Parásitos intestinales: cómo aparecen y qué hay que hacer

Los parásitos intestinales afectan por sobre todo al intestino, por lo que es importante conocer cómo surgen y cuál es el tratamiento correcto para eliminarlos.

parasitos intestinales

Los parásitos intestinales son más comunes de lo que se cree y pueden afectar a personas de cualquier edad, estilo de vida o nivel socioeconómico. No hacen distinción y, cuando aparecen, alteran el equilibrio del sistema digestivo de formas muy distintas: desde cuadros leves que pasan desapercibidos hasta síntomas que interfieren con la rutina diaria (cansancio, malestar, hinchazón, diarreas recurrentes o pérdida de peso). En la mayoría de los casos, el contagio ocurre por contacto con alimentos o agua contaminada, por malos hábitos de higiene, por viajar a zonas donde estos microorganismos circulan con mayor frecuencia, o incluso por convivir con mascotas sin los cuidados básicos.

Hombre con dolor estomacal relacionado con irritación intestinal.
Imagen que refleja molestias abdominales habituales cuando el alcohol interfiere en la digestión.

Aunque muchas infecciones por parásitos intestinales son tratables y se resuelven rápido, el gran problema es que suelen avanzar en silencio. Muchas personas no saben que los tienen hasta que los síntomas se intensifican o aparecen señales que no logran explicar. Por eso, entender cómo se contagian, cuáles son los signos de alerta y qué medidas tomar es clave para evitar complicaciones y recuperar el bienestar intestinal. Identificar a tiempo estos microorganismos permite cortar la cadena de transmisión, proteger a la familia y garantizar un tratamiento adecuado.

En esta guía encontrarás información práctica para reconocer cómo aparecen los parásitos intestinales, qué hacer ante la sospecha de infección y qué medidas ayudan a prevenirlos en el día a día.

Cómo aparecen los parásitos intestinales

Los parásitos intestinales pueden ingresar al organismo por varias vías, pero casi siempre están relacionados con tres factores: contaminación, higiene deficiente y exposición a ambientes donde estos microorganismos se multiplican con facilidad. Conocer sus rutas de entrada ayuda a prevenirlos de manera eficaz.

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Alimentos y agua contaminada

Es la forma más común de transmisión. Verduras mal lavadas, frutas manipuladas sin higiene, carnes mal cocidas o agua no potable pueden contener huevos o larvas de parásitos microscópicos. Una vez dentro del cuerpo, estos organismos se instalan en el intestino y comienzan a reproducirse.

Incluso en ciudades grandes, el riesgo existe cuando se consume comida callejera sin controles sanitarios o hielo elaborado con agua sin tratar.

Contacto con superficies contaminadas

Juegos infantiles, baños públicos, pasamanos, mesas, picaportes o cualquier superficie tocada por muchas personas puede ser un vehículo para los parásitos si no se higieniza correctamente. Llevarse las manos a la boca sin lavarlas facilita el contagio, sobre todo en niños.

Viajes y exposición en zonas de riesgo

Zonas tropicales o países con infraestructuras sanitarias precarias presentan mayor circulación de parásitos intestinales. Viajar sin controles básicos (beber agua del grifo, comer en lugares no confiables o bañarse en aguas no seguras) incrementa la probabilidad de infección.

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Mascotas sin desparasitación

Los perros y gatos pueden transportar huevos de parásitos en su pelaje o patas, aunque no estén enfermos. Por eso es clave mantener su calendario de desparasitación al día y reforzar la higiene en casa, sobre todo si hay niños pequeños.

Síntomas más comunes

Los parásitos intestinales no siempre generan síntomas desde el inicio. Muchas personas los descubren tarde, cuando el cuadro ya está más instalado. Sin embargo, existen señales típicas que conviene reconocer:

  • Dolor abdominal recurrente: Es una de las molestias más frecuentes. Puede presentarse como cólicos, pinchazos o sensación de inflamación persistente.
  • Diarreas o cambios en el tránsito intestinal: Algunas infecciones generan diarreas agudas, mientras que otras provocan estreñimiento, heces blandas o alternancia entre ambos.
  • (3) Náuseas, gases e hinchazón
    Los parásitos alteran la microbiota intestinal y producen sustancias que generan gases, distensión e incomodidad después de comer.
  • Cansancio y falta de energía: Al alimentarse de nutrientes y afectar la absorción intestinal, los parásitos pueden causar fatiga crónica o sensación de agotamiento sin causa aparente.
  • Pérdida de peso inexplicable: Ocurre en casos donde los parásitos se reproducen rápidamente y compiten por los nutrientes.
  • Picazón anal (especialmente por la noche): Un síntoma muy característico de ciertos tipos de parásitos, como los oxiuros.
Ilustración de bacterias intestinales afectadas por el consumo de alcohol.
Representación gráfica de microorganismos intestinales que muestra cómo puede desequilibrarse la flora.

Qué hacer si sospechas una infección

La mejor forma de confirmar la presencia de parásitos intestinales es mediante estudios simples que se realizan en laboratorio. No conviene automedicarse, ya que cada parásito requiere un tratamiento específico.

  • Consultar a un profesional de la salud: Un médico puede indicar exámenes de materia fecal o análisis complementarios para identificar el parásito responsable y su nivel de presencia en el intestino.
  • Seguir un tratamiento antiparasitario adecuado: Los medicamentos eliminan los parásitos en pocos días, pero deben tomarse bajo indicación profesional. En algunos casos, se requiere repetir la dosis para asegurar la eliminación completa.
  • Refuerza la hidratación y la alimentación: Mientras el cuerpo se recupera, es importante beber suficiente agua y priorizar comidas fáciles de digerir. Evitar irritantes como alcohol, ultraprocesados y comidas muy grasosas ayuda a mejorar más rápido.
  • Extremar las medidas de higiene en casa: Lavar manos, desinfectar superficies, cambiar sábanas, toallas y ropa interior con frecuencia, y limpiar baños y cocinas evita recontagios dentro del hogar.

Cómo prevenir los parásitos intestinales

La prevención es sencilla y efectiva si se incorporan hábitos diarios:

  • Lavar frutas y verduras cuidadosamente: Incluso si parecen limpias. Idealmente, remojarlas unos minutos en agua con unas gotas de vinagre o utilizar productos aptos para desinfección de alimentos.
  • Beber siempre agua potable: En viajes, preferir agua embotellada sellada y evitar hielo de origen desconocido.
  • Cocinar completamente carnes y pescados: El calor destruye muchos parásitos y sus larvas.
  • Lavar manos antes de comer y después de ir al baño: Es la medida más simple y más eficaz para cortar la transmisión.
  • Mantener al día la desparasitación de mascotas y limpiar regularmente los espacios que frecuentan.
  • Evitar caminar descalzo en zonas húmedas o arenosas: Algunos parásitos atraviesan la piel por contacto directo.
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