El primer y más fuertemente sostenido argumento para explicar la disminución del deseo en las parejas es el tan conocido estrés. Por formar parte de la sociedad y padecer sus múltiples afectaciones, todos, en mayor o menor medida sufrimos de estrés.
Nuestro tan familiar enemigo se alimenta de la mayoría de las situaciones que vivimos a diario: un trabajo excesivo y/o poco gratificante, las tensiones que provoca la agitación de la ciudad y sus toxicidades, las presiones económicas, las exigencias domésticas que requiere sostener una familia, etc. Por supuesto que a estas generalidades debemos agregarle las cargas personales e íntimas que complejizan y completan el cuadro.
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Efectos del estrés en el sexo y la falta de libido
El estrés, además, es alimentado por la rutina. Saber, casi con exactitud, cómo será nuestro día, y el siguiente, y el que le sigue, impide que obtengamos la necesaria descarga de energía negativa para aliviarlo. La rutina nos estresa porque nos pone rígidos ante nuestros hábitos, nos conmina a responder rituales agotadores cuanti y cualitativamente y nos deja con poco oxígeno para recuperarnos.
La estructura de la pareja padece, por lo tanto, los efectos que el estrés provoca en sus integrantes
Además, una pareja que se estabiliza, al mismo tiempo que obtiene logros como la seguridad, la confianza, el apoyo del entorno, la posibilidad de construir proyectos en común, unificar su economía, etc, tiende a formatearse y, por lo tanto, cae en lo rutinario.
Aquello que consideramos valores y que la cultura ofrece como dote a una pareja afianzada atenta de manera directa y brutal contra el erotismo de la misma. Es así como las relaciones basadas en el amor terminan muchas veces siendo devoradas por las afectaciones que les provocan la rutina y el estrés y sucumben, acomodando su libido dentro de los pequeños espacios que este modelo les ofrece. Y se cristalizan.
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¿Cómo funciona el erotismo?
El erotismo se lleva pésimo con lo estable, lo anticipable, lo seguro, lo repetitivo, lo certero, lo permanente… y todos los sinónimos que se nos ocurran. Aborrece la rutina, no empatiza con la tensión y, por lo tanto, se retira. Es amigo de lo misterioso, lo lúdico, la intriga, lo inestable y lo sorpresivo. Por lo tanto, el estrés y la rutina son claramente atentatorios del erotismo vincular, disminuyen la libido y afectan a la sexualidad en general.
El erotismo se lleva pésimo con lo estable, lo anticipable, lo seguro, lo repetitivo, lo certero, lo permanente… Aborrece la rutina, no empatiza con la tensión y, por lo tanto, se retira
El estrés provoca mucho agotamiento psíquico que, en general, se registra con mucho cansancio físico. La rutina de la sexualidad adquirida es vivida entonces como un esfuerzo agregado y, por lo tanto, aumentan las respuestas negativas hacia ella. Y es aquí donde se instala el gran error en las parejas. El soberano error, el argumento condenatorio.
La sexualidad no cansa, por el contrario, combate el estrés, alivia las tensiones, distrae las preocupaciones y nutre. Sucumbir al supuesto cansancio físico por estrés y vivir a la sexualidad como generadora de mayor fatiga atenta contra la pareja y contra cada sujeto que conforma la misma cayendo en un altísimo riesgo en todo sentido.
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El estrés provoca mucho agotamiento psíquico que, en general, se registra como cansancio físico
¿Cómo enfrentar la falta de deseo?
Por lo tanto, es fundamental enfrentar este tema tan amenazante con los siguientes consejos:
- Desvincular a la sexualidad de la idea de cansancio.
- Enfrentar la tendencia de la rutina en la pareja y en su erotismo.
- Utilizar la cabeza, y no para reprimir ni justificar sino para que sea aliada de nuestra libido. Los pensamientos estresantes y rutinarios son atentatorios.
Los pensamientos pueden ser redirigidos hacia lugares más saludables en dos sentidos:
- Destinándolos a la imaginación y, con ella, desarrollar los aspectos más lúdicos, descontracturados y rupturistas por un lado.
- Y usándolos como consignas de voluntad para reencontrarse con el deseo y no dejarlo a expensas del aplastamiento que le ejerce el estrés y la rutina.
Es otro malentendido creer que el deseo debe ser siempre espontáneo y natural y que lo contrario es forzarlo. Al deseo hay que ir a buscarlo cuando se nos escabulle presionado por el resto de nuestra realidad.
Es otro malentendido creer que el deseo debe ser siempre espontáneo y natural y que lo contrario es forzarlo. Al deseo hay que ir a buscarlo cuando se nos escabulle
- Si podemos poner la voluntad al servicio de muchísimas áreas de nuestra vida, incluso aquellas emblemáticamente ligadas al amor.
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Nadie puede decirme que todas las acciones que desarrollamos hacia nuestros hijos, los seres más amados, están sostenidas por el deseo, muchas de ellas están apoyadas en el esfuerzo, la voluntad y el compromiso, con el objetivo de lograr su bienestar y sobre la base de nuestro amor hacia ellos.
- El trabajo, la actividad física saludable, lo social, los compromisos familiares, etc. están acompañados mayormente por nuestro pensamiento en términos de acción volitiva con resultados generalmente exitosos y nutricios.
- Generalmente no dudamos en poner en marcha la voluntad para ejercer nuestras funciones. Es nuestra tarea ofrecerle lo mismo a nuestra sexualidad. Por nuestra salud física, emocional y vincular.
¿Pero cómo lograrlo?
Debemos encararlo como objetivo y diseñarlo entre ambos. Ampliar la comunicación, en especial la comunicación íntima (las parejas con el tiempo terminan hablando de las cuestiones de la casa, de los hijos, de la comida y de los vecinos). Rediseñar el espacio y el tiempo dedicado a la relación de a dos. Retirar a la pareja de la estructura familiar dándole entidad por sí misma. Incluir la imaginación y el juego. Romper con los esquemas que constriñen.
Es clave retirar a la pareja de la estructura familiar dándole entidad por sí misma. Incluir la imaginación y el juego
Por último animarse a ser otros dentro de lo tan conocido. Para redescubrirse y expandirse. Para reencontrarse desencontrándose. Para despertar los sentidos, las sensaciones y las emociones que se durmieron y se dañaron de tan desatendidas.
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