Huellas de la infancia en la química del amor y la sexualidad

sexualidad hombre y mujer

El bienestar de la sexualidad también existe. Y la mejor manera de estimularlo y disfrutar la intimidad física con otra persona es conocer nuestro cuerpo y saber cómo funciona. La sexualidad es una función que involucra los aspectos biológicos, psicológicos, sociales y espirituales del ser humano, una función que nos permite relacionarnos con otro en el nivel más profundo. Pero... ¿Cuál es el misterio que nos permite a veces disfrutar de una actividad sexual intensa y placentera y otras, en cambio, nos produce pura frustración? ¿Por qué a veces la mente y el cuerpo responden y otras veces no?

El secreto está en la química de nuestro organismo. Cada sensación corporal o emocional que tenemos -placer, miedo, ternura o rabia-, son la manifestación de cambios químicos que se producen en el organismo y que vamos incorporando al cerebro mediante procesos de nuestro intelecto.

Todo comienza en el cerebro, con sustancias llamadas neurotransmisores, que son biomoléculas que conectan químicamente unas neuronas con otras, promoviendo indirectamente la producción de otras sustancias químicas químicas del propio cerebro o de órganos más alejados. Somos sexualmente un procesador biopsicosocial y espiritual de sustancias químicas como la adrenalina, las endorfinas, la oxitocina, los estrógenos, los andrógenos y cientos de otras. Estas sustancias deben mantener un saludable equilibrio para que nuestra sexualidad funcione adecuadamente y existen muchas situaciones en las cuales este equilibrio se rompe.

Por ejemplo, cuando se experimenta una gran ansiedad por el propio desempeño sexual porque hay un deseo de agradar a la pareja, cuando se teme repetir una experiencia displacentera o cuando no existe con el/la compañero/a sexual un grado suficiente de confianza que habilite el diálogo y la confidencia, las glándulas suprarrenales producen una sustancia llamada adrenalina que tiene efectos de alerta en el organismo: genera estrés. Esta sensación adrenalínica de alerta es contraria a las sensaciones producidas por las hormonas sexuales (estrógenos, testosterona, oxitocina, endorfinas) y es tan potente que muchas veces su efecto neutraliza a las demás, sobre todo si la causa de su producción no se resuelve y el estrés continúa en el tiempo transformándose en distrés o alerta crónica.

En estos casos las relaciones sexuales dejarán de ser agradables, producirán una gran inseguridad y hasta ganas de evitarlas, lo cual dará origen a una mayor descarga de adrenalina o sea, más estrés. Se cierra el círculo del no placer y del conflicto con la pareja.

Los orígenes

A mediados del siglo XX, un científico americano llamado John Money investigó las respuestas amorosas de diferentes especies animales y también de humanos. En base a sus investigaciones, escribió un libro que tituló “Los mapas del amor”. En él analizaba el comportamiento de las personas en su búsqueda de pareja y su estilo de vincularse. Uno de sus hallazgos más interesantes fue que en el cerebro del humano, y también de animales de mayor desarrollo en la escala zoológica, existían recuerdos o improntas, que él llamó “patterns”, relacionados con las más tempranas experiencias de relación, desde el mismo momento del nacimiento.

El bebé humano o el cachorro de la especie animal, guardaba en la memoria sensaciones e imágenes del modo en que había sido tratado por los primeros seres con los que se había vinculado. Estas primeras experiencias “amorosas” serían determinantes del estilo de futuras experiencias que buscaría para su vida.

Como estos recuerdos estaban grabados en un nivel subconsciente o inconsciente, aunque este individuo al crecer sintiera desagrado o sufriera por ese tipo de relaciones, no podía evitar continuarlas, repetirlas y aún buscar otras personas que reiteraran el mismo estilo de vinculación con él.

¿Cómo se podría comprender la búsqueda reiterativa de dolor, sufrimiento emocional o maltrato? Parecería ser que la química lo impulsa a la reiteración y a la continuidad de lo conocido. Existe un refrán popular que dice “más vale malo conocido que bueno por conocer” y se refiere precisamente a esta situación de temor al cambio.

Todo estrés implica una descarga de adrenalina desde las glándulas suprarrenales. En este sentido, existen personas que viven en un estado de estrés casi permanente, llamado distrés y se acostumbran a esa sensación. Están haciendo esfuerzos para adaptarse y continuar operando de este modo pero, como lo hacen desde siempre, mantienen esta situación como una costumbre o como su forma habitual de vida, y se podrían sentir muy extrañas, incómodas y hasta angustiadas si la situación cambiara, aún para bien.

De este modo podemos entender algunos vínculos amorosos que no son “tan amorosos” y que incluyen maltrato físico, verbal, sexual, psicológico, económico, etc, que se perpetúan en el tiempo. Es necesario realizar un tratamiento profesional que ayude a modificar esos hábitos o costumbres y aprender a crear nuevas improntas o “patterns” no solamente para tener una sexualidad más saludable y plena sino también una mejor calidad de vida.

Fuente: Dra. Beatriz Literat, médica sexóloga de Halitus Instituto Médico

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