La onicofagia o el hábito de morderse las uñas (del griego ónyx y phagía), es un “signo de ansiedad” que la persona lleva a cabo como una manera de combatirlo, según el psicólogo clínico y socio del Colegio de Psicólogos de Madrid, Esteban Cañamares.
En un reportaje realizado por la agencia Efe, Cañamares explica en modo ilustrativo que “Es como cargarnos de energía para hacer frente a un enemigo” y también sostiene que esa ansiedad o “reacción al miedo” se suele canalizar en la mayoría de los casos o bien comiéndose las uñas o consumiendo más comida de lo habitual.
Por su parte, la especialista en dermatitis herpetiforme y enfermedad celiaca, Paloma Borregón asegura que, esta “manía” considerada un trastorno del control de los impulsos, la sufren principalmente los adolescentes, y de forma menos frecuente los adultos.
La mayoría de las personas que realizan tratamientos locales para dejar de comerse las uñas fracasan. El motivo de este traspié es la propia causa de la onicofagia, es decir, la ansiedad, los nervios, la depresión, el estrés, el aburrimiento, los problemas o la tristeza.
Y a pesar de que la mayoría de las investigaciones inciden en que el porcentaje de hombres que se muerden las uñas es mayor, la dermatóloga asegura que la tendencia a recurrir a un tratamiento para evitar esa conducta es mayor en ellas que en ellos.
Los riesgos de morderse las uñas
Los hábitos nerviosos o negativos comienzan con un cambio casi imperceptible en el día a día. Cuando la persona se va acostumbrando a esa actitud, aumenta la cantidad de veces que lo practica.
Entre los riesgos que se derivan de esta conducta, la doctora Borregón destaca dos: alteraciones irreversibles que impiden hacer su función a la uña -la de proteger a los dedos- y un incremento del riesgo de infección por “llevarse las uñas a la boca”.
“Siempre que haya una herida las bacterias pueden aprovechar para entrar”, remarca la doctora en alusión al traslado de las bacterias de la boca a la herida provocada en el dedo.
Una infección se produce con tan solo estirar de un pellejo, pero para ocasionar una alteración permanente es necesario que el hábito se produzca de “manera crónica”, según la especialista.
“Morderse las uñas provoca que la mandíbula adopte una posición poco favorable para la articulación”, comenta el odontólogo Pedro Javier Muñoz.
Además de producirse desgaste tanto en el borde de los incisivos superiores como inferiores y dañar la articulación temporomandibular, es decir, la que une la mandíbula al cráneo, el odontólogo alerta de que también se puede perder parte del esmalte como consecuencia de este hábito.
Sin embargo, Muñoz matiza que para que se produzca cualquier daño es necesario que “sea repetitivo y prolongado en el tiempo”.
Los expertos coinciden en que el tratamiento de este tipo de impulsos “es difícil”, y por ello existen múltiples diagnósticos que abarcan desde pintase las uñas a tomar “inhibidores de la serotonina”, como los psicofármacos, que controlan la ansiedad, aunque también se usa la acetilcisteína.
“A dosis altas, la acetilcisteína regula un mediador cerebral que hace que te disminuya el impulso de morderte las uñas”, agrega.
El uso de esmaltes normales no funciona para no morderse las uñas porque la gente lo hace igual, según Borregón, quien recomienda tener las manos entretenidas y usar esmaltes de gel ya que endurecen las uñas y provoca que el individuo “no sea capaz” de morderlas.
En cualquier caso, el psicólogo recalca que existen muchos “matices personales” y por ello precisa que antes de que el sujeto inicie un tratamiento para dejar de comerse las uñas se debe “descubrir sus preocupaciones o inquietudes”.