Nos sentimos bien y de pronto, sin que nada lo anuncie, el corazón se acelera, aparece una sudoración fría, falta de aire, opresión en el pecho y la sensación de que la muerte está cerca. Todo se empieza a diluir alrededor y es posible que nos desmayemos.
Son los llamados "ataques de pánico" que irrumpen en nuestra vida sin que nada anunciado o identificable haya ocurrido.
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Nadie está exento de padecer en alguna circunstancia aislada este tipo de eventos, pero si esto sucede de forma frecuente, ya se transforma en un 'Trastorno de pánico', al que el Manual de Criterios Diagnósticos define como la aparición temporal y aislada de miedo, o malestar intenso acompañado de 4 (o más) de los siguientes síntomas, que se inician bruscamente y alcanzan su máxima expresión en los primeros diez minutos:
- Palpitaciones, sacudidas del corazón o elevación de la frecuencia cardiaca.
- Sudación.
- Temblores o sacudidas.
- Sensación de ahogo o falta de aliento.
- Sensación de atragantarse.
- Opresión o malestar torácico.
- Náuseas o molestias abdominales.
- Inestabilidad, mareo o desmayo.
- Sensación de irrealidad o despersonalización (de estar separado de uno mismo).
- Miedo a perder el control o volverse loco.
- Miedo a morir.
- Parestesias (sensación de entumecimiento u hormigueo).
- Escalofríos o sofocaciones.
Los episodios de pánico suelen durar entre diez minutos y media hora. La probabilidad de que se repita genera temor, y esto limita las actividades diarias. Los temores de muchas personas que lo padecen giran alrededor de tres ejes: salir de la casa, quedarse solos, o encontrarse lejos del hogar en situaciones en las que puedan llegar a sentirse atrapados, molestos o indefensos.
Según describe la Lic. Alicia López Blanco, psicóloga clínica, detrás de los distintos temores, y sus diferentes grados, puede esconderse un sentimiento de falta de confianza en las propias capacidades para afrontar aquello que se evalúa como amenazante. Tal vez se trate de un peligro que realmente nos supere pero, en muchas oportunidades, la sensación está sostenida por falta de confianza personal.
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Ante los trastornos de pánico, lo mismo que con las fobias, es conveniente pedir ayuda especializada, pues esas problemáticas pueden resolverse de mejor manera en el ámbito de un tratamiento psicoterapéutico. El trabajo personal consiste en hacer consciente aquello a lo que en realidad tememos y ligar la emoción con la idea que la sustenta.
Hay un dicho popular que dice que 'el miedo no es zonzo'. Podemos pensar al miedo como un amigo que camina a nuestro lado mostrándonos los peligros. Si lo ponemos delante nos trabará el paso, si le permitimos estar detrás, acechará a nuestras espaldas provocándonos pánico. Lo mejor es tenerlo siempre a la vista, pues no hay duda de que los fantasmas desaparecen cuando se enciende la luz.
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