Muchas veces, tensionados y a las corridas, empezamos a reducir el vínculo con nuestra pareja a la palabra. Nos vemos poco, nos desencontramos, nos queda apenas un rincón al final del día para intercambiar con el otro la peor versión de nosotros mismos. Los restos de la jornada agitada y estresada.
Esta escena es por demás de frecuente en muchos hogares, y más de una vez hace suponer una crisis allí donde sólo hay agotamiento y distancia de cualquier tipo de gratificación.
Una excelente manera de reconectar con el otro y volver a sensibilizar el cuerpo
es el masaje. A través de las manos podemos volver al otro y generar un encuentro. Comunicar. Sentir la tensión en el cuerpo y aliviarla. Al tocar estamos hablando y, a la vez, escuchando.
El masaje, por sencillo que sea, puede ser un excelente ejercicio de conexión para parejas. Puede instalarse como un momento de encuentro y relajación, en un espacio de silencio o charla tranquila, en un breve rato juntos, sin presiones ni apuros, al cerrar el día.
Con o sin "happy ending": da igual
El masaje en pareja no tiene que ser perfecto ni terminar en el famoso "happy ending": el sexo puede ser un punto de llegada, pero no de partida. El masaje es el fin, no el medio. Se trata simplemente de disfrutar del otro. Si el remate termina en intercambio apasionado, genial. Si la opción es volver a registrar la piel propia y la del otro, también es más que suficiente.
Tampoco tiene por qué ser de ida y vuelta. Se puede jugar al juego de roles y ser uno el masajista un día y otro día, el otro. Un acto de generosidad y entrega que redundará en mayores beneficios para el que recibe el masaje, ya que no habrá esfuerzo posterior.
Música relajante o temas en común que disfruten juntos. Aromas en el aire, en busca de armonía y placer sensorial. ¿Una copa de rico vino? ¿Un té especial?
Buenas cremas o aceites para calentar el cuerpo y facilitar el recorrido de las manos. Hidratación. Suavidad.
Reconocer las tensiones del cuerpo del otro e ir aliviando y relajando es un hermoso acto de amor. Es dar.
No sólo se trata de un descanso placentero: es un excelente camino para conectar con la energía del otro, para reconocerla. Una manera de activar los sentidos y de volver a estrechar el vínculo de piel, algo que precisamente distingue a la pareja de otras formas del amor.