Días atrás el titular del PAMI, Dr. Carlos Regazzoni, despertó un cúmulo de reacciones cuando dio a entender ante los medios que muchas personas al momento del retiro se encuentran en plenas facultades de seguir participando y contribuyendo al mercado laboral. Estaba en lo cierto. En otras palabras, expresó el deseo de muchas personas de no querer jubilarse y, además, puso en agenda un tema que en nuestro país debe ser debatido: la edad jubilatoria.
Países como España ya lo han considerado o están en vías de hacerlo, como ocurre en Alemania. El retraso en la edad jubilatoria es un tema que, guste o no, forma parte de la agenda pública. Sin embargo, lo inconveniente de hacer declaraciones provocativas está en no contemplar la evidencia y ofrecer propuestas alternativas. De allí la desmesurada reacción de la mayoría: un costo político innecesario que requirió la intervención del propio presidente Macri.
Los modelos actuales para la edad del retiro responden -en su mayoría- al modelo alemán impulsado por Bismark a principios del siglo pasado, cuando eran muy pocos quienes llegaban a disfrutar de este beneficio social. Con el avance de la medicina, pero principalmente de las medidas de saneamiento en la segunda mitad del siglo XX, la expectativa de vida creció a un ritmo de casi 4 años y medio por década, lo que provocó, como mínimo, tres fenómenos: el aumento en cantidad de personas mayores, la llegada a edades avanzadas de personas con buena condición de salud y la lentitud de las políticas públicas en responder a este cambio demográfico.
El rápido envejecimiento poblacional no es solo un gran desafío social -en términos de presupuesto público, fuerza laboral, competitividad y calidad de vida- sino que es una gran e inigualable oportunidad para el crecimiento y para la creación de nuevas fuentes de trabajo que conforman la llamada “economía plateada”.
Dentro de ella, la relación entre trabajo, empleado y mercado laboral tiene múltiples dimensiones para su análisis: el trabajador como dador de servicios, el empleador del adulto mayor y las tendencias del mercado laboral son tres de ellas. Son las más estudiadas.
Hoy el envejecimiento de la población es la norma en el mundo. En 64 países el 30% de la población tiene o tendrá más de 60 años próximamente
Datos de la Oficina de Censo de EEUU sugieren que en 2016, un tercio del total de la fuerza de trabajo tendrá más de 50 años. Brasil verá incrementada su población de mayores entre 2014 y 2050 casi dos veces, desde el 11.7% al 29.3%. Este cambio tan grande que estamos viviendo implica el abandono de las nociones existentes sobre la vejez, el trabajo y el retiro laboral o jubilación. Por ello, es necesario considerar dos realidades. La formal, en donde los mayores son consumidores de productos y servicios, son trabajadores a tiempo parcial en la mayoría de los casos y son receptores de asistencia del Estado; y otra, donde una gran parte de la actividad económica de los mayores se realiza por fuera del mercado formal, en una economía no monitorizada, principalmente dentro de los hogares, una economía que suele estar poco analizada y valorada.
De esta manera, el impacto de los adultos mayores –como trabajadores e integrantes de la fuerza de trabajo, como consumidores o receptores de asistencia social– está comenzando a influenciar globalmente los mercados. Esto hace que sea un momento crítico para los gobiernos, las comunidades y los trabajadores. Ser conscientes de esta tendencia global es necesario.
Los estudios actuales muestran que las personas mayores menos calificados son los que se acogen con mayor beneplácito a una pensión ya que les regulariza un ingreso económico; mientras que los más calificados intentan seguir involucrados en el mercado laboral una vez pasada la edad jubilatoria.
Está mostrando que quienes dejan de participar del tejido social que brinda el empleo formal desarrollan con mayor frecuencia deterioro cognitivo
Además, la evidencia científica hoy está mostrando que quienes dejan de participar del tejido social que brinda el empleo formal desarrollan con mayor frecuencia deterioro cognitivo. Ese fue el resultado del Estudio de los Trabajadores Franceses de 2013 que incluyó más de 400.000 personas, y que mostró que quien se retiraba a los 65 años tenía 15% menos de probabilidad de desarrollarlo respecto del que se retiraba a los 60 años. Las estadísticas también muestran que en países como México y Brasil el 40% de las personas mayores aún permanecen en el mercado laboral formal.
Además, la mayoría de las personas entre 60 y 70 años, proveen ayuda económica a sus familias. En el caso de Argentina el 15% de los mayores de 60 realiza tareas o servicios de forma voluntaria y el 18% ayuda con dinero en efectivo o a través de un gasto familiar.
Por ello, es necesario pensar en aspectos como flexibilización de horarios de trabajo y esquemas, trabajos a tiempo parcial, arreglos para compartir tareas, contribuciones voluntarias, rediseño de tareas y ocupaciones, estrategias de reclutamiento y retención o contemplación del trabajador con limitaciones o deterioro. Es necesario valorar y retener la experiencia de los trabajadores mayores.
Es necesario valorar y retener la experiencia de los trabajadores mayores
La jubilación implica tiempo de júbilo aunque su significado varía de persona en persona. Contemplar alternativas, considerar la evidencia y, por sobre todo, atender los casos exitosos de otros países ayudarán a una gestión más efectiva sin correr riesgos innecesarios. La sociedad y sus dirigentes seguramente agradecerán por igual.
Diego Bernardini es médico, especialista en adultos mayores y envejecimiento. Es autor del espacio Mayores en Buena Vibra, y autor del libro “De Vuelta”. Su sitio.