El dolor es el síntoma más característico de la fibromialgia. Un dolor constante, que afecta considerablemente la calidad de vida de quien sufre esta enfermedad. Si bien este suele ser generalizado, lo más frecuente es que predomine en una región anatómica, como es el caso de la columna cervical o lumbar.
Pero los expertos señalan que hay algo que diferencia el dolor en la fibromialgia, que lo distingue del dolor originado por otras causas. Los pacientes que sufren este problema perciben dolor ante estímulos que normalmente no son dolorosos. A su vez, la percepción del dolor persiste en el tiempo a pesar de que este estímulo haya cesado.
Las últimas investigaciones revelaron que el origen de este dolor se encuentra en ciertas alteraciones en las estructuras del sistema nervioso central, relacionadas con la conducción de los estímulos dolorosos desde su sitio de origen al cerebro. Por razones que aún se investigan, la señal dolorosa se magnifica dando origen a un dolor crónico y persistente.
Los últimos estudios analizan, precisamente, una serie de cambios en la química cerebral de las personas que padecen fibromialgia, que podrían explicar la percepción de las señales dolorosas. Estos cambios tienen que ver, por ejemplo, con el aumento en los niveles de Sustancia P y la disminución en la producción de sustancias como la serotonina y la hormona de crecimiento.
Los científicos explican que uno de los mecanismos involucrados en estos cambios es la llamada “sensibilización”, en donde las señales dolorosas activan los circuitos del dolor a nivel del sistema nervioso periférico, médula espinal y cerebro de forma desproporcionada, involucrando además áreas del sistema nervioso relacionadas con los sentimientos, emociones y pensamientos. En los pacientes que padecen fenómenos de sensibilización un estímulo desencadena dolor de magnitud desproporcionada, haciendo que el dolor se extienda a zonas más extensas e incluso se proyecte a zonas alejadas del problema.
En este punto, han demostrado efectividad tratamientos vinculados a la terapia cognitiva, vinculados con técnicas de mindfulness. Es porque, justamente, al conocer los mecanismos que llevan a la sensibilización uno puede trabajar sobre el los aspectos cognitivos del dolor, "el dolor psíquico", y trabajar cambios en la percepción que la persona tienen del dolor.
Más información
La fibromialgia hoy: 10 respuestas claves de un reumatólogo
Artritis reumatoidea: la atención temprana cambia la enfermedad