En el mes en que se celebra el Día Mundial del Accidente Cerebrovascular, el Centro de Estudios Especializado en Trastornos de Ansiedad advierte sobre la relación que tiene esta patología con los trastornos de ansiedad y destaca la importancia prevenir el ACV, ya que constituye la segunda causa de muerte y la primera de invalidez entre adultos de todo el mundo.
Al menos 18 mil personas mueren cada año en Argentina a causa de accidentes cerebro-vasculares (ACV), advirtieron en un informe que se dio a conocer con motivo de conmemorarse el 29 de noviembre el "Día Mundial del ACV". Más del 50 por ciento de los accidentes cerebro-vasculares son producidos por la hipertensión arterial.
"La obesidad, el estrés, la mala alimentación y la falta de ejercicio son sólo algunos de los factores de riesgo a los cuales prestar atención", remarcó el Instituto de Neurociencias Buenos Aires (INEBA).
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Por este motivo los especialistas en trastornos de ansiedad explican cómo, a través de un tratamiento especializado, las personas que padecen algún tipo de trastorno de ansiedad, pueden disminuir en forma determinante la posibilidad de desencadenar una patología biológica como lo son un ACV o una cardiopatía.
Según Gabriela Martínez Castro, directora del CEETA estas dos patologías tienen una estrecha relación siempre y cuando la persona tiende a sufrir trastornos de ansiedad y, a su vez, padece algún tipo de problemática, como por ejemplo presión arterial muy alta.
Cuando una persona tiene un alto grado de ansiedad hay una gran posibilidad que este trastorno desencadene patologías de tipo vasculares, ya sea un ACV o, en otros casos, accidentes cardiovasculares como podría ser un infarto
“Cabe destacar que estamos hablando siempre de personas que tienen una alta predisposición biológica o están padeciendo una patología vascular grave, conocida o no por el paciente, para que un trastorno de ansiedad pueda se desencadenar en un ACV”, aclara la especialista.
Por otro lado, todo trastorno de ansiedad tiene componentes y sintomatologías físicas, como taquicardia, aumento de ritmo cardíaco, leve aumento de la presión arterial, entre otros. Si este tipo de síntomas son padecidos por personas con predisposiciones marcadas a sufrir hipertensión, éstas estarían más predispuestas a padecer un ACV.
Estos casos pueden darse en personas que sufren trastornos de ansiedad como pueden ser: el Trastorno de Pánico, que es altamente conocido, o el Trastorno por Ansiedad Generalizada.
En este último caso, es decir los trastornos por ansiedad generalizada, “la persona se preocupa excesivamente por cuestiones de la vida cotidiana y no puede priorizar, pues le resulta igual de importante la operación de riesgo de un familiar, que llegar impuntual a una cita”, explica Martínez Castro.
Por su parte, quienes padecen ataques de pánico “experimentan la sensación de estar cerca de la muerte, o la locura, sufre taquicardia, falta de respiración, ahogo, entre otros efectos”, dice Martínez Castro.
Éstos serían los dos trastornos de ansiedad que más predispondrían a las personas con una tendencia biológica, a padecer una patología vascular, como las mencionadas anteriormente.
Los estresores desencadenantes, que hacen que una persona sufra altos niveles de ansiedad, pueden ser muchísimos, pero siempre dependen de cada paciente en particular. Es decir que “una misma situación estresante puede ser tomada de diferentes maneras. Lo que puede es estresante para mí, no lo es para otra, ya sea porque siente que tiene los recursos necesarios para manejarlo o simplemente por su forma de ser”, explica la directora del CEETA.
De todas formas, hay estresores que son objetivamente estresantes en si mismos, como por ejemplo dificultades económicas, inseguridad, problemas familiares, dificultades sexuales, una mudanza, la muerte o enfermedad de un ser querido, el nacimiento de un hijo, un cambio de trabajo, la adaptación a un nuevo lugar, entre otros.
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Los estresores no siempre son negativos, el cambio de trabajo a un nivel superior o la mudanza a una casa mejor y con mayores comodidades, pueden generar estrés ya que implican un alto gasto de energía.
“Como mencioné anteriormente, hay personas que con una capacidad de adaptación muy grande y no tienen predisposición para padecer estrés o ansiedad. Éstas pueden manejar muy bien los niveles de ansiedad o bien tienen recursos que se lo facilita. Con lo cual son personas que se adaptan fácilmente y no les aumenta el nivel de ansiedad cuando tienen muchas exigencias o distintas presiones sociales”, agrega.