Todos los niños necesitan vivir en un entorno saludable, seguro y protector, que les permita crecer y desarrollarse con normalidad y que garantice su bienestar. Es su derecho, según afirman leyes nacionales e internacionales. Pero una cosa es la letra de la ley y otra, muy diferente, la realidad. El dato: si se hubieran reducido los factores de riesgo del entorno, se podría haber evitado más de una cuarta parte de las muertes de niños menores de 5 años registradas en 2015 en el mundo. Fueron 5,9 millones de defunciones: demasiadas vidas, pequeñas vidas, que ya no están.
Los niños son especialmente vulnerables a la contaminación del aire, las sustancias químicas peligrosas, el cambio climático y las deficiencias en el suministro de agua de calidad, el saneamiento y la higiene
Esta vulnerabilidad infantil frente a los riesgos medioambientales se esconde detrás de los duros datos del informe “La herencia de un mundo sostenible: Atlas sobre Salud Infantil y Medio Ambiente", que revela que gran parte de las enfermedades que se cobraron la vida de niños de un mes a 5 años tuvieron que ver con esta causa.
Tomar conciencia es clave. Todas estas causas pueden prevenirse mediante intervenciones que reducen los riesgos ambientales, tales como el acceso al agua potable y el uso de combustibles menos contaminantes para cocinar.
Los datos exigen acciones urgentes. Advierte la Organización Mundial de la Salud en su informe sobre las consecuencias de la contaminación ambiental. Cada año:
- Se producen 1,7 millones de defunciones infantiles vinculadas a esta causa.
- 570.000 niños menores de cinco años fallecen como consecuencia de infecciones respiratorias (entre ellas las neumonías).
- 361.000 niños menores de cinco años fallecen a causa de enfermedades diarreicas debidas al acceso insuficiente a agua salubre, saneamiento e higiene.
- 270.000 niños fallecen en el transcurso del primer mes posterior al parto por diversas causas —entre ellas la prematuridad— que podrían prevenirse proporcionando acceso a agua potable y a instalaciones de saneamiento e higiene en los centros de salud, y reduciendo la contaminación del aire.
- 200.000 defunciones por paludismo de niños menores de cinco años podrían evitarse actuando sobre el medio ambiente (por ejemplo, reduciendo el número de criaderos de mosquitos o cubriendo los depósitos de agua).
- 200.000 niños menores de cinco años mueren a causa de lesiones o traumatismos involuntarios relacionados con el medio ambiente, como envenenamientos, caídas y ahogamientos.
- Entre un 11% y un 14% de los niños de cinco años presentan síntomas de asma, y se estima que el 44% de esos síntomas guardan relación con la exposición a riesgos ambientales. La contaminación del aire, la exposición al humo de tabaco ajeno, y el moho y la humedad de los espacios interiores agravan el asma en los niños.
En los hogares que no tienen acceso a servicios básicos, como agua potable y cloacas, o en los que se respira el humo de combustibles contaminantes (carbón, estiércol, etc), los niños corren un mayor riesgo de contraer enfermedades diarreicas y neumonías
Es necesario el trabajo conjunto de varios sectores gubernamentales, que pueden trabajar juntos.
Es importante tener en cuenta que:
• El cerebro tiene una mayor porosidad sanguínea que lo vuelve más vulnerable a la exposición a químicos.
• Respiran más rápido y proporcionalmente consumen más cantidad de aire que un adulto, absorbiendo nutrientes (y contaminantes) del tracto gastrointestinal en mayor proporción.
• El cerebro y sistema nervioso no están totalmente desarrollados, lo que los vuelve más sensibles a ciertas sustancias químicas: sus hígados y riñones no son capaces de desintoxicar o eliminarlos como sucede con los adultos.
La situación en Argentina
En la Argentina, la mortalidad relacionada al medio ambiente tiene múltiples consecuencias en la población comprendida entre el primer día de vida y los 5 años de edad, no sólo porque ellos representan el futuro sino porque, entre otras cosas, fisiológicamente son más vulnerables a la contaminación ambiental que los adultos.
Es claro que, a mayor vulnerabilidad social, se agrava el Riesgo Ambiental. Este dato cobra especial relevancia cuando se considera que, en Argentina, 6 millones de niños, niñas y adolescentes viven en ambientes con índices de vulnerabilidad social alta o muy alta: en el norte del país, Patagonia norte y el conurbano bonaerense.
Eliminar el Riesgo Ambiental implica reducir cualquiera de sus componentes. En condiciones extremas, disminuir la exposición modera el efecto del potencial contaminante y es una medida recomendable en el corto plazo.
En el mediano plazo, hay que neutralizar el potencial contaminante de las actividades productivas. Pero reducir la vulnerabilidad social implica medidas más integrales y de largo plazo.
Por lo tanto, no sólo debemos actuar sobre los factores medioambientales sino que, además, debemos trabajar integralmente entre otras cosas sobre:
La Satisfacción de las Necesidades Básicas Insatisfechas
El Bajo nivel educativo de las mujeres en edad fértil.
Cobertura integral sobre los niños con Jefes de Hogar desocupados
Cobertura de salud Universal.
El acceso al agua segura, así como la adecuada eliminación de los efluentes cloacales, reducen los riesgos de contraer enfermedades y de contaminar el ambiente
En Argentina, existen 7.117.513 niños y niñas (58%) que se encuentran en riesgo por vivir en condiciones de saneamiento básico insuficiente. El segundo cordón del conurbano bonaerense, donde los servicios de saneamiento son escasos o nulos y la vulnerabilidad social es alta. En este sentido, existe una clara responsabilidad Estatal por la ausencia de obras de infraestructura de servicios públicos.
Por ello, no sólo es importante en las políticas de salud actuales apuntalar la atención de las guardias de los hospitales sino que hay que trabajar sobre la “ATENCION PRIMARIA DE LA SALUD”, que es fundamental para poder estar cerca de la población y prevenir la enfermedad.
Cada factor de riesgo que reducimos, que eliminamos, previene una muerte evitable y nos salva de la tragedia de un niño menos.
Por Alejandro Risso Vázquez. Médico especialista en Terapia Intensiva. Maestrando en Economía y gestión de la salud.
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