¿Qué fines y propósitos de vida expresan los hombres en su propia conducta; qué esperan de la vida, qué pretenden alcanzar en ella? Es difícil equivocar la respuesta: aspiran a la felicidad, quieren llegar a ser felices, no quieren dejar de serlo”, afirmaba Sigmund Freud, en 1930, en El malestar en la cultura.
Siglos antes, Sócrates, Aristóteles, Buda, Santo Tomás de Aquino, San Agustín, y muchos otros pensadores también habían llegado a la conclusión de que, efectivamente, la felicidad era (y es) el motivo de la existencia del hombre.
La felicidad fue un tema central de la filosofía y ya los griegos se hacían dos preguntas clave: ¿Qué es la felicidad? y ¿Qué hace felices a las personas?
Para Aristóteles, por ejemplo, ser feliz implicaba alcanzar la autorrealización y las metas que uno se proponía logrando así la plenitud y armonía del alma.
Para otros colegas griegos, la felicidad era poder valerse por sí mismos y no tener que depender de nadie. Para los estoicos sólo se podía alcanzar la felicidad cuando se era ajeno a las comodidades materiales y se vivía imperturbable basándose en la razón y la virtud.
Estos enfoques siguen teniendo vigencia y la pregunta sobre qué es la felicidad sigue siendo recurrente en la vida diaria de toda persona. Muchas pueden ser las respuestas. Y, aunque no haya una precisa, existe consenso sobre que no es un estado permanente sino de momentos específicos y transitorios.
El 20 de marzo de 2012, la ONU decretó que esa fecha fuera nominada todos los años como el Día Internacional de la Felicidad para que los gobiernos la consideren dentro de su gestión por la clara evidencia científica que tiene su efecto sobre la salud en personas de diferentes edades y culturas.
Escuchar a quienes viven en "modo queja" es malo para tu cerebro
Ed Diener y Micalea Chan (de las Universidades de Illinois y Texas, en Estados Unidos, respectivamente) realizaron una compilación de muchas investigaciones y dejaron en claro que:
1) Las personas que son pesimistas mueren antes que las optimistas.
2) Quienes menos se deprimen son más longevas.
3) Quienes sienten y expresan sentimientos más positivos, viven también más tiempo.
La causa radica en que los buenos estados de ánimo mejoran la función del sistema inmunológico, favorecen la recuperación cardíaca después de un esfuerzo, aceleran los procesos de cicatrización, previenen el desarrollo de la anorexia, los niveles altos de colesterol, el estrés, la depresión y los trastornos de sueño (como el insomnio).
Si en años pasados era un estigma consultar con un psiquiatra, ya que implicaba estar enfermo de la cabeza y, efectivamente, así era ya que estos especialistas se dedicaban a tratar a pacientes con enfermedades mentales graves, esa visión ha cambiado y las consultas en la actualidad son además para resolver malestares fruto de problemas cotidianos que ocasionan la pérdida del bienestar y felicidad, sea por cuestiones conyugales, filiales, laborales, económicos o de cualquier otro tipo.
“Una vida tranquila y humilde traerá más felicidad que la búsqueda del éxito y la inquietud constante que viene con eso”, decía el científico Albert Einstein. Algo para reflexionar, sin duda.