Somos lo que comemos... Eso dicen. Y si no es cien por ciento así se parece bastante. Un dato: el 35% de las muertes por cáncer en general se pueden atribuir a la dieta, así como el 90% de los efectos preventivos en el cáncer colorrectal.
En los últimos años, la medicina empezó a poner el foco en la relación entre la obesidad y el cáncer. Y, también, a estudiar cómo los alimentos pueden tener una incidencia en el desarrollo de la enfermedad. Del mismo modo, los científicos han descubierto que otros tantos tienen una función “protectora” contra el cáncer, como las frutas y las verduras.
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Compartimos 10 claves para convertir a la nutrición en una aliada para bajar nuestro riesgo de cáncer.
1) Comer pocas grasas. La obesidad genera desórdenes metabólicos relacionados con hormonas que participan en el desarrollo de varios tipos de cáncer, como el de estómago, esófago y mama.
2) Bajar el consumo de azúcar. Los azúcares refinados no están directamente relacionados con el riesgo de cáncer, pero sí con la obesidad. Además, funcionan como el ‘combustible’ en el proceso de crecimiento de las células tumorales. La recomendación es preferir los azúcares naturales (como los de las frutas), limitar las bebidas gaseosas y comer postres o dulces sólo un par de veces por semana, y en porciones pequeñas.
3) No excederse con las carnes rojas. No tiene un riesgo en sí misma, pero si se consume mucha, con grasa y demasiado cocida, no es saludable. Cuando se comen carnes rojas, hay que elegir cortes magros y eliminar la grasa visible. Lo recomendado es consumir tres veces por semana pescado, dos veces por semana y sólo una carne vacuna, en lo posible al horno o hervido.
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4) El método de cocción. Cuando los alimentos se cocinan a temperaturas altas sobre una llama abierta, como el asado al carbón o a la parrilla, se modifican las moléculas de la carne y se generan así hidrocarburos aromáticos que son cancerígenos. Hay que optar por la moderación y evitar sobrecocer las carnes y que se forme esa “costra” crocante que es nociva.
5) Fiambres y ahumados. A estos alimentos procesados, para su elaboración y conservación se les suelen agregar nitritos y nitratos (que son nocivos) y tienen también un “efecto engordativo”. Los ahumados son riesgosos por su método de cocción. Su consumo debe ser ocasional.
6) Alcohol. Según la Asociación Americana de Oncología Clínica (ASCO), el alcohol eleva el riesgo de cáncer bucal, de laringue, de esófago, pecho, mama, colón e hígado. La ASCO recomienda limitar el consumo a una bebida alcohólica por día para las mujeres, y a dos para los hombres.
7) Frutas y verduras. Es la principal estrategia dietética para reducir el riesgo de cáncer. Hay que incorporarlos a la dieta, cinco porciones por día de frutas y verduras, de distintos colores. La dieta mediterránea tradicional nos puede ayudar en la prevención del cáncer. Las frutas y los vegetales son bajos en grasa, altos en fibra, y ricos en antioxidantes que combaten la enfermedad.
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8) Fibras. Disminuye el riesgo de cáncer colorrectal, porque reduce la cantidad de tiempo que los desechos –que a menudo tienen sustancias cancerígenas– viajan a través del colon. También se observó que los alimentos ricos en fibra reducen los niveles de estrógeno y de testosterona, con efectos protectores de los cánceres de mama y colon. Se pueden incluir en la dieta en frutas, verduras, cereales integrales y legumbres.
9) Lácteos. Sus nutrientes, como el calcio y la vitamina D, son efectivos contra el cáncer colorrectal. Pero lo ideal es que sean descremados para evitar adicionar grasas a la dieta.
10) Alimentos que son buenos aliados. Entre los alimentos que protegen de la enfermedad se puede hablar de tomates, brécol, soja, aceite de oliva, cítricos, frutos rojos, uvas, pescado azul, yogur o ajos y cebollas. Por contra las patatas fritas, las carnes procesadas o las galletas estarían entre los alimentos pro-cancerígeno en humanos.
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