Nos encontramos en una época en la que es muy frecuente la aparición de síntomas relacionados con la ansiedad. Es probable que este fenómeno esté vinculado con la forma en que vivimos.
En el año 1895 Freud y Breuer publicaron su famoso trabajo sobre la Histeria; dejando de lado sus importantes hallazgos y analizando la cultura de esa época, podemos observar que la sociedad de aquel entonces reprimía fuertemente la sexualidad, especialmente en las mujeres, quienes eran, justamente, las que más sufrían esa patología.
Podríamos encontrar otros ejemplos de esta asociación entre padecimientos emocionales y el medio, lo que nos permite pensar que ciertas enfermedades mentales están vinculadas con el momento histórico y cultural en el que se desarrollan.
La sociedad, las costumbres y las situaciones particulares de cada período, influyen en las personas y las afectan de diferente manera.
Hoy vivimos heridos por el apuro, acelerados, trabajamos demasiadas horas, corremos permanentemente para llegar a tiempo a través de un tránsito siempre congestionado. Estamos en un mundo hiperconectado, por lo que hacemos varias tareas a la vez: hablamos por celular y en simultáneo recibimos mensajes por WhatsApp, nos llegan mails e interactuamos frecuentemente con redes sociales, a veces con más de una.
Es común ver a parejas cenando en un restó, pero en lugar de estar vinculados profundamente, hablando y mirándose a los ojos, está cada uno con su celular en la mano enviando o recibiendo información. Estamos muy conectados, pero cada vez más aislados.
Dormimos poco y mal, vivimos muy rápido y con la sensación de que nada es suficiente; los medios masivos de comunicación nos empujan a un excesivo consumo y tenemos la ilusión de que cuanto más tenemos, mejor; nos olvidamos de que la felicidad no depende de lo que acumulamos sino de lo que somos.
El ataque de pánico se caracteriza por una reacción repentina, temporal y exagerada de ansiedad ante situaciones que en sí no son peligrosas. Cuando se activa, se pone en marcha el sistema previsto para prepararnos ante una situación peligrosa, pero lo hace cuando no estamos realmente amenazados.
Esta sociedad individualista, consumista, de la globalización y la hipercomunicación, nos aísla y enferma. Los trastornos de ansiedad, que parecen tan de moda, son una patología acorde a cómo vivimos.
Cuando se desencadena la angustia, se experimenta un fuerte sentimiento de miedo o terror, en ocasiones con la sensación de pérdida de control e incluso con la convicción de poder morir en el proceso.
Este miedo va acompañado de otros síntomas que son característicos, algunos físicos y otros mentales, como por ejemplo las palpitaciones, sudoración, temblores, sensación de falta de aire, dolor en el pecho, náuseas, mareos, desrealización, parestesias, etc.
Las personas que padecen estos ataques suelen evitar las situaciones en donde se presentó la crisis por temor a que se repita, lo que los lleva a dejar de hacer sus actividades de la vida cotidiana, conduciéndolos a un gran aislamiento.
¿Qué hacer para disminuir los síntomas durante las crisis?
- Tener en cuenta que, aunque la sensación de pérdida el control o de morir es muy fuerte y parece real, es sólo una sensación; el ataque de pánico no te lleva a la muerte.
- Tratar de respirar lenta y profundamente ayuda a disminuir la ansiedad.
- Si estás con alguien, compartí lo que sentís; no sentirte solo ayuda.
- Acordarse de que los síntomas aparecen rápidamente, pero no se mantienen constantemente en el tiempo; después de su pico máximo, empiezan a disminuir y terminan disipándose.
- Los ataques de pánico provocan un fuerte sufrimiento y un importante deterioro general, afectando las relaciones sociales, la relaciones de pareja, la capacidad laboral, etc. Si padecés ataques de pánico, buscá rápidamente ayuda profesional, no permitas que los síntomas te hagan perder la calidad de tu vida.
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