
La herencia familiar no solo se transmite a través de rasgos físicos o costumbres, sino que también puede estar marcada por experiencias que moldean el destino de las generaciones futuras. Durante mucho tiempo, la ciencia ha explorado cómo los eventos traumáticos afectan a quienes los viven, pero ahora surge una pregunta aún más inquietante: ¿puede el dolor dejar una huella biológica que atraviese el tiempo?
Qué vas a encontrar en esta nota:
Un estudio reciente sugiere que la respuesta es sí, revelando que la violencia y el estrés extremo pueden modificar el ADN y afectar a los descendientes de quienes han sufrido estos eventos.
Este hallazgo, basado en el estudio de familias sirias afectadas por la guerra, sugiere que la exposición a la violencia genera modificaciones epigenéticas en el ADN. Estas alteraciones no cambian la secuencia genética, pero sí influyen en su funcionamiento y pueden heredarse, aumentando la vulnerabilidad a enfermedades mentales y físicas.

Un estudio que conecta la violencia con la genética
Un equipo de investigadores internacionales analizó muestras de ADN de 48 familias sirias que abarcan tres generaciones. Estas familias incluyen mujeres embarazadas que huyeron de la masacre de Hamas en 1982 o de la insurrección armada de 2011 durante la guerra civil siria. Los científicos recolectaron y examinaron muestras de células de la mucosa bucal de 131 individuos para identificar modificaciones epigenéticas.
Al comparar estos resultados con los de familias que dejaron Siria antes de 1980, los investigadores detectaron alteraciones en 14 regiones genómicas en personas cuyas abuelas vivieron el ataque de 1982. Sorprendentemente, ocho de estos cambios persistieron hasta en los nietos, quienes nunca habían experimentado violencia directamente.

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Cambios epigenéticos y envejecimiento acelerado
Los científicos encontraron además signos de envejecimiento epigenético acelerado en los descendientes de las víctimas de violencia. Este fenómeno podría estar relacionado con un mayor riesgo de enfermedades asociadas a la edad. Asimismo, identificaron alteraciones en 21 regiones genéticas en personas afectadas por la violencia de la guerra civil siria.
Estos cambios en el ADN no son mutaciones permanentes, sino modificaciones químicas que regulan la expresión de los genes. Es decir, pueden influir en la activación o desactivación de ciertos procesos biológicos sin alterar la información genética en sí misma.

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Un patrón que se repite en víctimas de distintos tipos de violencia
El estudio refuerza la teoría de que el estrés extremo puede dejar una marca genética persistente en la descendencia. Investigaciones previas han observado fenómenos similares en animales, pero hasta ahora había poca evidencia en humanos.
Los expertos sostienen que estos resultados pueden extrapolarse a otros tipos de violencia, como la violencia doméstica, el abuso sexual y la violencia armada. Las consecuencias de estos traumas no solo se reflejan en la salud mental y física de las víctimas directas, sino que también pueden influir en la calidad de vida de sus hijos y nietos.

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Resiliencia y la importancia de la empatía
A pesar de las secuelas biológicas del trauma, los investigadores destacan la capacidad de resiliencia de estas familias sirias. A lo largo de generaciones, han logrado seguir adelante, formar nuevas vidas y preservar sus tradiciones, demostrando una fortaleza única frente a la adversidad.
Este estudio también abre el debate sobre la importancia de comprender los efectos a largo plazo de la violencia. Según los investigadores, estos hallazgos podrían ayudar a sensibilizar a la sociedad y a los legisladores sobre la necesidad de abordar las secuelas del trauma con políticas públicas efectivas. Además, podrían explicar ciclos intergeneracionales de abuso, pobreza y trauma que se observan en diferentes partes del mundo.

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La evidencia científica demuestra que la violencia no solo deja heridas visibles en las víctimas, sino que también puede marcar su legado genético. Estos resultados refuerzan la urgencia de prevenir y mitigar el impacto del trauma en la sociedad para evitar que sus efectos se perpetúen en el tiempo.
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