Dicen que hay enfermos y enfermedades, y que cada persona transita una patología de manera muy particular, con trayectos que más de una vez tiran por tierra cualquier estadística y desordenan todos los promedios. Y, en esa diversidad, intervienen muchos factores, que van desde la genética hasta la actitud personal, pasando por el sostén de nuestros seres queridos. Algo de eso hubo en la historia de Stephen Hawking, el científico británico a quien le diagnosticaron una enfermedad neurodegenerativa que le daba sólo dos o tres años de vida, y que no sólo convivió con él muchas décadas sino que no lo privó de llegar lejísimo en muchos aspectos de su vida.
Tenía apenas 21 cuando recibió el duro diagnóstico. Pero no se deprimió ni se dio por perdido. No es encerró en lo que a todas luces parecía una tragedia y se decidió a vivir.
"Breve historia de mi vida"
En su autobiografía "Breve historia de mi vida", el propio Hawking cuenta que dos tercios de su vida los pasó con la amenaza de la muerte siempre presente y, por esa razón, aprovechar cada minuto al máximo fue su objetivo.
Tener la mente activa y el sentido del humor intacto, lo ayudaron a seguir viviendo. Pero él mismo cuenta que lo decisivo fue enamorarse, eso le dio una razón para vivir
Comprometerse con Jane Wilde, a quien había conocido casi al mismo tiempo que se enteraba de su enfermedad, fue su motivación: si iba a casarse necesitaría un trabajo y para eso debía terminar su doctorado.
El amor fue su motor; el que sentía por Jane, el que recibía de ella y el que le generaba su pasión por la física
Jane, la primera esposa de Stephen y madre de sus tres hijos, era una joven estudiante de Letras, que se enamoró a primera vista de "los enormes ojos grises y la hermosa sonrisa" del entonces joven científico, según cuenta en su libro de memorias, sobre el cual se basó la película "La teoría del todo".
Por ese amor, ella fue por más de veinte años, su compañera y su sostén, la mujer que contra todo pronóstico (literalmente) nunca lo dejó caer
la Lic. en Psicología, Marisa Russomando dice que "no es lo mismo recuperarse de una enfermedad rodeado de afectos que en soledad. Si bien la medicina siempre va a la cabeza, una persona que ve deteriorada su salud, que siente que su cuerpo es un 'desecho', necesita volver a sentirse humano, y para eso, otro tiene que reconocerlo como tal. Así es como algo tan simple como una caricia se vuelve tan importante, en ella está el afecto que resignifica al cuerpo".
El Doctor en Medicina, Gabriel Rodríguez, a cargo del Consultorio de Enfermedades Motoras del Hospital Ramos Mejía, dice que si bien no está comprobada científicamente la influencia de lo emocional en el tratamiento de enfermedades neurodegenerativas, lo cierto es que en la clínica diaria, se ven mejores resultados en los pacientes que reciben, además del tratamiento habitual, la contención afectiva, en especial de la familia.
Los familiares procuran el bienestar del enfermo, por un lado ofreciendo cuidados, haciendo trámites por ellos, acompañándolos a las consultas, empujando su silla de ruedas, pero por el otro, hacen que el paciente se sienta querido
Lo cierto es que el famoso físico, cosmólogo, astrónomo y matemático británico desafió al pronóstico de la medicina. Más allá de un cerebro prodigioso que no se vio afectado por la enfermedad que lo paralizó completamente, hubo algo que le permitió moverse al punto de dejar huellas en el Universo sin poder siquiera dar un paso.
Entre las frases que Hawking legó a la humanidad, una de las más motivacionales y que reflejan cómo pudo vivir tantos años a pesar de su enfermedad, es esta:
"Miren hacia arriba, a las estrellas, y no abajo a sus pies. Intenten encontrar el sentido a lo que ven, sean curiosos. Y por muy difícil que parezca la vida, siempre hay algo que pueden hacer y en lo que pueden tener éxito. Lo único que importa es no rendirse. Mientras haya vida, hay esperanza"
El genio de la física teórica Stephen Hawking acaba de morir y ahora es cuando valoramos el amor, el trabajo y la dedicación de su primera esposa, Jane Wilde. Hawking era un genio, pero sin los cuidados de Jane no hubiera podido desarrollar todas sus teorías que son una riqueza invaluable para la humanidad.
Fuente: TN