. El equipo de salud debe negociar más individualmente con el niño en relación con los problemas de la diabetes, en lugar de hablar continuamente con los padres. No conviene ser demasiado rígidos. Es importante negociar con el niño un compromiso razonable para fiestas y ocasiones especiales: una tarta o un helado podrá elevar sus glucemias, pero el valor emocional de participar con otros niños también es importante. Se le enseñará a ajustar su tratamiento insulínico con unas pocas unidades extras de insulina regular para estas ocasiones especiales, lo que debe ser consensuado en la consulta médica.
De 12 a 19 años (pubertad y adolescencia): Es la etapa del desarrollo, especialmente problemática, que establece la transición desde la infancia a la edad adulta, con cambios fisiológicos, psicológicos y socio-culturales. Durante la pubertad hay una resistencia fisiológica a la insulina (en diabéticos y no diabéticos), por lo que se dificulta el buen control, reflejándose en unas mayores necesidades de insulina. En estas edades surgen varios retos:
- Necesidad de independencia de los padres. Puede actuar como si no fuera diabético, ignorando la dieta, el autoanálisis, incluso las inyecciones de insulina y rechaza los consejos, hay cambios continuos de humor, no quiere pedir ayuda y no es capaz de asumir las complicaciones futuras de su actual mal control metabólico. Hay que darles refuerzos positivos, intentando que acepten una mayor responsabilidad en el cuidado de su diabetes, sin dejar nunca de prestarles apoyo y supervisión.
- El paciente establece las bases de su comportamiento, modas y manías, que puede llevarle a comidas irregulares, exceso de actividad física y posibles contactos con el alcohol y drogas. En las niñas es importante el problema de la "imagen corporal", el temor al exceso de peso puede llevarlas a disminuir la dosis de insulina. Hay que intentar modificar su patrón de relaciones con el equipo de salud, separando las visitas de padres e hijos, para poder tratar temas como el sexo, el alcohol, las drogas. Lo fundamental en esta etapa es implicarlo en la toma de decisiones, negociando los objetivos. Se pueden beneficiar del contacto con otros pacientes de su misma edad por lo que los campamentos, las reuniones en grupo y las asociaciones pueden ser de gran utilidad tanto para los jóvenes como para los padres. En las adolescentes es preciso abordar el tema de la planificación familiar e informarle de los problemas del embarazo y de la importancia del control preconcepcional.
Al final de la adolescencia, al disminuir y estabilizarse el crecimiento hay una estabilización fisiológica de las necesidades insulínicas. El siguiente paso es la vida adulta, y pueden sentirse agobiados planificando su futuro, por lo que pueden olvidar el autocontrol. Hay que tratar de que acepten la responsabilidad de su autocuidado, aunque sin olvidar su relación con el equipo de salud.
En conclusión, los adultos deben estar atentos a los síntomas (que pueden ser tan inespecíficos como el cansancio, ganas de orinar frecuentemente o de beber en reiteradas ocasiones), considerando que el niño también puede ser diabético y que un diagnóstico precoz permite una instauración inmediata del tratamiento necesario y de toda la batería de medidas implicadas en el tratamiento, y el posterior control de la enfermedad.
Por el Dr. Fernando Lamas, médico pediatra "Red Niños sanos, niños felices".