
Bajar de peso no siempre es tan simple como “comer sano y hacer ejercicio”. Muchas personas se esfuerzan, entrenan con regularidad, cuidan sus comidas y aun así sienten que la balanza no se mueve. Esa frustración es más común de lo que parece y tiene explicación: el cuerpo es una máquina compleja, con sistemas hormonales, metabólicos y emocionales que influyen directamente en cómo usamos y almacenamos energía.
En los últimos años, distintos estudios confirmaron que factores como el estrés, la falta de sueño, la resistencia a la insulina, los entrenamientos inadecuados o incluso los déficits calóricos prolongados pueden bloquear la pérdida de peso, aunque la alimentación sea “saludable”. Es decir, no siempre se trata de fuerza de voluntad, sino de entender cómo funciona el cuerpo y qué necesita en cada etapa.
Por eso, cuando el peso no baja pese al esfuerzo, no significa que estés haciendo algo mal: significa que falta identificar qué pieza del rompecabezas está interviniendo. Con información clara y pequeños ajustes estratégicos, es posible activar nuevamente el metabolismo y lograr resultados más coherentes con tu dedicación.

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¿Por qué no bajo de peso si hago ejercicio y como sano?
Hay 5 razones muy frecuentes por las que una persona puede hacer ejercicio, comer “sano”… y aun así no bajar de peso. Todas tienen explicación fisiológica.
Aquí están las causas más comunes (claras, directas y sin vueltas):
- Estás comiendo menos de lo que necesitas (sí, menos)
Cuando el cuerpo percibe déficit crónico, baja el metabolismo basal (gasta menos energía para sobrevivir). Esto se llama adaptación metabólica. Resultado: entrenas, comes sano… pero el cuerpo “ahorra”. Suele pasar en mujeres que hacen dieta durante años o entrenamientos intensos.
- No estás comiendo la cantidad adecuada de proteína
La proteína: ayuda a mantener y construir músculo, aumenta el gasto energético, da saciedad. Si falta, bajas músculo y el metabolismo se hace más lento.
- Estrés, ansiedad y cortisol alto
El cortisol crónicamente elevado aumenta el apetito, disminuye el gasto energético y favorece acumulación de grasa abdominal.
Puedes estar “haciendo todo bien”, pero el cuerpo está en “modo defensa”.

- Duermes poco o mal
Dormir menos de 6–7 horas produce más hambre, más antojos, menor sensibilidad a la insulina, menor recuperación muscular. El sueño influye tanto como la dieta.
- Estás entrenando… pero no el tipo de entrenamiento que tu cuerpo necesita
Mucho cardio + poca fuerza = menos masa muscular. Y sin músculo, el metabolismo baja. Lo ideal: fuerza (3 vez/semana), algo de cardio, NEAT (moverte más fuera del gimnasio).
- Resistencia a la insulina (muy común y poca gente lo sabe)
Puedes comer “sano”, pero si hay resistencia a la insulina el cuerpo almacena más grasa, usa peor la energía, pierde menos grasa aun con déficit. Se detecta con análisis. Es súper frecuente en mujeres +35.
- Calorías ocultas o porciones subestimadas
Comidas “saludables” pueden ser densas en calorías: frutos secos, aceite “un chorrito”, granola, queso, hummus, panes integrales. No es que sean malos; solo suman más de lo que parece.
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