La pandemia de covid-19 ha cambiado nuestras rutinas y las posibilidades que tenemos de modificarlas de manera deseada, por placer. Ha cambiado para los adultos, pero también para las niñas y los niños. La cuestión es: ¿pueden afectar estos cambios, producidos por la necesaria gestión de la pandemia, al desarrollo de su cerebro?
Neurodesarrollo en pandemia
El cerebro de los niños y niñas que están creciendo en la pandemia no va a ser el mismo que el cerebro de los más pequeños desarrollados hace tres años. No solo porque las restricciones y el uso de mascarillas impiden su aprendizaje natural, sino porque también están viviendo en una sociedad donde crecen la ansiedad, el estrés y la tristeza.
Desde una perspectiva estrictamente médica, la infección por covid-19 puede provocar problemas neurológicos en ciertas personas. Lo que, en el caso de afectar a niñas o niños, podría interferir en su neurodesarrollo. Sin embargo, las evidencias médicas recogidas hasta la fecha indican que los niños y las niñas no son los más afectados por el covid-19. Además, en la mayoría de los casos los síntomas que tienen son de naturaleza leve.
Lo que tal vez no sea tan leve es cómo las restricciones que les imponemos afectarán al desarrollo de su cerebro. Y, con él, a su vida mental posterior, puesto que es en el cerebro, en sus conexiones neuronales, donde se generan y gestionan todos nuestros comportamientos.
Estabilidad emocional
El distanciamiento social, el uso de mascarillas, la limitación del número de personas en los encuentros sociales, las cuarentenas y confinamientos han provocado un vacío en el bienestar de las personas. En este último tiempo se ha detectado un importante incremento generalizado de ansiedad, estrés, tristeza, depresión e incluso ira.
De hecho, recientemente se ha detectado una correlación entre la duración de los confinamientos y cuarentenas y la manifestación de síntomas de estrés postraumático. Incluso se logró comprobar que estos estados anímicos se pueden pasar de padres a hijos, haciendo que los más pequeños padezcan de niveles altos de estrés y ansiedad.
A esto se le suma que el miedo a enfermar o a que enfermen nuestros seres queridos también incrementa estos parámetros. Esto último puede generar reacciones de ira, al no poder lidiar adecuadamente con la situación. Que sean coherentes no implica que estén exentas de consecuencias a medio y a largo término, especialmente en las niñas y los niños.
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La razón por la cual el cerebro de los más jóvenes se ve afectado de esta manera es porque su órgano cerebral va construyendo sus redes neuronales a través de las interacciones que tienen con el ambiente que lo rodea. Es ahí donde surge la plasticidad neuronal, en donde cualquier cambio ambiental afecta la construcción del cerebro.
Por este motivo la infancia es la etapa de la vida en que los factores ambientales nos influyen más, siendo los tres primeros años de vida los que presentan una mayor vulnerabilidad.
Dificultades para expresarse
Sin ir más lejos, durante la primera infancia las niñas y los niños aprenden qué son y cómo se expresan las emociones. Lo hacen observando el rostro de los adultos. Pues bien, el uso de mascarillas disminuye estos aprendizajes. E incluso se ha visto que dificulta el aprendizaje del idioma. Esto tendrá, no cabe duda, consecuencias en su futuro, aunque es difícil prever hasta dónde van a llegar.
Otro aspecto importante es la reducción del tiempo que los niños y las niñas pasan jugando con otros niños y niñas, tanto por las restricciones sociales como por la supresión o disminución de las actividades extraescolares. El juego con sus iguales es crucial para un desarrollo sano y equilibrado de su cerebro.
No solo trabajan aspectos clave como la socialización, sino que incluso se ha visto que el juego mejora la función cerebral y es una de las maneras clave en que aprenden a hacer frente a situaciones futuras inesperadas. Y eso incluye también aspectos relacionados con la resiliencia.
A todo ello habría que añadir el contacto con la naturaleza y el aire libre, que también se ha visto que es crucial para un neurodesarrollo equilibrado durante la infancia.
Darles una mano
Para poder proteger a los vulnerables ante estos bruscos cambios que las restricciones provocan, hay que convertirnos en una gran compañía y ayudar a sobrellevar la situación actual. No se puede ocultar lo que estamos atravesando actualmente, pero sí podemos actuar y reaccionar de forma diferente. Sobre todo para evitar transmitirles nuestro estrés y ansiedad a los más pequeños.
Debemos aprovechar los conocimientos científicos para evitar que las personas más vulnerables vean su vida mental perjudicada por los cambios sociales que se derivan de estas restricciones
Al final, se trata de favorecer que continúen socializando, manteniendo abiertos los centros educativos y las actividades que realizan tanto como sea posible. Y apoyándoles siempre emocionalmente, evitando traspasarles nuestra ansiedad y nuestros miedos.
Crédito: David Bueno, The Conversation
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