25 de junio 2021
El tiempo es músculo, el tiempo es neurona, el tiempo es vida. Cuando una persona tiene un problema cardiovascular o cerebrovascular, cada minuto cuenta. La demora en la consulta o en la atención de la urgencia dispara la mortalidad y la pandemia ha estirado esos tiempos a límites alarmantes, que han provocado un fuerte aumento en los infartos y las muertes vinculadas a eventos cardíacos.
Lo afirman los especialistas del Colegio Argentino de Cardioangiólogos Intervencionistas (CACI) y expertos del Hospital Italiano de Buenos Aires, que se enfrentan a diario con una foto que es clave visibilizar: las guardias médicas hospitalarias están recibiendo pacientes con síntomas avanzados de infarto que demoraron la consulta por miedo al contagio de Covid-19.
"Hay una enormidad de evidencia al respecto. La mortalidad cardiovascular por infarto se duplicó de 6% a 12%. Hay muchos motivos: inicialmente porque, durante la pandemia, la gente tiene temor de consultar por síntomas que antes lo hacían rápidamente", dice el Dr. Marcelo Halac, coordinador de la Secretaría Científica del Servicio de Cirugía Cardiovascular del Hospital Italiano de Buenos Aires.
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"Hay demoras en los centros de atención y también caída de prácticas que previenen problemas graves porque algunos pacientes tienen una PCR positiva en los tests de Covid que se realizan antes de cualquier práctica programada. Esto hace que los tiempos (algo tan sensible para la salud cardiovascular) se hayan visto tan afectado. El tiempo es músculo, el tiempo es neurona... Solemos decir. La ventana para atender un infarto es de aproximadamente 6 horas y, para un ACV, de 3 horas. Demorar la consulta lleva a que se intervengan menos los pacientes y a que se mueran más", advierte Halac.
Hay más casos de anginas inestables, de insuficiencias valvulares y de infartos agudos de miocardio complejos, todos cuadros que evidencian una desvalorización de la patología cardiovascular y de los controles preventivos por de la pandemia.
Por eso los expertos subrayan que, ante el menor signo de estar cursando un evento cardiovascular, no hay tiempo que perder: es urgente llamar a la ambulancia o concurrir al centro médico más cercano a su domicilio
Malos pronósticos para el 2021
Según un relevamiento mundial del que participa la Argentina, los especialistas vaticinan para 2021 un fuerte incremento, motivado por las demoras en buscar atención médica de la gente a causa de la pandemia.
En efecto, por temor al contagio con el Coronavirus SARS-CoV-2, la gente espera a que los síntomas de la enfermedad cardiovascular hayan avanzado demasiado antes de acudir a la guardia médica. Esta conducta se vio desde el inicio de la pandemia y luego cedió bastante durante el verano, pero la llegada de la segunda ola reinstaló el miedo al contagio.
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“Estamos viendo infartos que hace tiempo que no veíamos. Corresponden a casos en los que la gente claramente convivió con los síntomas muchas horas antes de solicitar asistencia; incluso vemos más casos avanzados de trombosis venosas y trombosis pulmonares. Estas situaciones se veían hace 30 años o más, cuando la conciencia y el conocimiento sobre los signos que preanunciaban un episodio coronario o cardiovascular todavía eran muy poco conocidos por la población general”, afirmó el Dr. José A. Álvarez, médico especialista en cardioangiología intervencionista y miembro del CACI.
La demora en enfermedades como las cardiovasculares hace que las personas lleguen a la atención con cuadros muy avanzados y con difícil pronóstico
En 2020, desde el inicio de la cuarentena -decretada el 20 de marzo- y hasta el 31 de julio de ese año, tomando los registros de los 30 centros que realizan angioplastias coronarias las 24 horas los 7 días de la semana que participan del relevamiento ‘Stent-Save a Life’, ya se había observado un aumento de la mortalidad hospitalaria del 65 por ciento respecto del mismo período de 2019, pasando del 6,4% histórico a un 10,6% pandémico.
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Otro trabajo de investigadores argentinos, publicado en la revista Medicina, afirmaba que -de mantenerse el inferior control de los factores de riesgo cardiovascular propiciados por la cuarentena- podrían producirse hasta 10.500 nuevos casos prevenibles de enfermedad cardiovascular y entre 6 mil y 9 mil muertes evitables.
“Es notoria la merma de pacientes incluso en los consultorios, donde se observa una franca disminución: las restricciones impuestas a la circulación en transporte público, el miedo al contagio, la falsa creencia de que los centros médicos atienden solo urgencias, hacen que mucha gente siga postergando los controles y la realización de estudios preventivos. Todo ello contribuye a demorar los diagnósticos o, directamente, enfrentarnos con el problema ante la ocurrencia de un episodio cardiovascular”, afirmó el Dr. Martín Cisneros, cardioangiólogo intervencionista, Vicepresidente del CACI.
En Argentina, el 30,4% de las muertes corresponde a patologías cardiovasculares, lo que equivale a casi 1 fallecimiento de cada 3. “Estas cifras nos dan una verdadera dimensión de lo que representan las enfermedades cardiovasculares en la salud de la población. No significa que estemos en contra de las medidas de prevención contra el Covid-19, pero grafica el nivel de gravedad de desatender o minimizar estas afecciones y la importancia de evitar la mortalidad y también las secuelas, porque muchas veces los pacientes no fallecen pero quedan con discapacidades que afectarán su calidad de vida para siempre, como por ejemplo insuficiencia cardíaca o arritmias”, aportó por su parte el Dr. Diego Grinfeld, Presidente del CACI.
“Según estadísticas surgidas de un análisis comparativo de las investigaciones clínicas REGIBAR Y PRISMA, 9 de cada 10 fallecimientos por infarto se dan en personas que no recibieron atención hospitalaria, lo que muestra que el infarto no siempre es una condición irreversible e intratable; al contrario, atendido en tiempo y forma, con la realización temprana de procedimientos de desobstrucción coronaria, como la angioplastia, en un alto porcentaje de casos se logra una recuperación exitosa y el paciente puede retomar sus actividades y llevar una vida prácticamente normal. Eso sí, deberá modificar algunos hábitos por otros más saludables y adherir a los tratamientos que su médico le indique”, concluyó el Dr. Cisneros.
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