Cuando eres psicooncólogo y te preguntan a qué te dedicas, sueles encontrar dos tipos diferentes de respuesta o de reacción: están los que no saben lo que es o no sabían que existía y los que te hacen comentarios del tipo “ay qué pena”, “qué valor”, “yo no podría”, “¿y qué les dices?”.
La psicooncología, así como las funciones que realiza un psicooncólogo, es una especialidad muy desconocida, por eso quiero aprovechar esta entrada para hablaros un poco de ello.
La psicooncología es un campo interdisciplinar de la psicología y las ciencias biomédicas. Se dedica a la prevención, el diagnóstico, la evaluación, el tratamiento, la rehabilitación, los cuidados paliativos y la etiología del cáncer. Además, se ocupa de la mejora de las competencias comunicativas, de la interacción de los sanitarios y de la optimización de los recursos para promover servicios oncológicos eficaces y de calidad (Cruzado, 2003)
Los psicólogos en Oncología desarrollamos nuestra labor en cinco áreas distintas: la prevención, la evaluación clínica, el tratamiento psicológico, el personal sanitario y la investigación (Cruzado, 2010).
La prevención es muy importante, pues nos permite hacer promoción de estilos de vida saludable y realizar educación para la salud. Mediante la prevención normalizamos sus preocupaciones y sus emociones y exploramos, combinándola con la evaluación, si tiene algún factor de riesgo al que tengamos que estar atentos. En esta evaluación valoramos entre otras cosas la adaptación a la enfermedad y al tratamiento, la comprensión de la información, su estado emocional, su calidad de vida, el apoyo familiar y social.
El tratamiento psicológico va desde la psicoeducación, el control de estados de ánimo negativos y la solución de problemas hasta la intervención familiar, el afrontamiento de los tratamientos e incluso los problemas sexuales.
Cabría esperar que todos los hospitales tuvieran un servicio de psicooncología pero no es así
Otra de nuestras funciones es prestar apoyo al personal sanitario mediante la formación y la intervención individual o grupal si fuese necesaria.
También es importante la investigación de factores psicológicos implicados en el cáncer y de eficacia de la evaluación y tratamientos psicológicos.
Con todo lo anterior, cabría esperar que todos los hospitales tuvieran un servicio de psicooncología pero no es así. Muchos de ellos no lo tienen y derivan a estos pacientes y a sus familiares a psiquiatría cuando la gran mayoría de ellos no cumplen los criterios de ningún trastorno psicológico sino que están tristes, preocupados, impactados con la noticia y no saben muy bien qué hacer y cómo afrontar todo lo que trae consigo un diagnóstico de cáncer, una recidiva o incluso el alta después de muchos meses con tratamiento activo.
Pero ser psicooncólogo es mucho más que eso. Para mí es acompañar a una paciente que acaba de ser diagnosticada mientras la preparan para el ingreso, ayudar a un padre a averiguar la manera de seguir ejerciendo de padre de sus hijos pequeños desde el hospital, dar sustento a una familia que tienen a su ser querido en coma desde hace dos meses, enseñar a relajarse a una paciente que tiene fobia a algunas de las pruebas médicas, ayudar a un abuelo a despedirse de sus hijos y nietos y acompañar a estos en la habitación llegado el momento del fallecimiento o ayudar a una madre a “estar más animada” para ayudar a su hija a preparar su boda que es dentro de cuatro meses.
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Con frecuencia, tenemos que hacer frente a momentos muy duros como cuando a esa madre de la que os hablaba le han dado un pronóstico de vida de menos de un año y los efectos secundarios de los tratamientos paliativos la impiden disfrutar de los preparativos.
Es reconfortante ver como tras la primera sesión reflexiona sobre lo que puede hacer ella para cuidarse y encontrarse mejor y en la siguiente te da las gracias porque sin “nuestra charla” no se habría animado a ir al médico y pedir que le cambien la medicación para el dolor y que le manden algo para poder dormir mejor.
Recuerdo que en la segunda sesión le hice la pregunta que tantas veces le había oído hacer a mi tutor a sus pacientes cuando se acercaba el final: “En estos meses que te quedan, ¿quieres que te ayude a morir o quieres que te ayude a vivir?”. Ella respondió que los papeleos de la herencia y del banco ya estaban todos hechos y que en cuanto a sus seres queridos ya estaba todo dicho. Quería que le ayudara a estar más animada, a salir, a sonreír y a ser la de siempre también ahora. En la tercera, hablamos del legado. Quería darle una sorpresa a su hija para el día de su boda que le quedara como recuerdo suyo. Desgraciadamente esa fue la última vez que nos vimos. Falleció dos meses antes del gran día.
Hay pacientes que te marcan aunque sólo compartas con ellos tres sesiones. Lo importante, lo que permanece, es el saber que les has acompañado durante todo el camino y has ayudado a aliviar parte de ese sufrimiento haciéndoles saber que no están solos.
Muchas veces me emociona escuchar que mis pacientes por fin están en remisión completa después de lo mucho que han luchado o cuando les dan el alta después de muchas semanas o meses ingresados. También lo hace el enterarme de una recaída o de que han fallecido. El día que deje de afectarme sabré que algo estoy haciendo mal.
El día que deje de afectarme lo que le pasa y lo que siente un paciente sabré que algo estoy haciendo mal
Es posible que a esta altura de la entrada alguno os estéis haciendo las preguntas que todos los que nos dedicamos a esto nos hemos hecho en algún momento: ¿y si no valgo para esto?, ¿y si me supera?, ¿y si no soy capaz de manejar el estar tan en contacto con el sufrimiento? Si os estáis planteando el dedicaros a la oncología yo, por mi propia experiencia, os recomiendo empezar con el voluntariado. Hay muchas asociaciones que dan la oportunidad de realizar voluntariado en los hospitales bien con adultos, como la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) o con niños como la Asociación de Padres de niños con Cáncer (ASION). Puede ser que a raíz de la experiencia veáis en la Oncología vuestra vocación y os animéis a formaros en ello o que os guste, pero no tanto como para dedicaros a ello y queráis seguir únicamente como voluntarios.
Autora: Estefanía Romero es psicóloga especializada en Psicooncología y en Psicología de urgencias, emergencias y catástrofes. Durante su carrera profesional ha trabajado en la Fundación ANAR (Ayuda a Niños y Adolescentes en Riesgo) como psicóloga orientadora y ha realizado prácticas en el Hospital La Paz como psicooncóloga. Compagina su labor con el voluntariado en varias asociaciones. Artículo previamente publicado en Aprende Viendo Terapia y cedido a Psyciencia.
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