Está en nuestras manos. Podemos hacer algo para cultivar la alegría, para reír más y mejor. Desde adentro. Sonreír, aunque sea tibiamente, o soltar una carcajada, es una práctica más espiritual de lo que nos ha hecho creer nuestra sociedad, es honrar nuestra humanidad y el don de la vida. Es algo que se puede conquistar: aquí, los siete pilares de la alegría, según el Dalai Lama.
Para cultivar la alegría debemos ser capaces de soltar los estándares de felicidad que conocemos, ya que están alejados de lo natural y priorizan el TENER frente al DEJARSE SER lo que uno es, sin más. Cultivar la alegría es jugar con la vida como el niño que vive en el presente, centrado en el aquí y el ahora. Es celebrar el mero hecho de compartir con generosidad.
La fuente última de felicidad es un sentimiento mental de alegría, y no una riqueza de bienes materiales
Qué vas a encontrar en esta nota:
Los 3 caminos para propiciar la alegría
Se cuenta que había un místico sufí que siempre estaba alegre y riendo. Todo su ser era celebración. Estaba a punto de morir, pero seguía disfrutando y riendo feliz. Un joven se acercó a él para preguntarle:
- ¿Cómo puedes seguir alegre cuando estás a punto de morir?
- Muy sencillo –le contestó el anciano–. Cuando tenía 17 años era muy infeliz. Mi maestro tenía 70 años y estaba sentado bajo un árbol riendo sin motivo aparente. Se reía a carcajadas y yo le pregunté qué le ocurría, si se había vuelto loco. Y él me contestó: "Hubo un tiempo en el que yo estaba triste como tú. Entonces comprendí que era yo quien elegía. Desde entonces cada mañana al levantarme lo primero que hago es decidir: ¿qué prefieres: desdicha o alegría?, ¿qué eliges hoy? Y siempre elijo la alegría".
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Ríe más
Las películas de humor, los chistes o un video de gags pueden curarte. La risa se ha convertido en ciencia y terapia por sus beneficios físicos y mentales: eleva las endorfinas, reduce el estrés, la presión arterial y el dolor, refuerza la inmunidad y relaja los músculos. ¿Recuerdas la alegría que sentiste tras una tarde de risas? Si no, haz esta práctica: siéntate en silencio y crea una risa dentro de ti que se extienda del vientre a todo el cuerpo. Deja que la carcajada surja del silencio y ríe diez minutos seguidos. Luego túmbate boca abajo en el suelo. Conecta con la energía de la tierra y piérdete en este sentimiento.
Baila más
Es una forma sencilla de conectar con la alegría y soltar tensión. La música es determinante para conseguirlo, ya que inunda el cuerpo en cualquier sitio y condición. Elige canciones que te lleven a mover la cadera: la música brasileña o las danza africanas pueden facilitarlo. Procura soltar el control y olvidarte de hacer pasos, de si lo haces bien o mal. Date permiso para saltar y saltar.
Juega más
¿Qué actividad despierta tu alegría: cantar, tocar el piano, el baloncesto, cocinar, la cerámica, dibujar…? Dedícale al menos una hora a la semana con el firme propósito de conectarte con este sentimiento de gozar, sin buscar un rendimiento o resultado.
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Los 7 pilares de la alegría, según el Dalai Lama
Muchas veces nos preguntamos cómo encontrar la alegría interior en medio de una agenda cargada o en tiempos en los que la vida golpea con momentos tristes. Es la pregunta que contestan Desmond Tutu y el Dalai Lama en "El libro de la alegría", en el que reflexionan sobre la forma de cultivarla.
La clave de la felicidad es la paz mental. Esto no es algo que se pueda comprar. La paz interior tiene que ser cultivada por cada uno de nosotros desde dentro.
Allí enumeran los 7 los pilares de la alegría: perspectiva, humildad, humor, aceptación, gratitud, perdón, compasión y pensar en los demás.
- Perspectiva. La perspectiva nos acerca a la alegría al ampliar nuestra visión anclada en el «yo» para conectarnos con un «nosotros» que va más allá de los personalismos.
- Humildad. La humildad nos lleva a aceptar nuestra vulnerabilidad y nuestras limitaciones, y nos recuerda que nos necesitamos los unos a los otros. Al tomar consciencia de esta interdependencia, podemos celebrar la unión con aquellos que nos rodean.
- Humor. El humor nos ayuda a no tomarnos las cosas tan en serio, a reírnos de nosotros mismos y a ponernos a todos como iguales bajándonos del pedestal. Es muy diferente a la ironía, que suele estar llena de agresividad y nos coloca por encima.
- Aceptación. La aceptación nos lleva a decir sí a la vida tal y como es, tanto en el dolor como en el placer. Y también a desarrollar la flexibilidad suficiente y necesaria como para llevar a cabo cambios inherentes a la vida misma y que son necesarios para poder adaptarse a la realidad en la que vivimos.
- Perdón. El perdón implica optar siempre por reaccionar pacíficamente ante las agresiones y no olvidar la humanidad de cada persona. Esto no implica que no se responda con claridad y firmeza ante los agravios.
- Gratitud. La gratitud nos ayuda a reconocer las bendiciones recibidas en lugar de centrarnos en las heridas y cargas que llevamos. Al agradecer todo lo recibido podemos compartir los dones y bienes obtenidos.
- Compasión. La compasión significa literalmente «sufrir con…», es decir, cuando nos interesamos por el bienestar de los demás se despierta nuestra alegría. Tanto la generosidad como la compasión están en el núcleo de todo ser humano y contribuyen a que la vida sea alegre y tenga sentido. Porque para recibir, hay que dar.
Comienza hoy. Es día a día. No tenemos garantía de lo que sucederá en el futuro, pero vivimos en la esperanza, que es lo que nos mantiene en marcha.
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